viernes, 28 de noviembre de 2014

Ensayo, Lesly Zabala

La noción de muerte y los múltiples caminos

A lo largo de mi vida académica, se me ha recalcado que la noción de muerte es una característica antropológica que distingue a los seres humanos de otras especies. En las civilizaciones primitivas cuando se inician los ritos alrededor del cuerpo de las personas que fallecen, surge la preocupación por el porvenir de lo que ocupada dicho cuerpo. Desde que nuestros ancestros se preocuparon por ello, se han gestado multiplicidad de formas de asumir el deceso de los humanos. Por un lado, se supone que hay algo más allá de la vida, razón por la cual se gesta un miedo generalizado a lo que nos espera en ese “algo” que es totalmente desconocido; como usualmente nos pasa, los seres humanos tendemos a temer a lo que no podemos conocer. Este miedo lleva a la creación de mitos que nos aseguran una buena muerte, un dejar de ser  bienaventurado y la llegada de la luz, el alma, o esa sustancia que nos hacía vivos, al mejor lugar que exista en el plano de la oscuridad y del misterio. Por otro lado, se asume que es imposible conocer lo que nos depara –si es que algo nos depara realmente lo que lleva a que algunos opten por apostarle a una vida llena de placer. De este modo, la preocupación ya no está en el después, sino en el ahora. Se asegura que si se tiene una vida buena, la muerte será de igual manera. La búsqueda del placer se hace placentera en sí misma. Es este caso, me parece que no hay un temor por morir, en la medida en que se vive de la mejor manera posible. Se acepta, además, que no es posible conocer con certeza eso que desconocemos, por tanto nos enfocamos en proveer y proveernos de los mejores placeres que podamos adquirir. 
De igual manera el deceso de nuestras personas cercanas se convierte en el fin de un ciclo. La nostalgia de la pérdida no se hace insuperable, si se ha vivido a su lado de manera plena. Algunas personas optan por no pensar en ello y obviarlo, otras deciden enfrentarlo de manera tranquila. Sin embargo, ninguna es mejor que la otra. Cada persona define su noción de muerte de acuerdo a los encuentros que le haya propiciado la vida, porque paradójicamente le damos valor a la vida solamente cuando la muerte se nos acerca. Quizás no soportamos la incertidumbre y el misterio de la muerte, pero somos muy tolerantes y asumimos con  menos preocupación las vicisitudes de la vida.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Ensayo, Juan Sebastián Navarro

La eudaimonía es un estado de la mente con el cuerpo, relacionado con el placer o la alegría. Cuando me pongo a pensar acerca de todas las cosas que hacemos cada día, las hacemos evitando el dolor y buscando el placer o como lo diría Aristóteles, la eudaimonía es el fin último de todas nuestras acciones.

Razón tenían los filósofos antiguos puesto que no estamos lejos de las escuelas hedonistas. Si bien recuerdo, una escuela era la cirenaica, la cual estipulaba que todos los deseos personales se debían satisfacer de inmediato sin importar el medio y los intereses de los demás. Y la otra escuela, era la epicúrea, cuyo propósito era vivir en continuo placer, sin embargo, a diferencia de los cirenaicos, el problema no era el placer mismo, sino los medios para buscarlo, para encontrarlo.

Somos personas que buscamos el placer y evitamos el dolor. Buscamos los medios necesarios para ser felices, claro está, los buscamos bajo unas leyes, unas reglas. No debemos pasar por encima de los otros para lograr satisfacer nuestras propias metas; algunos lo hacen, pero por lo general se procura no hacerlo.

Ahora bien, vale la pena preguntarse si somos felices. Yo por mi parte puedo atreverme a decir que no. La razón y la explicación consiste en que no podemos llamar a una persona feliz si alguna vez en su vida estuvo triste. Si es feliz, su condición, su esencia, su propiedad es que lo es constantemente. Así como el color azul es ser azul y no rojo, o la esencia del cuadrado es ser una figura geométrica que tiene cuatro lados iguales y además sus cuatro ángulos son iguales y rectos; sí llega a cambiar alguna de sus propiedades deja de ser cuadrado. Por tanto, la persona que es feliz, es feliz y no triste, sus propiedades no pueden cambiar.

Ahora bien, no podemos aseverar que una persona es feliz, aunque haya tenido ratos de felicidad en algunas ocasiones. Pues bien, podemos afirmar que las personas poseen pequeñas alegrías, esa persona está feliz, él o ella tiene pequeñas alegrías. Cualquiera de las afirmaciones anteriores da cuenta que la felicidad es momentánea, es efímera, es de un instante: no podemos llamar a ninguna persona feliz pues cualquier persona que se encuentra viva en este mundo ha pasado por ratos de amargura, tristeza, depresión, etc. Siguiendo la línea anterior, tampoco podemos aseverar que una persona es amargada, es triste, es depresiva, etc. Pues también son estados momentáneos que no definen a la persona, definen su estado momentáneo pero nunca, jamás, lo que realmente es esa persona.

La vida feliz no consiste en vivir con una sonrisa en el rostro, tampoco es vivir con un gesto fruncido, es reconocer que pasamos por diferentes experiencias que siempre son momentáneas, pequeñas, transitorias. A pesar de todo, siempre estamos evitando lo que para nosotros es el dolor, buscando permanecer en lo que para nosotros es el placer y a pesar de que intentamos evitar el dolor, nos topamos con él. Por ello debemos reconocer que la vida consiste en estar en un flujo constante de estados que nunca van a durar más de 100 años, reconocer que estar vivo es tener la facultad de experimentar diferentes sensaciones, algunas agradables otras no tanto.

Meditación, Juan Sebastián Navarro

Las ideas no provienen de la nada

Pienso, pienso que no tengo cuerpo alguno, mis manos, oídos, ojos, dientes, cada hilo de mi cabello, no existe, no está, se esfumo. Niego, niego todo aquello que descansa fuera de mi pensamiento, al negarlo ¿qué queda? No queda nada, podría decir el ingenuo, todo lo sensible se ha desvanecido en el olvido que provocamos en nuestro pensar.

Sin embargo, sigo pensando, algo atrevido y forzoso al reconocer que negué todo por medio del pensamiento pero no lo pude negar a él. Queda el pensamiento, mi propio pensamiento, soy un algo que piensa y ese algo lo reconozco como propio, yo soy un algo que piensa.

Al pensar reconozco que tengo ideas y estas ideas no pueden venir de la nada, pues nada viene de la nada, al reconocer está afirmación noto que poseo ideas de las cosas y si estas no vienen de la nada deben venir de alguna parte, mi imaginación, tal vez. No obstante, mi imaginación puede representar ideas siempre y cuando las imágenes o precisiones que de ellas tenga las haya visto antes. Por ejemplo, para imaginar un castillo de oro no es necesario que exista, tampoco he visto alguna vez alguno, sin embargo, tengo la idea de castillo y de oro y en mi imaginación, y puedo representar la idea de un castillo de oro.

Conjuntamente, las ideas no pueden surgir porque sí. De hecho, la sensación de calor no llega porque sí, llega porque estoy al lado de la pantalla, que emana calor y me veo obligado a creer en esta sensación puesto que existen cosas fuera de mí que me envían sus representaciones, por medio de los órganos de los sentidos. Si las ideas no llegan solas, no provienen de mi imaginación sino de una representación que alguna vez capté.

En estos momentos surge en mí la idea de una substancia finita cuya esencia alguna vez se verá en el abismo de la nada, pues dejará de ser. Pero qué sucede con la idea que tengo de una sustancia infinita, porque yo como sustancia finita la comprendo en la medida que yo soy finito, pero la idea de sustancia infinita no puede provenir ni de mi imaginación, ni de la nada, esta idea debe provenir de una substancia infinita y que siempre se le ha entendido así, Dios.

Para que una substancia sea infinita no tiene principio ni fin, no puede depender de nada puesto que si depende de algo sería finita, una substancia con estas cualidades siempre se ha entendido como Dios. Una idea que no proviene de la nada y mucho menos de la imaginación. Es en sí misma la idea de perfección, de infinitud y como las ideas no provienen ni de la nada, ni de la imaginación, en este caso la idea de Dios debe provenir de una substancia que en verdad sea infinita y qué mejor idea de infinitud que la que se despliega con la idea de Dios, cuyas cualidades son en sí mismas las enumeradas anteriormente.

Si Dios no existiese verdaderamente no tendríamos la idea de él, en tanto infinitud pues como se ha dicho mi imaginación es tan limitada que no ha tenido la vivencia de la idea de infinitud, pues no se logra representar la infinitud en sí misma. Por ello es indispensable una idea que logre abarcar lo infinito y esa representación es Dios.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Escritura espontánea, Juan Sebastián Navarro

En este momento puedo escuchar música, hablar con más de cinco amigos, ver noticias y todo desde el mismo dispositivo, la computadora. La comodidad que ha brindado el avance de las tecnologías es tal que se puede hacer de todo sin salir de la casa. No obstante, esto fomenta un sedentarismo terrible, las personas en general no hacen ningún tipo de deporte o ejercicio, se la pasan sentados.

La ventaja es que yo no debo preocuparme por ello, todos los días me levanto a las 6:50 am, para estar en el gimnasio a las 7:00 am, y ejercitarme hasta las 8:30 am, llegar a la casa a las 8:40 am, desayunar, arreglarme, realizar los trabajos para el día. Si es posible adelantar un poco la tesis, dirigirme a la universidad alrededor de las 2 pm y tener clase hasta las 5 pm. Luego debo dirigirme hasta el centro de lenguas de la Universidad puesto que tengo un curso de inglés de 6 pm hasta las 9 pm. Por tanto, estoy llegando a la casa alrededor de las 10 pm. Podría decir que tengo una agenda un poco ocupada, y sí, pero me alegra tener mi mente ocupada en tantas cosas y a pesar de todo puedo dormir las 8 horas recomendadas, aprender un nuevo idioma, estudiar filosofía y hasta ejercitarme.

Los fines de semana descanso, descanso haciendo la tesis, como tal no es un descanso pero realizo menos actividades de las acostumbradas. Ahora bien, algunos podrán decir que no tengo tiempo para el ocio pero se equivocan; me dedico a las pesas y creo que eso es ocio. Pero si no lo ven así, también tengo vida social los sábados, ya que salgo a bailar y de vez en cuando a tomar, también tengo novia y procuro verme con ella cada semana.

Tú, sí, tú. El que está leyendo este trabajo o el que lo está escuchando, puedes decir que no tiene ningún fin, pero para mí es tan importante como una comida, pues en este trabajo, realicé catarsis acerca de mis días, es más, podría atreverme a decir que este escrito puede servirle algún antropólogo en unos 500 años pues da cuenta de la vida cotidiana de una persona común. Además, si queremos resaltar un proyecto filosófico en este escrito podríamos hablar existencialmente pues en él se plasma cómo una persona en particular vive sus días, anhela su propia dicha, busca su propio camino, labra su propia suerte y sabe que algún día dejara de ser lo que es.

Si me pregunto a mí mismo qué era hace 22 años puedo decir con seguridad que era nada, y si me preguntase asimismo qué voy hacer en 150 años podre asegurar que nada, a menos que logré vivir tanto tiempo, que no creo. Voy a ser corpóreamente más nada que algo, y sin embargo, prefiero seguir jugando este juego llamado vida, aprovechar la posibilidad de existir, danzar al ritmo de la existencia.

Alguna persona puede preferir suicidarse y deja de prologar lo inevitable, la muerte. Empero, tomar esta ruta es dejar de sentir todas estas sensaciones que únicamente se pueden experimentar en vida; cada gota de lluvia, cada rayo de sol, experimentar el amor y vivir la tragedia, estar feliz un día y enfermo un mes. Un millón de sensaciones que sólo alguien que existe puede apreciar, no las recordaré cuando sea nada, pero mientras soy algo, tengo el placer que la nada no tiene, y es ser. Ser algo que ocupa un lugar en el espacio, pertenece a un tiempo, posee sensaciones, realmente soy un conjunto de todo; colores, formas, habilidades, emociones, etc. Soy todo menos nada. Soy, y si soy es porque vivo y vivir es un privilegio que la nada no tiene.

Aforismos, Juan Sebastián Navarro

Mi mente, mis reglas, mi reino y mi rey

El silencio es el mayor aliado para la meditación, para el pensamiento, para la negación, para la duda y para la verdad. Lo irónico del silencio es que tiene la cualidad de hacer gritar el pensamiento.

La “certeza” como la “verdad” deberían ir siempre en comillas.

He sido toda mi vida una víctima de las mentiras. Hombres, mujeres y niños ¿quién de todos ellos no ha mentido? Si mintieron alguna vez podrían hacerlo siempre ¿por qué confiar en ellos? Confió en mí y es lo único que basta.

La verdad resbala con mentiras y danza con verdades.

¡Oh Verdad!, que corrompe y daña verdad, que se afirma o niega, si se niega ya no es verdad, lo cual me impacienta y descontenta. Y descontento por no tenerla, pretendo buscarla en los laberintos que llamamos vida, lleno de dudas por no encontrarla pero feliz por intentar alcanzarla.

La duda es el mayor impulsor del conocimiento, sin embargo, el que duda y no investiga es como el que tiene hambre y se rasca la cabeza.

Los cinco caminos que nos ayudan a conocer este mundo y a los cuales denominamos sentidos, nos ayudan a percibir algunas cosas. No obstante, mi pensamiento, mi propio pensamiento, no sé de cuál camino provino.

La mente domina el cuerpo pero él sabe engañarla.

Pienso, pienso que no sé si lo que pienso proviene de la idea de lo que es o de lo que quiero que sea.

Escritura espontánea, David Alejandro Fonseca

No hay en el presente texto un fin propuesto, de entrada encontramos una invitación a no malgastar nuestro ocio en un tema aparentemente frívolo y vano. Montaigne dedica sus ensayos a sus familiares y amigos, la única pretensión que deja entrever el autor es la de reflejar en sus escritos algo de su temperamento y humor. A mi parecer, esta es la razón principal por la cual Montaigne escribe esta obra con un estilo ensayístico, pues, éste le permite desarrollar y presentarnos de manera escrita su modo de reflexionar, que resulta bastante particular en el ámbito académico.
No pretendía Montaigne más que darse a conocer de manera viva y completa, es una suerte de autoretrato, pero con la implicación de ciertas particularidades. No es un autoretrato en el que se quiere reflejar un buen vestir, ni unos andares estudiados, sino que se quiere retratar en su forma sencilla, natural y ordinaria. Aunque Montaigne expone que no hay artificio ni contención, reconoce y, en cierta medida, porfía, que se presentará al natural en la medida de lo posible, es decir, dentro de lo permitido por el respeto a las costumbres. De allí me surge la cuestión de hasta qué punto la obra tiene una especie de autocensura, y de que dicha obra resultaría aún más interesante, si se hubiera desenvuelto en la dulce libertad de las primeras leyes naturales.
En Montaigne, encuentro cierto nomadismo en su reflexionar, es un espíritu libre –retomando a Nietzsche–, pues, el espíritu libre siente el curso hacia la libertad como el impulso más fuerte de nuestro espíritu y, en contraste con los intelectos atados y firmemente arraigados, vemos casi nuestro ideal en un nomadismo espiritual.
La relación que encuentro con Nietzsche se debe a un aspecto muy particular y personal: la lectura es agradable y no implica sacrificios del intelecto. En ambos autores, aunque en un mayor grado en Montaigne, la escritura parece desarrollarse en una conversación muy natural, y los temas resultan muy habituales, temas que ordinariamente pueden surgir del diálogo y la embriaguez.
Me resulta atractiva la caracterización que realiza Montaigne de Alejandro y Calígula, personajes que superaran los límites de la necedad, que a mi parecer son el prototipo de una megalomanía enfermiza, que no satisfechos con la grandeza y el poder, buscan obtener omnipotencia, erigirse como dioses. Atacan de manera excéntrica y casi fantástica a quienes osan a oponerse a su poder, sin importar que estos sean los mismos dioses o la fortuna; incuban sentimientos de venganza titánicos.
En Alejandro estaba el valor y la valentía, era clemente pero ansiaba un gran enemigo valeroso, estimaba el valor como algo tan suyo y propio que a esas alturas no podía sufrir verlo en otro sin sentir el despecho de una pasión envidiosa. Era clemente porque sabía que el inofensivo gusano al ser pisado se enrosca, lo contrario ocurre con el valiente, con el gran enemigo que debe ser superado, pues, es una amenaza efectiva. Citando a Nietzsche: con esta voluntad en el pecho no se teme lo temible y problemático propio de toda existencia; se lo busca incluso. Detrás de semejante voluntad está el valor, el orgullo, el ansia de un gran enemigo.

Ensayo, Pedro Ávila

Ensayo sobre la pedantería

Así los veía pasar: con ese aire pretencioso que dejan al cruzar, creyendo que solo ellos son los pomposos académicos a quienes todos admirarán. Mas para mí, dicho viento es más contaminante que el smog de Bogotá. Ese vanidoso soplo que dejan ellos, con su sonrisa hipócrita, con sus gestos de desprecio e ironía, me hace estornudar, cubrirme con mi bufanda y dar media vuelta evitando ser contaminado por esa vacua vanidad intelectual.
Ese airesillo que cruza varios pasillos cercanos a este lugar, parece cubrir todo, permear todo: libros, textos, charlas, trabajos, discusiones, en general, todo. Parece una viral contaminación insalvable, incurable. Nos los deja en ningún momento, los hace reunirse entre ellos, entre los miembros de ese mismo mal; mal que para ellos no es tal. Para ellos es una virtud casi que otorgada por sus dioses –que no son más que sus maestros, sus autores predilectos, sus tutores o simplemente su consorte académico–. Ahí los ven llegar: a ese par de cónyuges unidos en uno solo. En un solo cuerpo, siendo uno. Pero solo estamos seguros de que uno de ellos se ha unido al otro, abusivamente, tomándolo y poseyéndolo sin más artilugio que el de una interpretación banal. Y aquel no se da cuenta de su fiel pareja. Aquel que en la mayoría de los casos ya ha partido de este espacio, ya no está aquí. No está en tanto cosa física, pero sigue estando en el presente amor fiel de su pareja. Que no lo deja olvidado en ningún momento y lo presenta a cada instante, orgullosa y prepotente, pues considera cual aferrado amante que este, su pareja, su cónyuge es el mejor, el más bello.
Así los vemos reunidos, como en un baile de salón: llegan galantes, trayendo a sus cónyuges consigo. Reunidos todos los de acá con sus cónyuges de allá, empiezan sus prepotentes discusiones: con un poco de materialismo histórico, de epistemología; algo de metafísica; y mucho de fenomenología, hermenéutica y filosofía analítica. Su gusto es ese: incomodarse unos con otros, pero a la vez aguantarse entre sí. Cual plaga que en un cultivo destruye la cosecha, ellos toman triviales experiencias, fútiles discusiones, efímeros textos –como este– y gozan, disfrutan, vanagloriándose de su saber simple,  de textos como este –de palabras que intentan agarrarse unas con otras, para medio defenderse– y cual roedor lo mordisquean por doquier hasta dejarlo estropeado y listo para la basura.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Escritura espontánea, Diana Sánchez

Sobre el pensar diverso

Todo el tiempo pienso en múltiples direcciones, sobre diversos sentidos, sobre un montón de situaciones y  todo lo pienso desde un sin sentido que acompaña mi forma de pensar. No poseo una dirección o tal vez unas reglas que acompañen mi pensar, muchas de las veces en las que hablo me parece que no es propiamente lógico lo que digo. Mi manera de hablar por momentos elocuente y racional, se esfuma en solo un modo del pensar, muchas veces cuando hablo lo hago a temperaturas distintas, en intensidades y colores múltiples.

El día en que mi hermana me abordadó y comenzó a contarme una versión más del desamor, pensé: ¡cuántas historias se han escrito entorno a esto!, algunas con un desenlace fatal otras simplemente superadas y echadas al olvido, cuántos psicólogos se han llenado la boca con palabras de cómo debe superar la crisis “lo predecible y fácil que puede ser”, para ellos es cuestión de seguir una regla. Pero tenía que escucharlo de labios de mi hermana para entender lo profundo de su dolor. ¿Qué podía decir? Cuantas veces no he sido víctima yo también del amor y sus demonios. Lo odiaba, creo que más de lo que ella lo odiaba, quería seguirle el rastro a aquel infeliz que tenía en tan profunda agonía a mi propia sangre; quería hacerle infinitas preguntas una tras otra, una tras otra casi sin escuchar respuestas. La incertidumbre, la duda ¿cuánto tiempo en tal quietud? Has querido verle la cara de idiota, qué vil, qué malvado, qué maquiavélico te he pensado, ex pariente.

En otro momento al calor de otra intensidad he pensado en lo distinto e inocente, tal vez lo que le pasa ha aquel hombre no tiene que estar intencionado a generarte algún mal; querida hermana, muchas veces necesitamos parar y suspender el tiempo para pensar de manera clara lo que queremos, pensemos que él pasa también por una agonía (de él con si mismo) ¡déjalo solo! Tu ausencia debe ser un profundo silencio que agudice su crisis.

Otra vez  tú, gracias por estar aquí, me he sentido débil en verdad, nunca me había visto así, tú has extendido tu mano y me has sacado del trastorno en el que me veía caer, no veo, no escucho, no puedo percibirme, siento frío. ¿Qué fue eso? ¡No me siento bien!, no soy yo, la  que siempre ha medido el tiempo, la que duerme menos para sacar más provecho de él, la que hace agendas para todo e infinitas listas de actividades, la fuerte, la vital, la que odia visitar a esos asquerosos administradores de la salud, médicos que ya no merecen tal nombre, pues no les preocupa la enfermedad. Me veo en la necesidad de visitarlos ¿para qué? ¿Acaso es una cuestión de sentido? ¿Qué necesito? ¿Un nombre para entender lo que me pasa?, un nombre, un nombre ¿eso me aliviará? Algún día me liberaré de ellos, me inventaré algo para prescindir de sus servicios, de sus definiciones. 

¿Por qué estas triste de nuevo? ¿Qué ha pasado ahora? Maldita sociedad enferma, lo comprendo todo, ¿cómo pueden dedicar su vida a tan vil oficio? Ladrones, miserables, facilistas, mediocres, al no tener trabajo prefieren robar… ¿no es culpa de algún estado?, ¡que ridículo! Creer que la educación podrá con esto es una ilusión por vivir. Una cosa tras de otra, pensarás que la vida se ha ensañado contigo, el desamor se abraza a tu corazón como una bestia sedienta que ha encontrado fuente, te quitan el fruto de tu esfuerzo diario, con un teatro de lo más ruin, dos personajes y tú en medio y no has podido distinguir la realidad de la ficción teatral, de nuevo te sientes estúpida, víctima de tu ambición. De manera diversa puedo pensar que eres víctima de tu propia acción y que como dicen algunos místicos el cosmos organizado cumple su ley. Recuerdas cuando ganaste en esa pirámide y que sabías perfectamente que cuando alguien gana en ese juego de la ambición, alguien pierde también.

Si ves la manera diversa de pensar, la vida se ensaña contigo, la vida te enseña algo o como lo dijo mamá envestida de otra intensidad y que ha sumado a todo esto, el fallo de su demanda a favor de su explotador, verdugo que ha vivido por años de su fuerza de trabajo y al cual le debe todas las enfermedades laborales que le atormentan hoy. ¿Por qué nos ha salido todo tan mal? Agrega ella. ¿Acaso no me has oído, Dios? ¿Por qué me tratas como a cualquier ser que no se preocupa por ti?, no es obra de ningún Dios madre, le he contestado. He mostrado con algunos ejemplos mi imposibilidad de pensar en un solo tono, en un solo color, a solo un nivel de temperatura, no tengo la regla, la ética, la tradicional filosofía que me ordena y me sujeta a una manera única de decir y ser verdad.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Escritura espontánea, Catalina Camino

Sobre algunos de los ensayos de Montaigne

Había creído que era mejor pensar con cuidado lo que iba a escribir antes de hacerlo, pues no quería cometer ningún error que después quisiera borrar, pues eso  sería simplemente deshonesto con el ejercicio propuesto.  Después, tras leer a Montaigne, me di cuenta de que lo más sensato era simplemente dejar volar mi escritura, dejar que tal vez lo poco o mucho que hubiera captado entre las líneas de sus cortos ensayos fueran la guía de mis manos. Puede que tal vez lo que estoy tratando de hacer no encaje con ningún tipo de escritura o con lo que el autor propone, no lo sé; sin embargo, si mal no recuerdo las palabras (escritas o dichas) solo valen la pena si salen alegre y libremente.  
En conformidad con lo leído, he llegado a pensar que no hay forma de garantizar que el medio que elegimos para un fin nos lleve a él. Tal como lo muestran los ejemplos que da Montaigne en su primer ensayo,  pese a que distintos medios nos puedan llevar a un fin semejante, no podemos garantizar la efectividad de esos medios. No sé si tal vez estoy diciendo cosas que no van en línea con lo que dice el autor pero, de todos modos, habrá que tener en cuenta que lo que escribo ahora está plasmado tal y como me sale, sin mucha consideración. Además, no escribo esto con ningún fin, no espero que sea leído en clase ni tampoco que tenga alguna consideración en especial; es más, ansío con todas mis fuerzas que este documento no sea conocido por mucha gente. En parte, porque puede que esté plasmando un poco de mí en él, al ser realizado de manera tan “suelta” y, también, en parte, porque creo que no me he podido liberar de los yugos que suponen las determinadas maneras de escribir que se enseñan en el campo de la filosofía. De modo que este tipo de libertad al decir o querer decir algo me hace sentir un poco insegura.
En fin, continuando con lo leído; quisiera resaltar la idea de que el hombre es un ser cambiante, un ser diverso y que, por eso mismo, lo que opine o juzgue de determinada cosa está y estará sujeto a cambio. Además, como seres (considero) bastante emocionales, también las emociones influirán en el cambio de un juicio, por ejemplo: cuando se está enamorado o enamorada, los juicios que se pudieran tener sobre esa persona en el pasado varían y, además, se vuelve difícil tener completa neutralidad con respecto a sus errores y falencias. 
 Somos criaturas que se pueden ver afectadas por cualquier cosa; recuerdo, con ello, una vez que imaginé que nosotros éramos como hormigas y que Dios era ese niño malvado con la lupa frente al rayo del sol; eligiendo uno por uno qué infortunio haría de llegar o de permitir. Luego me dije que tal vez uno siempre busca hallar un motivo para la desgracia, una razón que justifique el dolor o los improperios y que, de pronto, eso no tenía que ligarse a nada más que a uno mismo. Así, siempre nos hemos de empeñar en algo, en buscar razones, en realizar preguntas; tal vez por naturaleza, tal vez para justificar nuestros errores o, tal vez, porque no hemos encontrado la ruta para lograr entrar al hormiguero cuando el rayo se avecina. 
No tengo mucho más que escribir, he tratado de no pensar demasiado en lo que letra por letra voy diciendo, sino de decirlo y ya. Además, ahora tengo que pensar  qué título le pondré a lo que escribí, pues considero que fue una decisión inteligente el decidir ponerlo al final porque, de haberlo escrito antes, no tendría la oportunidad de corregirlo o de hacerlo ahora, que no se me ocurre nada más para decir.

