miércoles, 29 de marzo de 2017

Yesica Cortés, Carta a Diana Acevedo


Bogotá, 27 de febrero de 2017


Querida Profesora Diana:

Comenzaré diciendo que es difícil y a la vez interesante escribirte de este modo. Difícil porque nos hemos acostumbrado tanto maestros como estudiantes de esta licenciatura a tener cierta distancia. Nos escribimos correos con cuestiones específicas a tratar. Escribimos trabajos y recibimos comentarios de este. Y esa es la manera en la que establecemos relación maestro-estudiante. Claro que se dan espacios para acercamientos más personales, pero no se dan en el espacio de la escritura o bueno ese es mi parecer. La mano también adoptó esta distancia y teme un poco a no estar escribiendo correctamente. Lo interesante es que estamos construyendo y posibilitando estos espacios de encuentro entre las letras.

Pienso en los estudiantes de primer semestre. En cómo les podría resultar este ejercicio. Felipe y yo hace un par de semanas nos hemos estado escribiendo por correspondencia, creo que nos ha funcionado, al menos siento que han salido cosas muy bonitas del ejercicio en sí. Hemos hasta abandonado un poco los medios en los cuales nos solíamos escribir. Yo encontré mi voz en este género literario. Y no espero que todos los estudiantes homogéneamente encuentren su voz aquí, sino más bien que sea la oportunidad y la apertura a otros modos de escribir y de encontrarse a sí mismo.

El martes en el seminario me animé mucho con la participación de todos. Por lo general es difícil hacer que los estudiantes hablen con entrega sobre un tema. Vi muchas manos levantadas y mucha disposición. Me parece que pasa esto porque se apropian realmente de lo que se está hablando, es algo que precisa de su atención porque los involucra.

Por último, quisiera mencionar lo complicado que es empezar a escribir la tesis. No encontrar las palabras, tener ideas y no poder escribirlas, la distracción, levantarse de la silla, tomar una ducha, volverse a sentar, volver a levantarse, ir a almorzar, volverse a sentar, escribir dos líneas, mirarse al espejo, escribir otra cosa, tomar té, escribir esto para despejarme y de nuevo regresar a la página en blanco.

Ahora que ya llevo página y media, mi preocupación está en seguir una misma línea sin desviarme, en delimitar lo que más pueda mis orientaciones en el trabajo y en saber si voy por el camino correcto. Me despedido en este párrafo, dejando abierta esta preocupación porque sé que la profesora ya ha pasado por este punto en el camino de la vida académica y sabrá aconsejarme como lo ha hecho hasta ahora.



Yesica Cortés

Andrés Atehortúa, Carta a Sergio Hernández


La filosofía y su presente (una muy breve consideración)

Hola, en efecto existe una dimensión en la cual ninguna fuerza externa debería intentar entrar impulsada por la pompa de la retórica y la seducción del discurso salvador, y es la dimensión privada. Por desgracia, a diario se hace patente una negación de una esfera privada auténtica: la universidad, el trabajo y los medios con su masificación construyen ideales de cristal. En consecuencia la posibilidad de pensar sin supuestos o imposiciones se convierte en el mayor tesoro de lo que podría considerarse un lugar libre. No obstante, y para contextualizar esa libertad que se cree contemporánea a los albores de la civilización, hay que entender que ella viene anexada a la defensa de la libertad de pensamiento, que es consecuencia del emerger de la noción de vida privada en su sentido más fuerte, y nace como un producto del pensamiento moderno. En esa dirección, Spinoza, como representante de ese pensamiento, se ampara en otros pensadores como Hobbes, Maquiavelo y su maestro Van de Eden, para ubicar el libre pensar como punto neurálgico de su teoría de Estado.

Ahora bien, esto lo menciono en favor de establecer la conexión tan fuerte que todavía tiene la actualidad con la modernidad, porque a pesar de los años la contemporaneidad aún lleva el traje impuesto por los ideales de la modernidad, lo cual en algunos aspectos es perjudicial en otros no. Sin embargo, como defensor del contenido semántico de las palabras, de su tradición y cuna, vale la pena pensar si en Grecia, donde toda esta historia del pensamiento empezó, ¿la libertad de pensamiento tenía cabida?

Esto vale pensarlo sobre todo para fijar los linderos que ha tomado la filosofía desde la antigüedad hasta la modernidad en algunas facetas de lo que era la relación de las personas consigo mismas y su comunidad. En esa medida, lo privado y todo lo que ello implica, como la libertad de pensamiento, no tenía cabida en Grecia. Por el contrario la filosofía en su momento culmen, que fue el periodo clásico, velaba por la formación del carácter para encaminar a unos pocos privilegiados a la vida política bien sea para tener participación en ella como lo veían Platón o Aristóteles o bien sea para actuar lejos de los asuntos administrativos como lo hicieron Heráclito, Epicuro o los Cínicos. En esa medida, la libertad y la política entendidas como la entendieron los modernos y quienes le siguieron dista mucho de las reflexiones filosóficas de los antiguos. Así, un primer ejercicio muy valioso y que efectivamente concierne a la filosofía como búsqueda y actividad en favor del conocimiento debería centrarse en pensar la actualidad semántica incluyendo conceptos como la libertad y la política. Pues así como usted bien lo dice si la filosofía, en su dinámica “pule los conceptos de manera que se pueda discernir conocimiento”, habrá que pensarse esos conceptos y quizá así silenciosamente obre en nosotros la libertad por la que tanta tinta y sangre se ha derramado.

No obstante, si se quiere volver a esa filosofía como actividad, como práctica, habrá que explorar tierras que la actualidad cultural nos ha hecho olvidar. Pues como bien lo menciona Heidegger hay un olvido del ser, siendo este ser producto de esa actividad del pensar. Por lo tanto para despertar de ese aletargamiento en el que se encuentra el pensar, éste, en amalgama con la filosofía, debe enfrentar una serie de fantasmagorías que, a diferencia de otros tiempos, no son monstruosas ni se encuentran ocultas en profundos abismos, no, los demonios que adormecen el pensar son bellos, coloridos, seductores: son slogan, son logotipo y mercadeo. Al igual que una flauta de Orfeo que calmaba las mayores fieras que la mente del mundo clásico pudo engendrar, nuestros tormentos también son musicales, visten a la moda y danzan en la máquina del progreso arrasando con la “obsoleta” nostalgia pasada. Por eso el reto no es para nada sencillo, y en favor de rescatar una libertad, la cual irónicamente no tenemos bien definida, debemos hacer como Ulises con las sirenas: atarnos al mástil de nuestro barco y sellar nuestros oídos con cera para que no entre la seductora propaganda infestada de ideales de ser y no ser. Y en efecto, esa cera y el mástil equivalen a un pensar ágil y activo que se consigue filosofando.

Naturalmente es un trabajo casi heroico lo que se avecina para cada uno de nosotros si en efecto aspiramos a defender la filosofía como recurso de dignificación humana. Pero como bien lo menciona la jerga popular: “hay que darle tiempo al tiempo” y un cambio real, significativo, solo es posible si tiene bases seguras, las cuales solo se consiguen con paciencia y empeño. Del mismo modo esa empresa por rescatar la humanidad que se ha perdido en la corrupción contemporánea, demanda corazones comprometidos, inflamados de amor que genera la fe en un mejor porvenir.

Y así como usted bien lo dice: la filosofía tiene mucho que pensar, inclusive pensarse a sí misma –pues las purgas se hacen de adentro hacia afuera–. Entonces, la filosofía tiene un amplio camino por recorrer, y aunque su accionar siempre parece furtivo, sus ecos se hacen realidades que se traducen en cambios totales. Por eso creo que la invitación para cada uno de nosotros como estudiantes y futuros profesionales en esta disciplina es velar porque esa silenciosa actividad, muchas veces considerada inútil, resuene en la atmósfera del tiempo y como marcha de guerra redoble en los corazones y mentes de cada uno de los miembros de la generación actual y las venideras. Por lo pronto con esto me despido. Gracias.

