jueves, 25 de septiembre de 2014

Carta, Lesly Zabala

Bogotá D.C, 22 de Agosto de 2014
Estimado amigo: 
¿Cómo no escribir hoy cuando me invade un sentimiento de nostalgia debido a su ausencia...? A pesar de los kilómetros que nos separan, no quisiera dejar de compartir con usted inquietudes sobre la vida que surgen de mis jornadas de lectura y de mis actividades cotidianas. Espero que, al igual que yo, usted extrañe esas discusiones que sorpresivamente terminaban pasadas por lluvia. 
Por estos días, caminando por uno de los lugares que frecuentábamos, me ocurrió que creí haberlo visto (claro, por razones físicamente obvias eso debía ser imposible), sin embargo, cada vez que observaba al sujeto que creía era usted, lo encontraba idéntico. Esta situación me hizo pensar que mi visión me estaba engañando y que, si no fuera porque usted está en otro país, hubiera creído que realmente era dicho personaje. Otro episodio similar me ocurrió cuando descansaba luego de la caminata, al dormir soñé que aquel sujeto sí era usted en realidad, que caminábamos, discutíamos y llovía como es usual, de manera tal que desperté confundida con la sensación de que el sueño se acercaba mucho a lo “real”. 
Recordé, entonces, las muchas veces que he creído ver, oler, escuchar o tocar algo que no era lo que inicialmente pensaba, y las veces en que he confundido mi estado onírico con lo que verdaderamente pasa en realidad. Así las cosas, me es imposible no dudar de lo que experimento a partir de mis sentidos. Sin embargo, creyendo que no es muy sensato confiar en lo que nos engaña, creo que tampoco se puede caer en la esquizofrenia y dudar de mi corporalidad, sus partes y las actividades que puedo, o no, realizar con ella. Esto le puede parecer obvio a una persona que confíe en sus sentidos, pero y ¿qué pasa cuando se sueña?, ¿cómo puede estar seguro de que en el momento en que lee esta carta no está soñando?, por ejemplo. Pues bien, yo me hice dicha pregunta al escribir. Pensé en que a pesar de los desfases de los sentidos es imposible no percibir una parte de mi cuerpo (mis manos), que estoy en un lugar determinado y no otro (mi casa), en una posición específica (sentada), enfocada en una actividad definida (escribiendo una carta). Contrario a lo que sucede cuando sueño, pareciera que las cosas que surgen en los sueños son como negativos o copias deformadas de la realidad, pues no puedo afirmar lo que le menciono anteriormente con la misma veracidad. 
Por esta razón, pienso que las cosas en tanto más universales y simples no caben en la categoría de imaginaria o falsa, como es el caso de los colores, las formas o elementos aritméticos como las cantidades, las magnitudes o lo números. Piense en que hay relaciones que no se modifican a pesar de nuestro estado como, por ejemplo, que la división de seis cantidades en dos tenga como resultado tres cantidades; o que un triángulo sea la reunión de tres segmentos, etc. Me parece, que no es posible dudar de estas cuestiones tan generales, a pesar de que existan variedad de instancias que nos alejan de las cosas verdaderas. Porque, note usted, que ni la imperfección de los sentidos ni el mundo onírico, hacen que esa relación aritmética, y geométrica, sea de otra manera.
Esta situación de la confusión con el sujeto y el sueño, le pueden parecer nimiedades y situaciones comunes, pero eso me llevo a pensar si ¿es posible que en lo que he creído durante toda mi vida resulta ser falso? ¿Cómo podría determinar lo que es verdadero? Analizando la situación creo que lo mejor es comenzar de cero, pues hasta el momento encuentro que soy engañada constantemente, y como le mencionaba, no es posible confiar en lo que engaña. Querer dudar de todo lo que constituyen mis creencias hace que tenga la necesidad de buscar los fundamentos que son verdaderos, pues todo lo que se edifique en ellos correspondería con la verdad. En cambio, si intentara determinar la veracidad de cosa por cosa, no me alcanzaría la vida para hacerlo. Para lograr encontrar dichos fundamentos debo alejarme de los sentidos, siento que estos me proveen de infinitud de creencias falsas. Para cuestionar este tipo de opiniones que tengo sobre el mundo me es necesario hacerlo en solitario, sin interrupción alguna y en total confort. 
Quisiera compartirle una última preocupación. Hay quienes creen que somos obra de un ser superior al cual se le denomina Dios y que lo existe es en tanto fue creado por él y que nuestras equivocaciones se remiten a su voluntad. Pero quiero creer que ese precepto no influye, por ahora, en la comprensión del por qué nos equivocamos y asumimos como verdaderas cosas en nuestra vida que terminan siendo falsas. Por ahora, me es necesario dudar de las opiniones que, al no ser tan evidentemente falsas como las de los sentidos o los sueños, pueden incurrir en serlo. Es necesario no confiar en aquellas cosas que por más familiaridad o costumbre de escucharlas no las considero tan nocivas. Posteriormente, si logro encontrar los fundamentos verdaderos, tendré un criterio para definir lo verdadero sin más. 
No quisiera despedirme sin antes decirle que, a pesar de que no veo posible dudar de cosas como mi corporalidad, hay momentos en que lo cuestiono. La hipótesis de un reconocido filósofo amigo es que existe un genio malvado que despliega sus facultades sobre nosotros al engañarnos. Si asumo que lo que opino sobre mi misma es absolutamente falso, es decir, que en realidad no tenemos ni ojos, ni manos, que no existe nada en absoluto como la tierra o el cielo, afirmo que tengo elucubraciones imaginarias. Esto me hace pensar que no quiero volver hacia el mundo y recaer en lo que el malvado quiere que crea. Dentro de mi sueño sentía plena libertad de pensar que efectivamente existo, temo que al momento de tener que despertarme y me encuentre con una realidad que trae a mí confusiones y nieblas, no vea lo que es verdadero.  
Me despido, estimado amigo, con la creencia que algunas de las cosas que le he escrito le sirvan en este momento que se encuentra lejos y cuenta con algunos de los elementos descritos para la posibilidad de cuestionarse acerca de lo creía como verdadero. Ojalá a su regreso nos sigamos permitiendo espacios para caminar y discutir sobre la existencia que nos demanda pensar sobre ella todos los días. 
Pd: Prometo no olvidar comprar un paraguas. 
Atentamente 
Lesly

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