jueves, 20 de noviembre de 2014

Ensayo, Juan Sebastián Navarro

La eudaimonía es un estado de la mente con el cuerpo, relacionado con el placer o la alegría. Cuando me pongo a pensar acerca de todas las cosas que hacemos cada día, las hacemos evitando el dolor y buscando el placer o como lo diría Aristóteles, la eudaimonía es el fin último de todas nuestras acciones.

Razón tenían los filósofos antiguos puesto que no estamos lejos de las escuelas hedonistas. Si bien recuerdo, una escuela era la cirenaica, la cual estipulaba que todos los deseos personales se debían satisfacer de inmediato sin importar el medio y los intereses de los demás. Y la otra escuela, era la epicúrea, cuyo propósito era vivir en continuo placer, sin embargo, a diferencia de los cirenaicos, el problema no era el placer mismo, sino los medios para buscarlo, para encontrarlo.

Somos personas que buscamos el placer y evitamos el dolor. Buscamos los medios necesarios para ser felices, claro está, los buscamos bajo unas leyes, unas reglas. No debemos pasar por encima de los otros para lograr satisfacer nuestras propias metas; algunos lo hacen, pero por lo general se procura no hacerlo.

Ahora bien, vale la pena preguntarse si somos felices. Yo por mi parte puedo atreverme a decir que no. La razón y la explicación consiste en que no podemos llamar a una persona feliz si alguna vez en su vida estuvo triste. Si es feliz, su condición, su esencia, su propiedad es que lo es constantemente. Así como el color azul es ser azul y no rojo, o la esencia del cuadrado es ser una figura geométrica que tiene cuatro lados iguales y además sus cuatro ángulos son iguales y rectos; sí llega a cambiar alguna de sus propiedades deja de ser cuadrado. Por tanto, la persona que es feliz, es feliz y no triste, sus propiedades no pueden cambiar.

Ahora bien, no podemos aseverar que una persona es feliz, aunque haya tenido ratos de felicidad en algunas ocasiones. Pues bien, podemos afirmar que las personas poseen pequeñas alegrías, esa persona está feliz, él o ella tiene pequeñas alegrías. Cualquiera de las afirmaciones anteriores da cuenta que la felicidad es momentánea, es efímera, es de un instante: no podemos llamar a ninguna persona feliz pues cualquier persona que se encuentra viva en este mundo ha pasado por ratos de amargura, tristeza, depresión, etc. Siguiendo la línea anterior, tampoco podemos aseverar que una persona es amargada, es triste, es depresiva, etc. Pues también son estados momentáneos que no definen a la persona, definen su estado momentáneo pero nunca, jamás, lo que realmente es esa persona.

La vida feliz no consiste en vivir con una sonrisa en el rostro, tampoco es vivir con un gesto fruncido, es reconocer que pasamos por diferentes experiencias que siempre son momentáneas, pequeñas, transitorias. A pesar de todo, siempre estamos evitando lo que para nosotros es el dolor, buscando permanecer en lo que para nosotros es el placer y a pesar de que intentamos evitar el dolor, nos topamos con él. Por ello debemos reconocer que la vida consiste en estar en un flujo constante de estados que nunca van a durar más de 100 años, reconocer que estar vivo es tener la facultad de experimentar diferentes sensaciones, algunas agradables otras no tanto.

1 comentario:

  1. Creo que una de las cosas interesantes de tu aporte, Juan Sebastián, es que utilizas un recurso de Montagine: la manera como va cambiando de opinión a través de la indagación del ensayo. Muchas veces eso se ve como una contradicción, pero es solo el reflejo de que el pensamiento está en movimiento.

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