Bibliografía
Montaigne, Michel. Ensayos. Tomo I. Trans Marie-José Lemarchand. Madrid: Gredos. 2005

sábado, 18 de octubre de 2014

Meditación, Diana Sánchez


Sobre el Ser y su morada en el interior. Más allá del yo pienso

Cada vez que tengo un tiempo para mí, para pensar, no dejo de preguntarme ¿Qué soy? En esta ocasión me preguntaré lo mismo pero trataré esta cuestión con mayor importancia. No dejaré que pase por mi pensamiento de manera fugaz, esta vez retendré la cuestión en mí y le daré la importancia que tiene.
La pregunta me aqueja cuando camino por la calle pero cuando me dispongo a meditar sobre ella: el grito de alguien, el ruido de los carros, las voces, el viento, la sonora cotidianidad distraen mi pensamiento. En otras ocasiones en medio de los trabajos del hogar y los compromisos universitarios resuena de nuevo, pero vuelve a escaparse de mí cuando recuerdo lo rápido que pasa el tiempo y lo poco que he avanzado en las labores diarias. Cuando veo a mi hijo y juego con él, creo ver en sus ojos, como a través de una ventana, su interior; esta vez ya no es la pregunta la que resuena en mí, esta vez veo una fuerza que me impulsa al encuentro con la verdad, al encuentro con alguna respuesta.
Quiero en esta ocasión buscar un refugio para meditar; afortunadamente en Bogotá todavía se encuentran lugares en los que se puede respirar aire fresco, apreciar el movimiento de los árboles y ver algunas mariposas. Pero sobre todo busco un lugar silencioso y tranquilo. También tengo conmigo algunos alimentos como frutas, queso y leche que me darán la energía que necesito y me ayudarán en caso de que el hambre me interrumpa.
Veo en los árboles el movimiento, las mariposas volar encima de las flores, veo el movimiento de las nubes y me pregunto ¿Qué es lo que mueve estas cosas? ¿Será acaso algo en su interior? ¿Qué me ha movido hasta aquí? ¿Qué puede haber en mi interior que dé respuesta a lo que soy?
Hasta ahora he entendido que soy cosa pensante, pero esta afirmación parece durar muy poco, pues esta identidad dura mientras la pienso, mientras tengo conciencia de que soy cosa pensante. ¿Puede acaso una idea tan fugaz constituir mi ser? Ésta idea puede fundamentar la ciencia, puede constituir un principio para el conocimiento, incluso puede ser un criterio de verdad, pero acaso puede responder a la pregunta ¿qué soy? Parece que la pregunta por el qué soy no se agota en el yo pienso. ¿Qué le pasaría a Descartes en su viaje al interior? ¿Acaso solo pudo encontrar el yo pienso? ¿No existe algo más?
Me detendré un poco en las preguntas y volveremos a la naturaleza. Parece que, en las cosas, el movimiento se da por otras es decir, por la relaciones de unas con otras, es cierto también que a veces me parece que tuvieran una fuerza intrínseca, porque puedo contemplarlas como si se movieran de manera independiente y no en relación. Pero cuando lo pienso mejor me es difícil contemplar un árbol fuera de la naturaleza, es como si al contemplarlo de esta manera (apartado) perdiera la fuerza que lo mueve. Entonces entenderé que las cosas de la naturaleza se mueven en relación.
Aun no encuentro alguna razón para entender que no solo soy cosa pensante, sino también cierta fuerza y además las preguntas se han multiplicado. ¿Es posible que la fuerza que mueve la naturaleza, sea la misma que constituye mi ser? Pero, ¿entonces mi ser se mueve en relación con qué? ¿O existe una fuerza intrínseca en mí? ¿Será ésta mi ser? Tomaré un descanso, me siento agotada y creo que es necesario detenerme, no quiero que me invada un afán por terminar, por concluir la meditación; comeré un poco de las frutas que he traído y tomaré un poco de leche, en verdad no creo que pueda entenderme como un objeto pasivo que dependa de otro para moverse, pues veo que cuando llueve corro para no mojarme y puedo entender que la lluvia hizo que me moviera. Pero es cierto también que muchas veces cuando llueve me he quedado quieta viendo como las gotas caen sobre mí.
Entonces existe una fuerza en mí que hace que me mueva o que decida quedarme quieta, una fuerza que me motiva también a entenderme como cosa pensante. Quiero dejar claro que primero soy una fuerza y luego puedo entenderme como cosa pensante. Soy una fuerza que piensa, que siente, que se mueve por sí misma, que no necesita permanentemente ser movida por algo de afuera; es una fuerza que está dentro mí y que soy yo, la que me impulsa a conocer, a amar, a temer, a soñar, a pensar.

Hasta aquí he podido afirmar que soy fuerza antes que cosa pensante y que de manera dudosa aún, parece que no necesito ser movida por nada fuera de mí. Es todo por hoy, creo que resuenan otras preguntas que no traté en esta meditación y son: ¿Cuál es el origen de esa fuerza? Sé que reside en mi interior ¿Pero seré yo misma la que la produce o acaso algo externo a mí? ¿Puedo yo producir una fuerza tan grande que me constituya cómo ser? ¿Será obra de alguna otra fuerza, tal vez mayor? Me es necesario meditar después, por ahora debo irme, la cotidianidad reclama mi presencia, es necesario incorporarme en el tiempo nuevamente y volver a la vida práctica.

jueves, 16 de octubre de 2014

Meditación, David Alejandro Fonseca

Luego de intentar cumplir con las no pocas condiciones que exige la meditación, a saber, el ocio seguro, la despreocupación, la comodidad existencial, la serenidad vital, el retiro, la distancia, la soledad y el estar dispuesto a meditar. Encuentro que de ellas únicamente puedo contar con la disposición, la soledad y en un menor grado la serenidad vital. Así pues, me dispongo a tener un dialogo interno, es decir, a meditar. 
Escudriñando en mi memoria encuentro los primeros acercamientos que tuve con las Meditaciones Metafísicas de Descartes, un acercamiento que se dio hace pocos años, en primer lugar, tengo presente en mí la siguiente afirmación: la existencia de Dios en Descartes no es más que el resultado del miedo que lo agobiaba por la posibilidad de ser ahorcado al igual que Galileo, es decir, que Descartes escribe sus meditaciones sólo por su miedo a la horca. Dicha afirmación me resulta poco convincente y talvez engañosa, luego de estudiar cuidadosamente las Meditaciones Metafísicas, lo que implica que cada cual como lector pueda y quiera meditar seriamente y desprender la mente de los sentidos, a la vez que de todos los prejuicios. 
En este punto hallo y desentraño las principales causas que me llevaron al prejuicio y a juzgar de manera apresurada de que las Meditaciones Metafísicas son sólo resultado del miedo de Descartes a la horca. Inicialmente, me topo con que en el primer acercamiento, como lector no tenía la disposición y ni siquiera conocía la relevancia de cumplir con las condiciones exigidas por el mismo Descartes, por lo que, las ignore arbitrariamente. En segundo lugar, tengo el recuerdo en mi mente de haber estudiado sólo las meditaciones que se consideraban centrales, es decir, que pase por alto la advertencia de Descartes de que las meditaciones están interconectadas, tienen un curso o hilo de acción que debe seguirse juiciosamente para que sean bien percibidas. 

