lunes, 11 de mayo de 2015

Reflexión, Mariana Moreno

Sobre el proceso de escritura

Mediodía, lunes

Antes de referirme al proceso de escritura, es preciso que mencione el temor a la hoja en blanco como una actitud que precede la escritura de cualquier texto, incluso a este. Ante la propuesta de una escritura “libre” hubo dos preguntas que me produjeron un sentimiento que llamaré (quizás, equívocamente) angustia; la primera inquietud, ¿qué escribir?  Y la segunda, ¿cómo?

Coloquialmente, haré algunas observaciones sobre esta primera pregunta. Si a uno le piden un ensayo, la cosa está más o menos clara, se sabe que siempre existirá el auxilio cómodo de las citas (por lo menos cuando uno presiente que el argumento propio cojea) o que simplemente no se sabe cómo poner una idea en palabras; que, primero, es ajena y, además, ya está bien escrita; por otro lado, casi se ha hecho costumbre (tal vez, debería decir “se me ha hecho costumbre”) seguir indicaciones, en las que no solamente se especifica el tipo de texto, sino que se alude al tipo de letra y hasta el espacio que se debe dejar entre línea y línea, en una palabra: ¡todo! La sensación es la misma, cuando a uno le piden que dibuje lo que quiera, eso se daba muy fácil en alguna época de mi infancia, luego fue más difícil y ahora parece casi imposible, aprovecho para decir que ahí reside la profunda admiración que tengo por los poetas y los autodidactas.

Respecto a la segunda pregunta que, por supuesto, tiene una estrecha relación con la primera, comienza la confrontación con la hoja en blanco. Es muy difícil llegar a las tres primeras líneas, se borra y se escribe sistemáticamente n número de veces y uno sospecha que el temor a la escritura es el temor a que otros vean quién se refleja en el texto, porque en efecto, si las líneas que se escriben son propias, a medida que se avanza, el texto adquiere un rostro (esto también sucede en los textos académicos; empero, no es tan evidente). 

Luego, la decisión que tomo para este primer ejercicio de escritura, que considero fue un tanto peligrosa, consistió en proponer una crítica de carácter filosófico. Ahí el problema es mucho más grande, porque ante la posible observación “esto no se sigue” no  tendría una respuesta que secunde determinado epígrafe o frase de alguien que en efecto sí es “autor”. La razón posiblemente, es que el peligro inminente no era solamente para mí, sino para el lector que tendría que volver al principio del enredo, a la propuesta de una escritura libre. 

Por último, no siendo esto menos importante, en algún momento de la escritura tuve que recurrir a la narración. He sentido muchas veces la necesidad de hacerlo en otros textos, pero difícilmente eso podría recibir el nombre de argumento y quizás irrumpa con el ritmo de lectura que uno busca en un ensayo o ponencia; sin embargo, es algo que quisiera seguir explorando, con todas las discusiones y problemas que esto pueda traer, consciente además de que lo ya mencionado en esta página adquiere también un carácter problemático y por discutir. Pero hay que hacerlo, como por ver qué sucede.

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