jueves, 11 de junio de 2015

Reflexión, Paola Valbuena

¿Y SI NOS REFLEJAMOS EN EL SENTIR DE LAS VÍCTIMAS?

A propósito del informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, capítulo V “Las memorias de los sobrevivientes” (2013) Bogotá: Centro de Memoria Histórica.

El mundo representa cada una de las acciones, los espacios, y las rutinas que a diario forjamos para construirle. En general, entender el mundo a partir de estos elementos nos posibilita el análisis de nuestro propio mundo. Pero ¿qué pasa si los elementos de ese mundo se ven alterados por un factor externo a nuestra propia convicción?

El presente escrito pretende tomar como tarea comprender y dilucidar de forma somera, cómo las víctimas del conflicto armado en Colombia ven su propio mundo desestabilizado y sin embargo se valen de acciones para afirmarse como personas activas que se sobreponen frente a ese ataque. Es preciso señalar que el recorrido de este escrito tiene la pretensión de apreciar levemente (así como el escrito del Centro de Memoria Histórica lo hizo en mí) el sentir de quien está al otro lado del conflicto, ese que aunque no lo quiera sigue siendo indolente frente al mismo. 

Inicio señalando que este texto nace a partir de la lectura de relatos de víctimas del conflicto armado. Avanzadas tan solo unas páginas de la lectura, se me presenta el interrogante que guiará el presente, ¿qué tan correcta es la concepción que tengo de una víctima? Debo aceptar –aunque con algo de vergüenza– que cuando pienso en una víctima se me presentan personas débiles, seres humanos cuya fuerza vital se redujo a causa de la violencia. Creo que si esa convicción personal se relacionara con cada relato que compone el informe del Centro de Memoria es posible desvirtuar completamente esa noción.

Los relatos muestran niños, niñas, hombres y mujeres, que a pesar de las circunstancias se contemplaban como sujetos activos de un conflicto en el que se encontraban en medio de tres fuerzas armadas (Ejército, AUC, Guerrillas). Se muestran relatos de ancianos que aunque conocen la realidad de la muerte y desaparición de sus hijos, de un modo peculiar enfrentan ese dolor llenándose de esperanza; hombres y mujeres que exponen su vida por salvar a un vecino; enfermeras capaces de encarar la muerte y salvar vidas; líderes políticos que se contraponen a ese sistema organizado y corrupto de Colombia. Entonces ¿qué aspectos pueden dar a pensar que hay debilidad en las víctimas de esos relatos?

La debilidad en particular se presenta cuando ante nosotros se genera una actitud respecto a las víctimas, como la de quien mira a través de un cristal a un animal encerrado en un zoológico, pensando en muchos casos “pobre” y contemplándole como un ser inferior. Pero sin deliberar en cuánta fortaleza se necesita para enfrentar una realidad que no es la propia, una que se construyó sólo porque otro lo quiso así. 

Pienso que el carácter que se le da a la víctima como un sujeto que debido a las circunstancias es considerado como inferior es una mirada podría decirse ‘burguesa’, de quien no quiere ni se propone conectarse con un entorno que en últimas no es tan ajeno. Comenzar a ver en la víctima rasgos más sobresalientes como la valentía, la fortaleza y la vitalidad, transforman por completo la perspectiva. 
Comprendido lo anterior, es relevante analizar éste escrito a partir de la palabra “compasión” con base en Milan Kundera. En innegable que  posiblemente muchos de nosotros sí hemos tenido compasión, pero esa compasión entendida desde lo que el mismo lenguaje de occidente describe para nosotros, un sentimiento que se funda en la lástima. Así se observa cuando Kundera expresa que:
Todos los idiomas derivados del latín forman la palabra «compasión» con el prefijo «com-» y la palabra pas-sio que significaba originalmente «padecimiento» (…) En los idiomas derivados del latín, la palabra «compasión» significa: no podemos mirar impertérritos el sufrimiento del otro (…) Este es el motivo por el cual la palabra «compasión» o «piedad» produce desconfianza; parece que se refiere a un sentimiento malo, secundario, que no tiene mucho en común con el amor (Kundera, 1988. p.20)
Pero qué pasaría si esa compasión se comprendiera desde ese otro significado, ese donde  el idioma no “forma la palabra «compasión» a partir de la raíz del «padecimiento» (passio), sino del sustantivo «sentimiento»” (Kundera, 1988 , p.21). Seguramente la actitud frente a ese otro –las víctimas– sería distinta, probablemente esa mirada “ilumina la palabra con otra luz y le da un significado más amplio: tener compasión significa saber vivir con otro su desgracia, pero también sentir con él cualquier otro sentimiento: alegría, angustia, felicidad, dolor” (Kundera, 1988, p.21). Opino que solo así ese reclamo incesante de las víctimas, ese grito que proclama que no se borre la memoria de una patria boba –que parece no ser una época sino un pseudónimo para Colombia– no sería tan ajeno a cada uno de nosotros. 

Leer el informe ¡Basta Ya! desde otra concepción, reflexionando cada relato que narran con dolor y valentía las víctimas de la violencia, nos beneficia personalmente porque nos abre una mirada a mundos distintos y tan lejanos a los nuestros, presentando tal vez caras desconocidas de nuestro propio ser. Pero también beneficia a las víctimas en algún sentido, les da la esperanza de que no habrá impunidad –aunque en el ámbito legal habitualmente la haya–; y beneficia al país, porque construimos una memoria colectiva, que en muchos casos podría ser un factor esencial para la transformación del mismo.  

Reflexión del ejercicio de escritura


Finalmente quiero abarcar la experiencia de este ejercicio de escritura rescatando el texto tal vez como reflexivo, pues aunque inicialmente el propósito era darle el carácter de performativo, pienso que me resultó muy complicado abarcar la temática que procuré desplegar a partir de lo performativo. 

Así mismo quiero agregar que posiblemente no sea un texto en sí mismo reflexivo, pues es evidente que el carácter expositivo que tal vez quería eludir, se me presenta en este tipo de escritura como un ejercicio mecánico y memorístico.

Para concluir debo resaltar lo enriquecedor que resulta encontrarse con otros géneros de escritura, pues pude deducir de ello que es indispensable comenzar a ejercitarme en otros estilos. De lo contrario puede que me restrinja a lo meramente expositivo y aunque esto no resulte en sí mismo negativo, creo que puede ser contraproducente ya que no permitir la exploración de otros estilos de escritura, podría inhibir un proceso de búsqueda por un estilo que me permita presentar con mayor claridad el contenido que quiera desarrollar.

Bibliografía
KUNDERA, Milan. La insoportable levedad del ser (1989). Ed. Planeta Publishing Corporation, 4/02/2014

No hay comentarios.:

Publicar un comentario