Meditación, Vicky Espitia

Por Dios sigues existiendo cuando dejo de pensarte

Sábado en mi casa, mis hijas están donde su abuelita, mi Carlitos está trabajando; me encuentro en la casa con un gran interés de darle vueltas a algo que había visto en la clase pasada. Quiero tratarlo, darle via libre en mi pensamiento, que me permita si es posible una certeza en la noción del cogito. Tanto para entenderlo de una mejor manera o para concluir que no es posible mantenerlo en mis pensamientos.
Viendo el sol pasar por mi ventana, con sus grandes rayos de luz, me siento en mi sofá y enciendo una vela como introducción a mi práctica con el ejercicio; práctica que en mis tiempos juveniles utilizaba para leer la biblia logrando lo que ella misma insinúa “leer entre líneas” o lo que proponía la espada de la serie de gatos “ver más allá de lo evidente”.
Alisto mi porta, la luz, el ejercicio (su nombre completo es el ejercicio de la mente), un vaso de agua, mi cuaderno y mi esfero y retomando mi practica del silencio de las celebraciones, pero esta vez yo sola como participe comparto el ejercicio mientras pienso…
Descartes, después de cinco meditaciones en las que lo acompañe a ser osado al atreverse a dudar: dudo de todo lo que hasta el momento le habían enseñado como verdad, fue capaz de dudar de años de tradición. Preguntaba el cómo saber que no era falso lo que vivía, si pienso en un genio maligno que pueda ser el fabricador de  mis ideas del mundo engañándome de lo que sería la verdad. Un genio maligno que confabulado con  mis sentidos me engañe todo el tiempo: cuando de lejos pienso que el que está pasando por la calle es mi papá, el que camine sea el señor de la tienda.
No siendo suficiente, el gran placer de dormir se le convirtió en una algo confuso con la realidad que le permitiría dudar. Él volvía a sentir placer cada noche que en sus sueños se aparecía Elizabeth. Comentaba que llegaba a tener sueños que no podría diferenciar de la realidad. En ambos admiraba a Elizabeth.
Así, Descartes estaba en ese escenario de soledad en el que te sientes solo con tus pensamientos. Soledad, pensamientos, que le permitieron reafirmar su existencia. Iniciando con proposiciones como: soy una cosa que piensa llego a su cogito “Pienso luego existo”. Recuerdo que cuando lo leí me pareció una excelente deducción de su meditación, sin embargo, se preguntó por su existencia mientras no pensaba, que pasa en ese momento, porque efectivamente no dejaba de existir.
Y en este momento de su meditación llega la idea más clara y distinta para Descartes “Dios”.  Dios sigue permitiendo que el cogito se mantenga, legitima al cogito al convertirse él en su creador y  conservador. Dios como creador y conservador del ser humano permite que éste siga siendo, existiendo. 
Mi mente se detiene un momento y recuerdo el Dios Cristiano y me pregunto: ¿Cuál de los dos Dioses creadores de seres humanos y existentes nos haría menos daño al pensamiento humano: el Dios de Descartes o el Dios de Cristianismo? O si el mismo Descartes negó la existencia del genio maligno, por qué se cree en el diablo… llego mi familia.

Meditación, Catalina Camino

Sobre Dios, que no podemos saber si existe
Tengo cuidado al escribir, pues solo quiero dar cuenta de aquello de lo que me siento medianamente segura. En estos días, he procurado por tener la disposición y el espacio adecuado para considerar todo lo que pasaba por mi mente; de ello, no he logrado sino tener más dudas que certezas, lo cual me ha producido algo de enojo. Sin embargo, considero que el sólo hecho de lograr estar un poco más cerca de mis pensamientos y de las cosas que están en mi cabeza, sin tener que considerar algunos de los conceptos que tradicionalmente se me han repetido, es un gran avance.
Pues bien, antes de empezar a procurar estar más cerca de mis pensamientos, empecé por buscar un silencio absoluto, lo cual resultó bastante inquietante, pues era más el sueño que me producía, que la concentración que podía obtener. Así, opte por poner un tipo de música que me tranquilizara, un tipo de música cuyo mensaje iba a ir algo en contra de lo que yo iba a considerar: el reggae. Posteriormente, me ocupé de no tener hambre, de no tener frío ni calor, de no tener nada que pudiera lograr que saliera de mí misma para entrar en algo más. Habrá que admitir que es muy difícil lograr estar cien por ciento concentrada, más en alguien como yo, que se distrae fácilmente.
Cuando tuve todo listo, quise escucharme atentamente y logré entender, que para considerar algunas cosas del mundo y entenderlo se debe partir desde el comienzo, esto es: el origen. “¿De dónde venimos? ¿Para dónde vamos? ¿Con que fin existimos?” fueron algunas de las preguntas que me asaltaron inicialmente. Luego noté que probablemente a mí y a millones de personas les asaltaba eso a diario, así que tenía que considerar algo más sencillo, más concreto. De ese modo, pensé que en vez de preguntar de dónde venimos, debía preguntarme por una de las respuestas que se han dado a esta pregunta: Dios. ¿Es posible que exista un Dios? ¿Tenemos los medios para saber si existe o no existe?
En ese punto, no pude evitar recordar algunas de las teorías sobre la existencia del mundo, sobre nuestro origen, lo cual no me resultó del todo infructuoso. Pensaba que tal vez debería tener en cuenta que no es posible haber salido de la nada y que todo debe tener un inicio pero, al tiempo, consideraba que puede que el nuestro nos resulte aún más desconocido de lo que creemos o peor, imposible de conocer. Así, vale escribir un poco de lo que pensé de ellas, pues de ahí se desprende lo único que tuve por cierto.
La teoría creacionista vino a mi mente y me di cuenta que me resultaba molesto pensar en ella. Dios todo creador nos había hecho y aparte de hacernos, nos amó y, sin embargo, nos permite dolores y nos condena si no usamos la facultad de elegir, que supuestamente nos dio, para elegirle a él y obrar según sus reglas. He creído que parte de las malas referencias que uno puede tener sobre Dios, incluidas las que ahora señalo, han venido de los mismos hombres. Ideas que surgen para condenarse entre sí, para llenarse de miedo, para procurar un cierto tipo de elección. ¿Para qué? No lo sé y creo que no debo ahondar mucho en eso, pues me extendería en cuestiones de más.
También tuve en cuenta una de las teorías científicas: el big bang. Creí que no debía tenerla muy presente pues los conocimientos científicos que están en mi mente son limitados. Sin embargo, me ceñí a mi sentido común y a la idea de que los conocimientos de todos los hombres sobre todo son limitados. La nada explotó, dicen básicamente, y yo pensaba y concluía: ¿cómo es posible que la nada explote? ¿Para que algo explote, no necesita tener algo que lo motive a explotar?
Así llegué a la idea de que los hombres nos hemos preocupado demasiado por ofrecernos respuestas sobre nuestro origen pero que, incluso hoy en día, resultan insatisfactorias. En mis consideraciones, develo que las respuestas sobre el origen que están ligadas a la fe o al amor o que sitúan nuestra creación en algún ente externo, son en sí algo que se asume de forma meramente personal y que, por tanto, no pueden ser consideradas una verdad.
También puedo ver, considerando una de las respuestas de la ciencia, que lo que se ha ligado a nuestra razón y a nuestro conocimiento del mundo, de una u otra manera, también ha resultado insatisfactorio ya que nos propone algunas dudas y algunas ideas sobre cosas que no tenemos la facultad de conocer. El universo es infinito y, nosotros, no.
Puedo decir que considero que la existencia de Dios y las respuestas sobre el origen se han venido tratando desde dos perspectivas: la fe y la razón. En cuanto a la fe, cabe mencionar que no podemos basar una noción de verdad en algo que es meramente emocional y que, por tanto, no podemos afirmar por medio de ella que exista un Dios. En cuanto a la razón, no puedo evitar recordar que he aprendido que tiene límites; que no todo nos es posible de conocer y que por eso, aun con la ciencia de por medio, estamos destinados a no entender ciertas cosas que nos atañen, como por ejemplo: nuestro origen.
Así, concluyo que no tenemos los medios, las facultades o como se le quiera decir, para poder afirmar de manera contundente si existe o no un Dios y que por tanto, somos también incapaces de saber si existe.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Aforismos, Gloria Daza

Mirar alrededor y encontrar que estamos solos es reconocer lo imperfecto de nuestro ser, pero mirar alrededor y ver todo un universo es reconocer que estamos más cerca de la perfección.

¿Dios, qué soy para ti? Acaso solo una obra imperfecta, siendo tú tan gran obrero ¿por qué no me has terminado? Disculpa mi falta de entendimiento que me hace dudar hasta de ti.

Hoy me siento atada a mí entendimiento, aunque veo con asombro y de alguna manera con un tinte de esperanza, que la voluntad se asoma buscando mi libertad.

Voluntad no trates de adelantarte, ni creas que puedes ir más rápido que el entendimiento, porque aunque él se muestre un poco inseguro, si te das a la tarea de conocerlo, podrás llegar junto a él más lejos.

El entendimiento soñó un día que era infinito, pero despertó y se dio cuenta que no era verdad y, aunque no pudo conocer infinidad de cosas, se sintió bien porque se dio cuenta que él no era el responsable del error.

Por la infinita bondad de Dios los hombres fueron dotados de voluntad. Por la finita imperfección del hombre, doto la voluntad de error.

De toda la creación universal, ¡preciso! tengo que ser yo parte de las cosas más imperfectas.

Yo no sé si soy parte de un universo, o si  yo misma soy mi propio universo en donde desconozco tantas cosas que están abrigadas por mi recuerdo. Creo qué no podré saber sí existe otro universo, hasta que no viaje y conozca en totalidad mi espíritu.

Dios, para no sentirse solo, decidió acompañarse de las matemáticas que cuentan con una realidad tan clara y distinta cómo la de él mismo.

¿Qué sería de ti, Dios, si te faltara la existencia? el solo pensar en tú existencia parece no ser suficiente para que existas y, si no la tienes, no serías Dios. Mejor pienso en que eres Dios y que existes.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Carta, Lesly Zabala

Bogotá D.C, 22 de Agosto de 2014
Estimado amigo: 
¿Cómo no escribir hoy cuando me invade un sentimiento de nostalgia debido a su ausencia...? A pesar de los kilómetros que nos separan, no quisiera dejar de compartir con usted inquietudes sobre la vida que surgen de mis jornadas de lectura y de mis actividades cotidianas. Espero que, al igual que yo, usted extrañe esas discusiones que sorpresivamente terminaban pasadas por lluvia. 
Por estos días, caminando por uno de los lugares que frecuentábamos, me ocurrió que creí haberlo visto (claro, por razones físicamente obvias eso debía ser imposible), sin embargo, cada vez que observaba al sujeto que creía era usted, lo encontraba idéntico. Esta situación me hizo pensar que mi visión me estaba engañando y que, si no fuera porque usted está en otro país, hubiera creído que realmente era dicho personaje. Otro episodio similar me ocurrió cuando descansaba luego de la caminata, al dormir soñé que aquel sujeto sí era usted en realidad, que caminábamos, discutíamos y llovía como es usual, de manera tal que desperté confundida con la sensación de que el sueño se acercaba mucho a lo “real”. 
Recordé, entonces, las muchas veces que he creído ver, oler, escuchar o tocar algo que no era lo que inicialmente pensaba, y las veces en que he confundido mi estado onírico con lo que verdaderamente pasa en realidad. Así las cosas, me es imposible no dudar de lo que experimento a partir de mis sentidos. Sin embargo, creyendo que no es muy sensato confiar en lo que nos engaña, creo que tampoco se puede caer en la esquizofrenia y dudar de mi corporalidad, sus partes y las actividades que puedo, o no, realizar con ella. Esto le puede parecer obvio a una persona que confíe en sus sentidos, pero y ¿qué pasa cuando se sueña?, ¿cómo puede estar seguro de que en el momento en que lee esta carta no está soñando?, por ejemplo. Pues bien, yo me hice dicha pregunta al escribir. Pensé en que a pesar de los desfases de los sentidos es imposible no percibir una parte de mi cuerpo (mis manos), que estoy en un lugar determinado y no otro (mi casa), en una posición específica (sentada), enfocada en una actividad definida (escribiendo una carta). Contrario a lo que sucede cuando sueño, pareciera que las cosas que surgen en los sueños son como negativos o copias deformadas de la realidad, pues no puedo afirmar lo que le menciono anteriormente con la misma veracidad. 
Por esta razón, pienso que las cosas en tanto más universales y simples no caben en la categoría de imaginaria o falsa, como es el caso de los colores, las formas o elementos aritméticos como las cantidades, las magnitudes o lo números. Piense en que hay relaciones que no se modifican a pesar de nuestro estado como, por ejemplo, que la división de seis cantidades en dos tenga como resultado tres cantidades; o que un triángulo sea la reunión de tres segmentos, etc. Me parece, que no es posible dudar de estas cuestiones tan generales, a pesar de que existan variedad de instancias que nos alejan de las cosas verdaderas. Porque, note usted, que ni la imperfección de los sentidos ni el mundo onírico, hacen que esa relación aritmética, y geométrica, sea de otra manera.
Esta situación de la confusión con el sujeto y el sueño, le pueden parecer nimiedades y situaciones comunes, pero eso me llevo a pensar si ¿es posible que en lo que he creído durante toda mi vida resulta ser falso? ¿Cómo podría determinar lo que es verdadero? Analizando la situación creo que lo mejor es comenzar de cero, pues hasta el momento encuentro que soy engañada constantemente, y como le mencionaba, no es posible confiar en lo que engaña. Querer dudar de todo lo que constituyen mis creencias hace que tenga la necesidad de buscar los fundamentos que son verdaderos, pues todo lo que se edifique en ellos correspondería con la verdad. En cambio, si intentara determinar la veracidad de cosa por cosa, no me alcanzaría la vida para hacerlo. Para lograr encontrar dichos fundamentos debo alejarme de los sentidos, siento que estos me proveen de infinitud de creencias falsas. Para cuestionar este tipo de opiniones que tengo sobre el mundo me es necesario hacerlo en solitario, sin interrupción alguna y en total confort. 
Quisiera compartirle una última preocupación. Hay quienes creen que somos obra de un ser superior al cual se le denomina Dios y que lo existe es en tanto fue creado por él y que nuestras equivocaciones se remiten a su voluntad. Pero quiero creer que ese precepto no influye, por ahora, en la comprensión del por qué nos equivocamos y asumimos como verdaderas cosas en nuestra vida que terminan siendo falsas. Por ahora, me es necesario dudar de las opiniones que, al no ser tan evidentemente falsas como las de los sentidos o los sueños, pueden incurrir en serlo. Es necesario no confiar en aquellas cosas que por más familiaridad o costumbre de escucharlas no las considero tan nocivas. Posteriormente, si logro encontrar los fundamentos verdaderos, tendré un criterio para definir lo verdadero sin más. 
No quisiera despedirme sin antes decirle que, a pesar de que no veo posible dudar de cosas como mi corporalidad, hay momentos en que lo cuestiono. La hipótesis de un reconocido filósofo amigo es que existe un genio malvado que despliega sus facultades sobre nosotros al engañarnos. Si asumo que lo que opino sobre mi misma es absolutamente falso, es decir, que en realidad no tenemos ni ojos, ni manos, que no existe nada en absoluto como la tierra o el cielo, afirmo que tengo elucubraciones imaginarias. Esto me hace pensar que no quiero volver hacia el mundo y recaer en lo que el malvado quiere que crea. Dentro de mi sueño sentía plena libertad de pensar que efectivamente existo, temo que al momento de tener que despertarme y me encuentre con una realidad que trae a mí confusiones y nieblas, no vea lo que es verdadero.  
Me despido, estimado amigo, con la creencia que algunas de las cosas que le he escrito le sirvan en este momento que se encuentra lejos y cuenta con algunos de los elementos descritos para la posibilidad de cuestionarse acerca de lo creía como verdadero. Ojalá a su regreso nos sigamos permitiendo espacios para caminar y discutir sobre la existencia que nos demanda pensar sobre ella todos los días. 
Pd: Prometo no olvidar comprar un paraguas. 
Atentamente 
Lesly