Laura Salcedo, Carta a Lizeth Palacios




Sergio Hernández, Carta a Andrés Atehortúa


Sobre el tema del ejercicio docente en virtud de la filosofía

Andrés, ya hemos discutido en ocasiones anteriores el necesario uso de la filosofía en la educación y, aún más, en el ejercicio completo de la vida. Vemos aquí que la filosofía nos permite concretar los parámetros propios de interacción con el mundo en su totalidad. Por supuesto, se puede vivir de igual manera sin tener en cuenta contemplaciones elevadas en un constante día a día, sin conocimientos que sobrepasen o sean ajenos al campo de acción diario. ¿Pero acaso la experiencia no nos muestra que, incluso en tales circunstancias, también se emprende un ejercicio contemplativo producto de la reflexión? Esto no es, pienso yo, un simple aprendizaje, sino que se encamina a una interiorización de una apreciación matizada para su “perfecta” concepción por la razón. Incluso, cuando se deja en términos tan amplios como el de “sentimiento”. Digo aquí, mi amigo, cuando me refiero a “perfecta”, que no está valorado por un sentido común, sino que se basta con la aprobación propia.

La filosofía pule los conceptos de manera que se pueda también discernir conocimiento, por lo que se convierte en elemental a la hora de hablar de un libre pensar. La opresión que recibe el libre pensar es el problema del que comprendemos, es la enfermedad que trae consigo las consignas de unidad a favor de un bien común, es decir, por el bien del pueblo, de la nación, de la Humanidad; y que por tal sensación de bienestar, de protección, somos sometidos a las condiciones que aquello conlleve.

Un libre pensar requiere y exige una expresión igual de libre. Recuerdo sobre este tema a Spinoza en su Tratado teológico-político, en donde dice que si se estudia correctamente las escrituras, se muestra que la religión nos permite la libertad de fe en cuanto a cómo debe ser nuestro ejercicio e interpretación de la fe y que, a la vez, no poseemos una libre expresión de la misma por convención social. Es por esta contradicción que Spinoza proclama en su obra una división rotunda entre la fe y la política. De igual manera pienso que la filosofía, por presentarse en campos tan diversos de expresión, no puede ser regida por la política. Recordemos a Epicuro y a Séneca cuando nos hablan de las dificultades de esta mezcla. Pero ¿acaso no cree usted, amigo mío, que la filosofía se ve obligada a inmiscuirse en el terreno de la política precisamente en defensa de la libertad, y que en consecuencia convierte al “filósofo” en un actor también político? Nos adentra en su juego y desea que puncemos con él, que nos probemos en poder con él para él aplastarnos en el suyo, su juego es el dominio y solo la filosofía le hace frente en defensa de la libertad.

Enseñar la filosofía emprende un sentido cuando vemos que la necesidad de ésta es innegable; pero no se puede enseñar a encajonarla ni a almacenarla, sino a ejercerla en total libertad de juicio. Los autores no son doctrinales, siempre se pude cerrar el libro y no leerlo más. Se debe mostrar que, como ellos, también se puede concebir un pensamiento propio, que son experiencias a aprovechar y no modelos ideales de conducta. En suma, el objetivo de la enseñanza, que depende del maestro, es enseñar a discernir conocimiento ejercitando un libre pensar. Hoy, como en otros tiempos es necesario combatir el pensar gregario.

Espero de corazón poder seguir puliendo este tema que tanto nos atañe, y que sea usted, mi buen Andrés, quien me ayude con eso.

Con aprecio, Sergio

jueves, 23 de marzo de 2017

Yesica Cortés, Taller uno

El texto escrito por nosotras(os)

En el primer taller cada estudiante tomó el fragmento del texto escogido para esa sesión, lo escribió a modo de tarjeta postal y se lo envió a alguien del curso. El destinatario, a modo de respuesta, lo interpretó y lo devolvió con sus propias palabras al remitente. En una próxima sesión, en una cartelera, intentaremos reconstruir el texto, pero con las respuestas e interpretaciones de las y los estudiantes.












Reflexiones pedagógicas 

Las presentes reflexiones fueron construidas con los participantes del taller en una sesión dedicada a dialogar sobre lo que se realizó, sintió y se pensó en este espacio:

“El sello personal”: La particularidad que cada estudiante construye en su ejercicio de corresponsal y de escritor/a en el taller. En torno a esta expresión pensamos que hay una necesidad de que el y la estudiante encuentre su propia voz en la escritura. En la búsqueda de esta voz se explora también la materialidad en la que plasmamos la escritura, en este caso la tarjeta postal. La creatividad en este punto juega un papel fundamental. Es en la exploración con el papel, la cartulina, los colores, las diversas caligrafías, las expresiones y ficciones, así mismo con nuestra forma de interpretar y comprender un concepto o texto filosófico que nos ponemos en la tarea de encontrar ese estilo que nos diferencia y nos pone en relación con el otro(a), con el compañero(a) al que le escribimos. 

La distancia: Algunos(as) estudiantes encontraron que era difícil escribir si el otro al que se le escribía no estaba lejos, es decir, escribir sin la sensación de distancia. Con respecto a esto hablamos un poco de lo que entendemos por distancia. Al parecer la primera intuición es que esta (la distancia) es geográfica y física. Pero puede que aparezcan otras distancias que se pueden dar cuenta en el ejercicio de correspondencias: lo que sentimos y cómo pensamos no es un proceso igual y homogéneo en todos los participantes del taller, parece que estas características nos diferencian y crean una distancia que permite que en la escritura le podamos dar cuenta al otro u otra eso que sentimos y pensamos. Esa diferencia podría entenderse como una distancia que posibilita el ejercicio escrito de correspondencias. 

La escritura en los primeros semestres: Se reflexionó en torno a la necesidad de que, desde los primeros semestres, se realicen ejercicios que permitan que las y los estudiantes se acerquen a la escritura y a los diferentes modos y dinámicas de escribir; que los estudiantes puedan ver sus falencias y fortalezas; y que aprendan a corregirse, así como a trabajar en sus potencialidades. Esto es un proceso largo y un camino que podrían emprender desde el inicio de su carrera universitaria. Además de esto, es importante que vean en su compañero o compañera de estudios un lector o lectora de confianza que puede acompañar y ayudar en su proceso de formación.

Yesica Cortés, Carta


Bogotá, 16 de mayo de 2016


Para: Amigo Anónimo

Te dirijo esta carta porque en nuestras diferentes conversaciones sale a flote el tema de vivir el presente, dado que tú lo prefieres de ese modo. Ahora que leo a Séneca y en especial para el tema concreto de esta carta su tratado sobre la brevedad de la vida quise procurar entenderla en harás de ver qué significa eso de vivir el presente. Eso que constantemente defiendes.

En Séneca entiendo el tiempo como algo que está en constante relación con la vida. Con esa vida que a veces parece ser corta, razón por la cual tu tratas de vivir ese presente y no ocuparte ni de los vestigios del pasado, ni de planear el futuro. No obstante, la vida solo podría ser corta, desde la perspectiva de Séneca, si no se la aprovecha, si no se invierte el tiempo adecuadamente. Es una cuestión que en este autor parece estar ligada con la buena administración de la vida.

Pero ¿qué implica invertir bien tiempo? Verás, invertir bien el tiempo para Séneca es ocuparse de sí mismo. Algo que en esta época y en este contexto poco se hace. Somos la extensión de otros, de nuestros jefes, de nuestras parejas, de nuestros amigos, en fin, no somos, ni hacemos para nosotros mismos, sino que nuestra vida se ocupa de complacer a otros, esto ya sea en términos laborales, económicos, sentimentales, etc.: “Ninguno se ocupa de sí mismo, cada uno se desgasta por el otro” (Sobre la brevedad de la vida III, 4) Sé que entiendes de lo que hablo, se también que te aburres constantemente en tu trabajo, de producir para los demás y sobre todo, te molesta no poder dedicar mayor tiempo a leer y a escribir. Y es que el tiempo que se vive realmente es el tiempo que se invierte en sí mismo. De otro modo, ese servir a otros, ese no estar consigo mismo es la propia muerte: “Haz memoria de cuándo te has mostrado firme contigo mismo en tus propósitos, de cuántos de tus días han terminado como tu habías previsto, de cuándo has tenido provecho de ti mismo…” (Sobre la brevedad de la vida III, 3). La verdadera muerte se encuentra en la ausencia de provecho en la vida misma.

Entiendo tu deseo de vivir el ahora, porque no quieres empezar a vivir (como lo proyecta mucha gente) cuando ya no se tiene energía para hacerlo, no quieres llegar a la vejez esperando vivir con las sobras de vitalidad que te quedan, porque “nadie te restituirá tus años, nadie te devolverá de nuevo a ti mismo” (Sobre la brevedad de la vida III, 5).

Pero no te desanimes, mientras tu tiempo libre, tus momentos de ocio estén direccionados a ponerte en contacto con los sabios de otras épocas, de otros tiempos y de otros lugares, mientras estés libre y siempre estés dispuesto a serlo para darte encuentro con la sabiduría, y para aprender, nada será en vano, solo de esa manera estarás vivo. Aprovecha el tiempo ocupándote de ti, llevándote a lugares mágicos que no solo se conocen con dinero, esos lugares que nos ofrece una buena lectura, se firme y disciplinado en tus convicciones, escribe si es la única manera en la que te puedes liberar de la esclavitud de una sociedad capitalista. Eso significa para mí, a partir de Séneca, vivir el presente, aprovechándolo en verdad.

Atentamente,

Yesica Cortés A.


Referencia bibliográfica
Séneca, L. (2008) Sobre la brevedad de la vida, en Diálogos. Madrid: Gredos. 

viernes, 17 de marzo de 2017

jueves, 9 de marzo de 2017

Sebastián Ardila, Aforismos

El significado paradigmático de la hermenéutica jurídica

  1. La metodología espiritual científica no admite un objetivo dogmático.
  2. Si se espera adecuar el sentido de una ley es necesario conocer su sentido originario. El jurista al igual que el historiador, piensa en términos históricos. Pero lo toma como un medio. Mientras que el historiador no se interesa en la labor del jurista, a saber, no le interesa la tarea dogmática como tal.
  3. Un historiador trabaja en la confrontación con la objetividad histórica a la que intenta ganar su valoración posicional en la historia.
  4. Un jurista reconduce la comprensión de la historia hacia una adaptación al presente jurídico.
  5. Si no se reflexiona sobre el cambio histórico, no sería posible distinguir entre el sentido original del contenido de una ley y el contenido que se aplica en la praxis jurídica.
  6. El jurista siempre se refiere a la ley en sí misma. Su contenido normativo no puede prescindir de un conocimiento histórico del sentido originario y está determinado respecto del caso al que se trata aplicarla.
  7. La labor del jurista y del historiador es la misma. Frente a un texto se encuentran en una determinada expectativa de sentido inmediata. Ninguno de los dos tiene acceso inmediato al objeto histórico.
  8. Solo hay conocimiento histórico cuando se entiende el pasado en su continuidad con el presente.
  9. Comprender e interpretar significan reconocer un sentido vigente.
  10. El objeto de la comprensión histórica no son los eventos de la historia, sino sus significados.
  11. La tarea de quien comprende en la hermenéutica jurídica es concretar la ley en cada caso, es decir, en su aplicación.
  12. La concreción de la revelación en la hermenéutica teológica la vemos en la predicación.
  13. Toda comprensión presupone una relación anterior con el texto.
  14. Para todas las hermenéuticas es claro que el sentido que se trata de comprender solo se concreta y se completa en la interpretación.
  15. Cuando se comprende se exige siempre la aplicación de sentido comprendido.
  16. Se comprende un texto desde la situación concreta en la que se produjo.
  17. El que lee un texto entiende que las nuevas generaciones comprenderán lo que él ha leído en el texto de una manera diferente.
  18. La comprensión es un tipo de efecto y se sabe a sí mismo como efectual.

