sábado, 25 de abril de 2015

Aforismos, Steven Castañeda

I
El corpúsculo, así como lo más propio de cada cosa en la naturaleza,  no permite el movimiento libre o desproporcionado de lo que está en su posibilidad; sino que lo libera según la especificidad de cada cosa. Es decir, la libertad consiste en medir o probar hasta qué punto se despliega la propia determinación de cada elemento en el mundo.

II
Se puede observar que el rayo es tan rápido como la luz y tan poderoso como un dios. El ojo óptimo verificador de la verdad puede parecer al notar aquella evidencia. Y nada podríamos asegurar que sea más o tan poderoso como un rayo. Pero ciertamente, más que el sentido de la vista, la Sabiduría es mejor develadora de la realidad; y al servir nosotros a ella, aquél don develador nos lo ofrece paulatina y sutilmente. Este es el de hacernos enterar que no todo es como lo vemos, sino que hay causas de las cosas que superficialmente vemos y que son más verdaderas y entendibles. Incluso tales causas son igual o más de fulminantes y han ido y van más rápido que los rayos de los cielos y son más potentes que el fuego de los volcanes. Pues su permanencia acaso es infinita y su creación es abundante.

III 
No se piense que el mar es algo desparramado y sin solidez, y la tierra algo aglomerado y sin armonía. Piénsese qué orden necesario y oculto hace que el curso de la naturaleza manifieste sus formas de tal manera, de tal condición que parezca desordenado o confuso para el hombre.
IV
Si las cosas en su especificidad no produjeran ellas mismas sus movimientos, acaso no militaría la diferencia y una calma invadiría la existencia de las cosas, las criaturas y los elementos. Pero el mundo y su curso parecen girar entorno a un perpetuo cambio que efectúa la confrontación, causado por un movimiento inducido por un poder interno en cada ser, que hace entender al que es testigo de estas evidencias (¿el hombre?), que todo es confrontación y lucha por un albergue y un lugar perecedero en el universo.

V
PEQUEÑA DESVIACIÓN O LIBRE ALBEDRIO 
Existe algo tan poderoso en la criatura humana que así como son capaces de las cosas materiales forzar el cambio determinado de las mismas y entre ellas; aquello potenciador que existe en el hombre puede favorecer del mismo modo u otro y refrenar en cierto sentido el curso de la materia, hasta doblegarla incluso. Aquella cosa parece insistir su presencia en el hombre y no en otras especies, y por ende proclamarse a la vez forjadora de un destino particular e incierto tanto para otras especies como para el mismo hombre. Pues su naturaleza decisiva consiste muchas veces en refrenar el aparente destino propio del mismo ser o transmutarlo…
VI
Toda materia posee su propia ley intrínsecamente, pero la materia y aquella ley intrínseca pertenecen a una ley mayor, propia de conjunto. Pues a esta última es asequible y propio un equilibrio en el cual no hay lugar a donde escapar de aquellas leyes universales, ni lugar de dónde generar unas nuevas leyes. “En la totalidad, los átomos producen las mismas cosas” (II, 295).

VII. I
Somos todos en uno y a la vez no lo somos. 

VII. II 
Un gran conjunto equilibrado es el ser de la materia y todas sus manifestaciones, por lo cual cada uno somos una de tantas manifestaciones y expresiones. Y a la vez no somos todos en uno porque precisamente funcionamos por individualidad, a razón de un límite que nos separa de lo otro externo. Tal límite nos indica el vacío que hay entre todos y no nos permite el mezclamiento o la armonía ideal con esa misma otredad o con el todo, aun cuando eso quisieran muchas doctrinas torpemente… “las cosas que se producen se diferencian en razón de su límite” (II, 518). 

VIII
El movimiento destructivo es al generativo lo que el caos al orden, la oscuridad a la luz o finalmente, lo que la muerte a la vida… Los dos compactan el inicio y el fin, la armonía, transformación, salvación, sepultura y perpetuación de las cosas.  

IX
Al  procurar conocer los principios de la naturaleza y sus respectivos designios, no nos daremos más cuenta de que su favor con nosotros es apartar del dolor a la mente humana. De ahí que aquella sensación negativa en el hombre, sea infringida por sus ambiciones de poder, riqueza y demás, y también por la ignorancia y falta de inducción al conocimiento y la contemplación de lo verdadero; ya que por ello se desvía en efímeros y fugaces objetos del deseo.  

X
El deseo, proyectado o concomitante a la naturaleza, forja sensata a la necesidad y pueril la ambición de abundante riqueza. “Algunos en compañía tirados sobre la blanda grama, junto a las aguas de un arroyo, bajo ramas de un árbol crecido, sin grandes gastos dan mucho gusto a sus cuerpos” (II, 25).

XI
Cuando huye el temor religioso, huye el temor a la muerte.

XII
A veces, como un niño que naturalmente teme a la oscuridad, un hombre puede vivir en un temor profundo, aun cuando su alrededor le sea todo luz, todo amparo y todo confianza.

XIII
Por golpe contra otro, o por propiedad de movimiento, los primordios son arrastrados o impelidos a moverse en el espacio.

XIV
No hay fondo, ni centro, ni nada que sostenga a todas las cosas.

XV
La búsqueda de una razón fundamentada subyace por una falta, el temor a la muerte.

XVI
Existen muchos cuerpos primarios que vagan por el vacío, a causa de no haber resistido la compactura inicial con otros para haber fundado algo más sólido. 

XVII
El movimiento es invisible y oculto, en comparación con la materia.


BIBLIOGRAFÍA
LUCRECIO (1995). La Naturaleza (Francisco Socas, Trad.). Madrid: Gredos. 2003

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