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Carta, David Fonseca

Bogotá, 22 de agosto de 2014

Estimado amigo:
Con la presente no pretendo importunar e interrumpir las inquietudes filosóficas, que como me lo ha hecho saber, le aquejan constantemente, ni tampoco las difíciles reflexiones a que lo llevan dichas inquietudes. Simplemente, mi intención es darle un grato saludo, al igual que comentarle que he seguido su consejo de leer cuidadosamente el “Discurso del método” y las “Meditaciones Metafísicas”  de Descartes.
Dicha tarea la he emprendido encontrando principalmente en la Primera parte del “Discurso del método” cuestiones que me han resultado interesantísimas, me refiero específicamente al modo como Descartes caracteriza a grandes rasgos desde su niñez y su juventud el camino que lo llevó a formar un método mediante el cual él mismo procuró dirigir su razón. En mi caso fue inevitable encontrar cierta identificación, con respecto a que conforme uno se inserta con mayor curiosidad al estudio de las letras, al recorrer libros con el propósito de aprender y adquirir conocimiento claro y seguro, lo único que muchas veces se consigue es poner al descubierto la propia ignorancia.
Ciertamente, me resultó inquietante que luego de pasar varios años estudiando en el libro del mundo, Descartes resuelve estudiar en sí mismo para elegir la senda que debía seguir. Concluyendo que lo adquirido en el libro del mundo le resultó mejor que si no se hubiera alejado nunca de sus libros y de su tierra, al modo de un hombre de letras, que como lo describe Descartes discurre encerrado en su despacho, acerca de especulaciones que no producen efecto alguno.  
Cordialmente.

David Alejandro Fonseca Díaz

Aforismos, Vicky Espitia

Sobre la tercera meditación del texto de Descartes Meditaciones de la filosofía primera

Me siento en familia cuando estoy en mí.

¡Claro que soy un cuerpo! Pero no por eso tengo que confiar en él.

Si soy una cosa que imagina, desearé imaginar que no existo y que quien escribe existe, porque hay un lector que lo lee.

Sé que me gusta estar contigo, compartir contigo, pero hasta ahora sé que  es porque siempre traes una mariposa en tu pelo.

Incluso que me hagas creer que no existo cuando te esté pensando, y cuando no te piense, ni me piense, deje de existir para ti y para mí.

Como no tengo motivos para estimar que no hay ningún Dios o que lo hay, preferiré ser mi Dios. Pero… ¿Seré un Dios engañador como el del filósofo aquel? ¿Seré un Dios bueno como el del católico? No importa. Sea el Dios que sea tendré la certeza que soy, porque Dios siempre existe o porque pienso que soy.

Si no me he muerto, cómo no poder decir que la muerte es quedarse mudo en un mundo de palabras, por qué no decir en palabras mí idea sin temor de falsedad.

Como ver mi amor por ti como una idea que brota de mi pensamiento, si para mí, amor se resumen en ti y tú estás fuera de mí; o será que estoy cometiendo un error al considerarte fuera de mí.

No estás en mi pensamiento, sigues siendo una cosa fuera de mí.

Déjame corroborar que no estoy loca si digo que es por una luz natural que sé que existo, más loca sería si te dijera que existo porque un impulso espontáneo me lo hace ver así. Si la existencia dependiera de los sentidos, no se buscaría una verdad.

Que es más real: mi amor por ti o tú.

Mejor sería no existir, para no tener que venir de ti.

Bibliografía
DESCARTES, R. Meditaciones de la filosofía primera. Seguida de Objeciones y Respuestas. Trans. Jorge Aurelio Díaz. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009.

Aforismos, Pedro Ávila

Tercera meditación:
Acerca de Dios, que existe 

  1. Y como hallándose a sí; cual simple unidad que se piensa, omitiendo y separando de su ser todo lo externo a él, hallábase necesario una unidad pensante encargada de tal acción. El rechazo a lo externo de esta unidad (que existe solo cuando se está pensando, cuando está realizando la acción de pensar) es producto de la falsedad de tales cosas. Entonces ¿qué requiere dicha unidad para ser cierta? Teniendo en cuenta que aquella primera certidumbre es un conocimiento perceptible claro y distinto. 
  2. Un conocimiento de percepción clara y distinta solo será suficientemente, veras, si no se tiene duda de él. Lo verdadero es todo aquello que se percibe claro y distintamente, pese a la salvedad ya mencionada. 
  3. Antes de una primera certidumbre (la unidad que piensa) se tenía una falsa claridad de las cosas externas, producto de las ideas que dan los sentidos de tales cosas y que se presentan en la mente. Que esta falsa claridad haya sido aceptada en algún tiempo, no ha sido en virtud de la percepción. 
  4. Entonces ¿quién o qué hacía que se generarán falsas claridades? 
  5. Acaso ¿puede existir algún Dios al que, con su omnipotencia, le sería muy fácil engañar y generar falsas claridades; hasta de cosas más ciertas como la matemática o la geometría? 
  6. Es menester un examen acerca de Dios ¿Si este existe; si es un Dios embaucador? 
  7. Si no se examina la existencia de Dios, no se podrá estar cierto o seguro de algo.