lunes, 8 de junio de 2015

Meditación, Andrés Felipe Urrego

Narrativa del dolor:
Del dolor como afecto, del recuerdo del dolor y del dolor como afecto narrativo
-Meditación, texto performativo-

A propósito del informe del Centro de Memoria Histórica "¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad", Cap. V. Las memorias de los sobrevivientes.

He realizado algunas lecturas y me han suscitado una pregunta que no logro concretar, quiero saber cómo puede recordarse el dolor. Haré una revisión de mis opiniones y de las posibilidades a las que me pueden llevar. Al preguntarme por el recuerdo tengo que remitirme a algo que parece ser un ejercicio meramente mental, pero si me pregunto por una experiencia de dolor no puedo despojarme de mi cuerpo pues tengo creo intuir que el dolor tiene que ver con lo perceptible y el cuerpo es el medio para ello. Aunque me encuentre en soledad y en silencio, debo analizar también lo que percibo y con lo que percibo; mi cuerpo está inmerso en la meditación.

Cuando pienso en el dolor lo puedo tomar en dos sentidos con los que comúnmente se usa el concepto. Primero, cuando me duele una parte del cuerpo por una acción que generó el dolor; de esta manera, por ejemplo, si golpeo mi mano contra la pared que tengo en frente, quedará la sensación de dolor tras realizar esta acción; o si me quito las gafas y sigo escribiendo sin ellas, tendré una sensación en mis ojos a la que también llamaré dolor. El segundo sentido en que se suele tomar lo doloroso es cuando una situación que no toca directamente mi cuerpo y considero grave, me causa un impacto tal que digo que me genera dolor; por ejemplo, si un ser querido muriera me generaría una tristeza tal que digo que duele. Pero ahora que pienso en estas dos posibilidades, veo que hay factores comunes entre ambas y se puede derivar un sentido unificado, claro está, con posibilidades de experimentarlo de diferentes maneras. El tema me suscita la distinción entre afecto y afección que hace Spinoza, y es que en ambos sentidos en los que tomo al concepto en cuestión he sido afectado por algo exterior, esta afección genera un afecto, es decir se crea un sentimiento en mí al que llamo dolor. Este afecto crea una disposición en mí frente al mismo, tanto corporal como mentalmente. Podría decirse que en la segunda posibilidad, el dolor no toca al cuerpo, pero si se revisan de cerca esas situaciones, lo que se siente no es una mera disposición psicológica, por ejemplo, por la ausencia del ser querido se dice que hay dolor porque el cuerpo enferma y siente la situación, hay sensaciones corporales que mantienen presente tal ausencia, como una especie de vacío, algo que se escapa a los conceptos y sólo es posible sentir. Esto me lleva a plantear una respuesta a la pregunta inicial, si lo que queda es un afecto de una afección que vivencié, el dolor se recuerda cuando de alguna manera recreo aquello por lo que fui afectado. Así por ejemplo, si miro la pared y la relaciono con mi mano y con cómo se golpeó, pienso en el dolor que esto me generó; otra forma de recrearlo es ver una cicatriz que pudo haber dejado tal afección, si pienso en mi mano enrojecida recuerdo la situación que propició esto. O si un ser querido está ausente y pienso en los momentos que compartíamos y la cotidianidad en la que vivíamos, el afecto de dolor se está recreando. Con este último ejemplo queda una posibilidad que abre más incógnitas, al recrear el afecto se está volviendo a sentir, en esta medida, recordar el dolor sería volver a sentirlo; y si bien la afección está siempre presente, el dolor también lo está. Volviendo al ejemplo, la constante presencia de la afección se manifiesta en la ausencia del ser querido y la irrupción de la cotidianidad que con él se tenía, que si se pone en paralelo con el ejemplo de mi mano, podrían tomarse como cicatrices. Se recuerda la afección y la misma lo afecta constantemente. Dije que el afecto hace que yo tenga una disposición frente al mismo, es decir, la manera en que soy en el mundo es diferente a la cotidiana cuando he sido afectado y tengo dolor, si me duele la cabeza, no me concentraré bien en mis tareas, por ejemplo. Pero si el dolor es constante e imparable, la manera en que soy en el mundo estaría siempre fuera de toda cotidianidad porque siempre la inestabilidad del dolor estaría sobre mí afectándome. 

Es complicado el hecho de que sea posible encontrarse con un dolor constante, porque yo no lo he sentido, llego a esos ejemplos porque es un ejercicio mental que puedo hacer, me es posible imaginar la vida sin un ser querido y el dolor que esto dejaría, pero aun de esta manera no me es posible sentir aquel dolor constante, sólo me imagino el efecto doloroso pero no puedo hacer una descripción más detallada porque mi disposición frente al mundo sigue siendo la misma, mi cuerpo no siente aquella ausencia constante, sólo llego a suponer el afecto del instante. Tengo que volver a la afirmación de que con el afecto la manera en que me soy en el mundo es diferente, de esto se sigue que el dolor en tanto afecto se exterioriza, me relaciono con lo exterior a mí de otra manera. Ahora bien, es posible que yo pueda acercarme a la experiencia del dolor constante por la forma en que otros la exteriorizan. Pero hay maneras de exteriorizar el afecto, unas más explícitas que otras, por ejemplo, la cicatriz que queda en mi mano tras golpearla con la pared puede ser evidente, así como mi queja en el instante del dolor, o una actitud apática que me haya quedado de ello. Pero si pienso en el dolor que puede generar la ausencia del ser querido es más complicado, se puede llorar, se puede tener cierta actitud, etc., pero al ser un dolor constante la exteriorización puede ser poco evidente para otro que ya me concibe con ella cotidianamente. Por lo menos en principio puedo deducir algo, y es que el afecto al exteriorizarse dice algo, las maneras de exteriorización son diversas y comunes entre diversos afectos, si no soy quien lo siente intento comprender lo sucedido; deduzco de lo anterior que la exteriorización del afecto es una narración interpretar. Según esto, entiendo por narración algo que me cuenta un suceso que causó determinado sentimiento, es decir, lo que se narra es la afección que generó el afecto.

Cuando la exteriorización es poco evidente busco formas en las que tanto la afección como el afecto son expresadas, esto es desde la voz de quien ha sido afectado. Cuando el otro me cuenta de manera explícita lo que sucedió tengo mayor cercanía con aquella afección. Así, vale traer a colación las lecturas que me hicieron pensar en las nociones que ya he tratado; revisé algunos relatos de víctimas del conflicto armado en Colombia, al hacerlo me di cuenta que cuando interpreto la narración me siento afectado por ella y así como sucedió con los primeros ejemplos, la forma de relacionarme con el mundo también cambia, y se crea en mí la necesidad de reaccionar frente al afecto. Decía que se recuerda cuando se recrea de alguna manera la afección, la narración del otro es un acto de recuerdo suyo que me comparte (así sea indirectamente). Estas narraciones que se quieren explicitar, no son sólo de manera escrita o hablada, también puede ser fotográfica, grabada, etc. Ver la foto de una de las víctimas que cuenta su relato también dice algo sobre su afecto, hay aspectos que se pueden interpretar de ella (no necesariamente conceptualizables). La narración como exteriorización del afecto es una forma de recordar de manera más intensa1 la afección, pero no implica que sea la única, en los relatos de las víctimas se muestra por ejemplo, que el hecho de volver al lugar en que ocurrió una masacre hace que el dolor se sienta de forma más intensa. Esto me dice que estos lugares también narran sobre el afecto, quizás de una manera más simbólica. 

De lo anterior hay un aspecto que no traté en mis reflexiones anteriores, cuando está presente el afecto parece haber una necesidad de reaccionar frente a él, si este genera más molestia que agrado hay un esfuerzo porque el mismo cese. Ahora bien si me siento afectado por la narración que el otro me relata quiero intentar que su dolor cese o por lo menos que tal suceso que le generó no se repita. Me apropio del relato del otro en un intento por sentir su afecto, en un intento de afectarme en tanto otro; aunque no podré llegar a eso porque no soy ese otro, el relato permite que yo me afecte por él, vuelva sobre mí y narre mi afecto, y además, hace que ponga la manera en que me relaciono con el mundo en contraste con aquella que me narran. Esta manera en que yo me relaciono con el mundo, es mi vida; el que el otro me relate su afecto, implica un examen de mi vida. De esta manera, por ejemplo, al leer los relatos de las víctimas me pregunto qué podría hacer yo frente a esto, antes de responder quiero analizar más aspectos.  

Algo que sucede es que no todos pueden ser afectados por la narración del otro. Los mismos relatos del conflicto lo dejan en evidencia. Agentes del conflicto como paramilitares, guerrilleros, o el mismo ejército no se interesan por el afecto de le víctima, no se sienten afectados por él ni quieren que este cese, de hecho, lo provocan; hay agentes que generan el dolor y parecen no ser conscientes del daño que esto implica, porque son incapaces de afectarse por el otro; pienso ahora en Hannah Arendt, podría decirse que estos agentes simplemente son incapaces de pensar, de examinar la vida, son como autómatas que siguen órdenes. Esto me ayuda a responder la pregunta sobre mi posible reacción frente al afecto que me generó el relato de las víctimas. Pienso en el rol de la filosofía como algo que posibilita el autoexamen y brinda condiciones para la vida en común, esto es, de poder afectarme por el otro, la narración me hace volver sobre mí y me hace pensar que tengo una responsabilidad en tanto ciudadano y parte de una comunidad. Que por ello soy agente del conflicto, que mi formación en filosofía tiene fines formativos, formación para el pensar, para evitar ese no afectarse; lo que implica replantear la forma en que se entiende la enseñanza de la filosofía, o por lo menos sus puntos de partida, que tradicionalmente suelen ser mera repetición de ideas y conceptos. Finalmente creo que es importante rememorar hechos como los sucedidos en medio del conflicto armado para que nos afectemos por ellos y reaccionemos de alguna manera, para evitar ese afecto molesto que llamo dolor y para reconocer que hay quienes lo tienen presente de manera permanente.

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