Sobre
Dios, que no podemos saber si existe
Tengo cuidado al
escribir, pues solo quiero dar cuenta de aquello de lo que me siento
medianamente segura. En estos días, he procurado por tener la
disposición y el espacio adecuado para considerar todo lo que pasaba
por mi mente; de ello, no he logrado sino tener más dudas que
certezas, lo cual me ha producido algo de enojo. Sin embargo,
considero que el sólo hecho de lograr estar un poco más cerca de
mis pensamientos y de las cosas que están en mi cabeza, sin tener
que considerar algunos de los conceptos que tradicionalmente se me
han repetido, es un gran avance.
Pues bien, antes de empezar a procurar estar más cerca de mis
pensamientos, empecé por buscar un silencio absoluto, lo cual
resultó bastante inquietante, pues era más el sueño que me
producía, que la concentración que podía obtener. Así, opte por
poner un tipo de música que me tranquilizara, un tipo de música
cuyo mensaje iba a ir algo en contra de lo que yo iba a considerar:
el reggae. Posteriormente, me ocupé de no tener hambre, de no tener
frío ni calor, de no tener nada que pudiera lograr que saliera de mí
misma para entrar en algo más. Habrá que admitir que es muy difícil
lograr estar cien por ciento concentrada, más en alguien como yo,
que se distrae fácilmente.
Cuando tuve todo
listo, quise escucharme atentamente y logré entender, que para
considerar algunas cosas del mundo y entenderlo se debe partir desde
el comienzo, esto es: el origen. “¿De dónde venimos? ¿Para dónde
vamos? ¿Con que fin existimos?” fueron algunas de las preguntas
que me asaltaron inicialmente. Luego noté que probablemente a mí y
a millones de personas les asaltaba eso a diario, así que tenía que
considerar algo más sencillo, más concreto. De ese modo, pensé que
en vez de preguntar de dónde venimos, debía preguntarme por una de
las respuestas que se han dado a esta pregunta: Dios. ¿Es posible
que exista un Dios? ¿Tenemos los medios para saber si existe o no
existe?
En ese punto, no
pude evitar recordar algunas de las teorías sobre la existencia del
mundo, sobre nuestro origen, lo cual no me resultó del todo
infructuoso. Pensaba que tal vez debería tener en cuenta que no es
posible haber salido de la nada y que todo debe tener un inicio
pero, al tiempo, consideraba que puede que el nuestro nos resulte aún
más desconocido de lo que creemos o peor, imposible de conocer. Así,
vale escribir un poco de lo que pensé de ellas, pues de ahí se
desprende lo único que tuve por cierto.
La teoría
creacionista vino a mi mente y me di cuenta que me resultaba molesto
pensar en ella. Dios todo creador nos había hecho y aparte de
hacernos, nos amó y, sin embargo, nos permite dolores y nos condena
si no usamos la facultad de elegir, que supuestamente nos dio, para
elegirle a él y obrar según sus reglas. He creído que parte de
las malas referencias que uno puede tener sobre Dios, incluidas las
que ahora señalo, han venido de los mismos hombres. Ideas que surgen
para condenarse entre sí, para llenarse de miedo, para procurar un
cierto tipo de elección. ¿Para qué? No lo sé y creo que no debo
ahondar mucho en eso, pues me extendería en cuestiones de más.
También tuve en
cuenta una de las teorías científicas: el big bang. Creí
que no debía tenerla muy presente pues los conocimientos científicos
que están en mi mente son limitados. Sin embargo, me ceñí a mi
sentido común y a la idea de que los conocimientos de todos los
hombres sobre todo son limitados. La nada explotó, dicen
básicamente, y yo pensaba y concluía: ¿cómo es posible que la
nada explote? ¿Para que algo explote, no necesita tener algo que lo
motive a explotar?
Así llegué a la
idea de que los hombres nos hemos preocupado demasiado por ofrecernos
respuestas sobre nuestro origen pero que, incluso hoy en día,
resultan insatisfactorias. En mis consideraciones, develo que las
respuestas sobre el origen que están ligadas a la fe o al amor o
que sitúan nuestra creación en algún ente externo, son en sí algo
que se asume de forma meramente personal y que, por tanto, no pueden
ser consideradas una verdad.
También puedo
ver, considerando una de las respuestas de la ciencia, que lo que se
ha ligado a nuestra razón y a nuestro conocimiento del mundo, de una
u otra manera, también ha resultado insatisfactorio ya que nos
propone algunas dudas y algunas ideas sobre cosas que no tenemos la
facultad de conocer. El universo es infinito y, nosotros, no.
Puedo decir que
considero que la existencia de Dios y las respuestas sobre el origen
se han venido tratando desde dos perspectivas: la fe y la razón. En
cuanto a la fe, cabe mencionar que no podemos basar una noción de
verdad en algo que es meramente emocional y que, por tanto, no
podemos afirmar por medio de ella que exista un Dios. En cuanto a la
razón, no puedo evitar recordar que he aprendido que tiene límites;
que no todo nos es posible de conocer y que por eso, aun con la
ciencia de por medio, estamos destinados a no entender ciertas cosas
que nos atañen, como por ejemplo: nuestro origen.
Así, concluyo
que no tenemos los medios, las facultades o como se le quiera decir,
para poder afirmar de manera contundente si existe o no un Dios y que
por tanto, somos también incapaces de saber si existe.