Felipe Urrego, Tractatus


La actualidad hermenéutica de Aristóteles



1. Cuando se comprende se aplica algo general a una situación concreta.

1.11 La situación del interprete determina la forma en que el texto se comprende. Si no se relaciona el texto con la situación presente, la comprensión no será completa. Este es el fenómeno de la aplicación.

1.111 La aplicación se desarrolla a lo largo de todo el ejercicio de comprensión, no es anterior ni posterior a ella. Se desarrolla en conjunto en la búsqueda de la unidad de sentido del texto.

1.2 Se busca comprender el asunto del texto en general desde la situación concreta a la que se aplica.

2. La comprensión es más cercana al saber moral que al saber técnico

2.1 El saber técnico se define como la dirección del hacer por el saber.

2.11 El saber técnico es particular y sirve para fines particulares.

2.2 El saber moral se guía por directrices generales, pero debe responder según cada momento y situación. Completa un saber en cada caso.

2.21 El saber moral permite emitir juicios y emprender acciones adecuadas para cada acción concreta.

2.22 El saber moral no se restringe a objetos particulares porque afecta al vivir en general.

2.23 El saber moral exige un agente que actúa según lo que una situación completa pide de él en general.

2.3 La comprensión es una forma de juicio moral.

2.31 La comprensión implica desplazar el juicio de un intérprete en una situación concreta en la que actúa otro.

3. Las ciencias del espíritu tienen relación con el saber moral.

3.1 El saber moral no constata hechos porque no es un saber objetivo. Es un saber que se logra en situaciones particulares, todas diferentes.

3.2 El objeto de las ciencias del espíritu es el ser humano.

3.21 El ser humano es un ser de acción.

3.22 Las acciones implican cosas contingentes, que siempre pueden presentarse de modo distinto.

3.3 La acción humana se desarrolla en situaciones particulares, todas diferentes.

3.4 Las ciencias del espíritu requieren de la comprensión.

jueves, 2 de marzo de 2017

Edward Bermúdez, Aforismos


EL PRINCIPIO DE LA HISTORIA EFECTUAL 


1- El hombre no solo se interesa en los hechos históricos y en sus obras legadas, también tematiza sus efectos en la historia misma.

2- Nuestra ingenuidad puede ser tal, que solemos comprender los registros del pasado tal como comprendemos los del presente.

3- Es necesario, ya sea para comprender a una tradición, llevar consigo un horizonte histórico, aunque siempre se tenga el horizonte del propio del presente.

4- ¿Cómo aproximarnos a una interpretación adecuada? Probablemente poniendo a prueba nuestros prejuicios del pasado y del presente.

5- No es posible interpretar adecuadamente las obras de antaño si no fusionamos los horizontes del presente y del pasado.

Daniel Ortiz, Aforismo



“La actualidad hermenéutica de Aristóteles” de Hans G. Gadamer

Hacer sabiendo, saber haciendo

Aprender lo que aprendo, saber lo que sé ¿de qué me sirve tanto cuento si a la larga no lo voy a hacer? Y es que del dicho al hecho hay mucho trecho, pero no entre cualquier dicho y entre cualquier hecho, porque ciertamente es distinto decir que sé pegarle a un balón e ir a darle una patada, a decir que sé vivir e ir de embarrada en embarrada.

¿En qué radica la diferencia? En que para vivir no basta el saber, también hay que hacer. Hacer sabiendo y saber haciendo. Pensando para actuar; pensando y repensando, valorando todo lo aprendido, todo lo que sé; escudriñando en mí mismo y en las experiencias que he tenido con mi saber, cuál es la mejor manera en cada caso de hacer.

Parecería entonces que sí hago lo que sé, pero ¿primero sé y luego hago? O ¿voy sabiendo en la medida en que voy haciendo? El saber es necesario, pero no se queda quieto, se mueve y se mueve, se actualiza y enriquece cada que tengo que vivir, ¡siempre qué vivo! Por lo que tengo que hacer sabiendo y saber haciendo.