jueves, 16 de octubre de 2014

Meditación, David Alejandro Fonseca

Luego de intentar cumplir con las no pocas condiciones que exige la meditación, a saber, el ocio seguro, la despreocupación, la comodidad existencial, la serenidad vital, el retiro, la distancia, la soledad y el estar dispuesto a meditar. Encuentro que de ellas únicamente puedo contar con la disposición, la soledad y en un menor grado la serenidad vital. Así pues, me dispongo a tener un dialogo interno, es decir, a meditar. 
Escudriñando en mi memoria encuentro los primeros acercamientos que tuve con las Meditaciones Metafísicas de Descartes, un acercamiento que se dio hace pocos años, en primer lugar, tengo presente en mí la siguiente afirmación: la existencia de Dios en Descartes no es más que el resultado del miedo que lo agobiaba por la posibilidad de ser ahorcado al igual que Galileo, es decir, que Descartes escribe sus meditaciones sólo por su miedo a la horca. Dicha afirmación me resulta poco convincente y talvez engañosa, luego de estudiar cuidadosamente las Meditaciones Metafísicas, lo que implica que cada cual como lector pueda y quiera meditar seriamente y desprender la mente de los sentidos, a la vez que de todos los prejuicios. 
En este punto hallo y desentraño las principales causas que me llevaron al prejuicio y a juzgar de manera apresurada de que las Meditaciones Metafísicas son sólo resultado del miedo de Descartes a la horca. Inicialmente, me topo con que en el primer acercamiento, como lector no tenía la disposición y ni siquiera conocía la relevancia de cumplir con las condiciones exigidas por el mismo Descartes, por lo que, las ignore arbitrariamente. En segundo lugar, tengo el recuerdo en mi mente de haber estudiado sólo las meditaciones que se consideraban centrales, es decir, que pase por alto la advertencia de Descartes de que las meditaciones están interconectadas, tienen un curso o hilo de acción que debe seguirse juiciosamente para que sean bien percibidas. 

1 comentario: