lunes, 11 de mayo de 2015

Reflexión, Mariana Moreno

Eludir, o sobre la ausencia del placer


Respuesta a "Fenomenología del daño: el “mal aire” y los rasgos del no-mundo para los habitantes del placer" de Ángela Uribe Botero.


Ante la imposibilidad de negar el mundo para los habitantes de El Placer, Putumayo, toma lugar  la expresión: “mal aire”. Aunque pueda parecer contradictorio, estas palabras nos hablan de algo que existe y es al mismo tiempo incomunicable; por tanto, la expresión no es más que un camino para soslayar aquello que es inherente a la experiencia. En otras palabras, el no-mundo entendido como una negación tácita de la existencia sería un equívoco, pues la búsqueda desesperada en el lenguaje para afirmarse de algún modo no ante la muerte, sino ante una situación irrevocable, hace parte de la vida misma. Lo que se expresa por medio de la acción de la palabra es una suerte de reivindicación ante la amenaza de la muerte, aún cuando no se está diciendo algo, no al menos unívocamente. 

Por otro lado, si asumimos la cotidianidad como una sensación de comodidad, ésta a su vez podría asociarse con el placer, siendo éste una suerte de satisfacción o, para el caso de los habitantes de El Placer, la seguridad ante la muerte como una posibilidad remota, no latente. 

Propongo entonces la inseguridad como una categoría importante para pensar el sentir que se oculta tras la expresión “mal aire”. Dicha inseguridad se traduce finalmente en una convivencia directa con la muerte y convivir implica, además, tener la conciencia de la muerte como un acontecimiento que no puede ubicarse por completo en el pasado porque su carácter es inminente.

Acostumbrarse a la muerte. La costumbre, que aparece en  la noción de mundo arendtiana como una condición necesaria para su existencia; esto es, su conexión directa con la realidad, se ve transformada para los habitantes de El Placer en una sensación de angustia perenne, en una realidad atemporal. La relación entre tiempo y espacio que, entre otras cosas, posibilita la existencia se convierte así en una imagen difusa y aparece de forma imprecisa solamente para quienes viven la experiencia del “mal aire”.

Finalmente, quisiera aclarar que esta dilatación de las imágenes, a propósito de la forma confusa en la que van apareciendo, viene de un desequilibrio entre el tiempo y el espacio. Se es consciente de la vida, pero no se puede continuar con ésta en condiciones normales (con la sensación placentera de la muerte como una posibilidad remota) porque al mismo tiempo se es consciente de la muerte. Imagino a los habitantes de El Placer preparándose un café, jugando parqués o incluso riendo “como de costumbre”, con la plena consciencia de haber perdido a sus familiares e incluso, como se menciona en el texto, el sentido mismo de la vida. Imagino, paralelamente, como si fuese la escena de una película: la muerte con un rostro, una voz y un cuerpo, contando  historias mientras ríe y bebe café. 



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