miércoles, 19 de noviembre de 2014

Ensayo, Pedro Ávila

Ensayo sobre la pedantería

Así los veía pasar: con ese aire pretencioso que dejan al cruzar, creyendo que solo ellos son los pomposos académicos a quienes todos admirarán. Mas para mí, dicho viento es más contaminante que el smog de Bogotá. Ese vanidoso soplo que dejan ellos, con su sonrisa hipócrita, con sus gestos de desprecio e ironía, me hace estornudar, cubrirme con mi bufanda y dar media vuelta evitando ser contaminado por esa vacua vanidad intelectual.
Ese airesillo que cruza varios pasillos cercanos a este lugar, parece cubrir todo, permear todo: libros, textos, charlas, trabajos, discusiones, en general, todo. Parece una viral contaminación insalvable, incurable. Nos los deja en ningún momento, los hace reunirse entre ellos, entre los miembros de ese mismo mal; mal que para ellos no es tal. Para ellos es una virtud casi que otorgada por sus dioses –que no son más que sus maestros, sus autores predilectos, sus tutores o simplemente su consorte académico–. Ahí los ven llegar: a ese par de cónyuges unidos en uno solo. En un solo cuerpo, siendo uno. Pero solo estamos seguros de que uno de ellos se ha unido al otro, abusivamente, tomándolo y poseyéndolo sin más artilugio que el de una interpretación banal. Y aquel no se da cuenta de su fiel pareja. Aquel que en la mayoría de los casos ya ha partido de este espacio, ya no está aquí. No está en tanto cosa física, pero sigue estando en el presente amor fiel de su pareja. Que no lo deja olvidado en ningún momento y lo presenta a cada instante, orgullosa y prepotente, pues considera cual aferrado amante que este, su pareja, su cónyuge es el mejor, el más bello.
Así los vemos reunidos, como en un baile de salón: llegan galantes, trayendo a sus cónyuges consigo. Reunidos todos los de acá con sus cónyuges de allá, empiezan sus prepotentes discusiones: con un poco de materialismo histórico, de epistemología; algo de metafísica; y mucho de fenomenología, hermenéutica y filosofía analítica. Su gusto es ese: incomodarse unos con otros, pero a la vez aguantarse entre sí. Cual plaga que en un cultivo destruye la cosecha, ellos toman triviales experiencias, fútiles discusiones, efímeros textos –como este– y gozan, disfrutan, vanagloriándose de su saber simple,  de textos como este –de palabras que intentan agarrarse unas con otras, para medio defenderse– y cual roedor lo mordisquean por doquier hasta dejarlo estropeado y listo para la basura.

1 comentario:

  1. ¡Se le siente la inspiración y el aire de Montaigne a tu ensayo, Pedro! Sobre todo en el estilo personal, se nota la búsqueda de una voz propia. Claro, no tiene que ser esta la voz definitiva, si es que hay una, pero justamente el ejercicio de exploración es lo que nos interesa.

    ResponderBorrar