A propósito del taller de Consulta Filosófica realizado por Teresa Gaztelu el 20 y 21 de agosto de 2015.
En
este taller, con la profesora Teresa Gaztelu, se llevó a la práctica lo expuesto
por ella sobre praxis filosófica. La profesora Teresa tal como lo había explicado antes,
realizó un diálogo con una de las asistentes, diálogo donde se reflexionó sobre
el pensamiento y vida de la interlocutora, por su puesto, tomando como base el
estilo socrático (elénctica y mayéutica).
Durante
el ejercicio, los espectadores no solo analizamos cada pregunta y cada
respuesta, sino también la manera como se hacían las preguntas y la forma como
eran respondidas, incluso la gesticulación del rostro y del cuerpo, el tono de
la voz, etc. La idea era prestar atención a todo lo que estuviese ocurriendo en
este segmento de espacio y de tiempo. Al comienzo lo relacioné con una consulta
al psicólogo, pero luego comencé a encontrar el sinnúmero de diferencias entre
la consulta filosófica y la terapia psicológica, en especial la manera como, muy
socráticamente, la profesora Gaztelu intentaba que su participante sacara de sí
misma, de su propia vida, lo que ella quería saber. Poco a poco, ella iba
comprendiendo que sí sabía lo que quería y lo que debía hacer, solo que no
había tenido, tal vez, las preguntas correctas que debía hacerse y responderse
honestamente, para ello estaba allí la profesora Teresa. No se trataba de una
terapia guiada, con la lista de preguntas por hacer, era algo fluido que se iba
desarrollando poco a poco durante la consulta. Me encantó la manera como se
apeló a la razón todo el tiempo, es como si se le dijera a la interlocutora “tú
puedes pensar, hazlo ahora y actúa”.
Fue
inevitable para mí recordar que desde que era una niña jamás confié en los
psicólogos. Nunca me gustó que me dijeran lo que debía hacer con mi vida, algo
que para mi familia era terrible. Jamás sentí que tuviera algún problema, solo,
y ahora lo comprendo, no tenía las preguntas precisas que realmente necesitaba
hacerme. Me habría gustado ser la participante esa mañana, pero me dio temor,
creo que a todos los asistentes nos sucedió lo mismo, sobre todo por los
espectadores. A medida que avanzaba el ejercicio ya no me iba viendo como una
consultada sino como la persona que hace la consulta. Me sentí motivada y pude
encontrar una manera más de hacer filosofía, de llevarla fuera del aula, de los
libros, de los seminarios, una manera de hacerla práctica, de hacerla experiencia
de vida, de demostrar que sí es necesaria y relevante para la vida.
No es que no considere las emociones y sentimientos del ser
humano a la hora de la acción, pero creo que todo ello, si no va guiado por el
acto de la razón, siempre nos va a hacer regresar a las mismas preguntas: qué hicimos
mal, qué no hicimos o qué nos faltó hacer. Vengo de una familia religiosa, y
gracias a ello tuve la experiencia de ver y de vivir una vida donde te conducen
todo el tiempo: no puedes hacer esto, no puedes hacer aquello, no te atrevas a
pensar por ti mismo, solo debes obedecer y si te sientes frustrado, solo
resígnate y reza. Creo que la espiritualidad es muy importante, pero aquella se
fortalece en la medida en que me hago responsable de mis pensamientos y actos,
algo que se verá también reflejado en mi manera de ver el mundo y mi trato con
los demás.
De acuerdo a mi experiencia de vida, pude observar que la
consulta filosófica, tanto individual como grupal, en un lugar cerrado o
abierto, pero con todas las condiciones para evitar distracciones, es una
actividad muy necesaria en nuestra sociedad actual, pues no necesitamos que nos
digan qué hacer, es más, muy dentro de nosotros somos rebeldes en un principio
a este tipo de cosas, solo que con las experiencias duras de la vida y con
ciertos hábitos nos acostumbramos hasta tal punto de creer que es lo mejor que
podemos hacer. En nuestra sociedad se han venido desarrollando una serie de
costumbres que nos dicen todo lo que debemos hacer, esto me recordó mucho a
Foucault, la televisión, la religión, la política, incluso la misma escuela,
eje de la formación de toda persona. Todo esto conlleva a que las personas se
hagan dóciles, juiciosas y que hagan caso para que todo marche bien. Si te
sientes fracasado visita al psicólogo o ve a la iglesia, llora todo lo que
puedas y sigue viviendo igual, solo que ahora más resignado y paciente.
Creo que la consulta filosófica, implementada no solo en la
academia sino en cualquier institución, sería algo como un acto de revolución,
porque cuando comenzamos a pensar por nosotros mismos, y más aún cuando
llevamos a la práctica dichos pensamientos, todo comienza a cambiar, la vida
cambia y a nivel general la sociedad cambia. Habría una transformación
positiva, y aquello que en un inicio parecía una propuesta ingenua e inocente,
viene a convertirse en algo verdaderamente serio y relevante para bien de todos
los individuos, contemplaríamos su verdadera importancia. A la hora de hacer
personas responsables y maduras el papel de la consulta filosófica añadirá un
gran valor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario