jueves, 13 de noviembre de 2014

Escritura espontánea, Diana Sánchez

Sobre el pensar diverso

Todo el tiempo pienso en múltiples direcciones, sobre diversos sentidos, sobre un montón de situaciones y  todo lo pienso desde un sin sentido que acompaña mi forma de pensar. No poseo una dirección o tal vez unas reglas que acompañen mi pensar, muchas de las veces en las que hablo me parece que no es propiamente lógico lo que digo. Mi manera de hablar por momentos elocuente y racional, se esfuma en solo un modo del pensar, muchas veces cuando hablo lo hago a temperaturas distintas, en intensidades y colores múltiples.

El día en que mi hermana me abordadó y comenzó a contarme una versión más del desamor, pensé: ¡cuántas historias se han escrito entorno a esto!, algunas con un desenlace fatal otras simplemente superadas y echadas al olvido, cuántos psicólogos se han llenado la boca con palabras de cómo debe superar la crisis “lo predecible y fácil que puede ser”, para ellos es cuestión de seguir una regla. Pero tenía que escucharlo de labios de mi hermana para entender lo profundo de su dolor. ¿Qué podía decir? Cuantas veces no he sido víctima yo también del amor y sus demonios. Lo odiaba, creo que más de lo que ella lo odiaba, quería seguirle el rastro a aquel infeliz que tenía en tan profunda agonía a mi propia sangre; quería hacerle infinitas preguntas una tras otra, una tras otra casi sin escuchar respuestas. La incertidumbre, la duda ¿cuánto tiempo en tal quietud? Has querido verle la cara de idiota, qué vil, qué malvado, qué maquiavélico te he pensado, ex pariente.

En otro momento al calor de otra intensidad he pensado en lo distinto e inocente, tal vez lo que le pasa ha aquel hombre no tiene que estar intencionado a generarte algún mal; querida hermana, muchas veces necesitamos parar y suspender el tiempo para pensar de manera clara lo que queremos, pensemos que él pasa también por una agonía (de él con si mismo) ¡déjalo solo! Tu ausencia debe ser un profundo silencio que agudice su crisis.

Otra vez  tú, gracias por estar aquí, me he sentido débil en verdad, nunca me había visto así, tú has extendido tu mano y me has sacado del trastorno en el que me veía caer, no veo, no escucho, no puedo percibirme, siento frío. ¿Qué fue eso? ¡No me siento bien!, no soy yo, la  que siempre ha medido el tiempo, la que duerme menos para sacar más provecho de él, la que hace agendas para todo e infinitas listas de actividades, la fuerte, la vital, la que odia visitar a esos asquerosos administradores de la salud, médicos que ya no merecen tal nombre, pues no les preocupa la enfermedad. Me veo en la necesidad de visitarlos ¿para qué? ¿Acaso es una cuestión de sentido? ¿Qué necesito? ¿Un nombre para entender lo que me pasa?, un nombre, un nombre ¿eso me aliviará? Algún día me liberaré de ellos, me inventaré algo para prescindir de sus servicios, de sus definiciones. 

¿Por qué estas triste de nuevo? ¿Qué ha pasado ahora? Maldita sociedad enferma, lo comprendo todo, ¿cómo pueden dedicar su vida a tan vil oficio? Ladrones, miserables, facilistas, mediocres, al no tener trabajo prefieren robar… ¿no es culpa de algún estado?, ¡que ridículo! Creer que la educación podrá con esto es una ilusión por vivir. Una cosa tras de otra, pensarás que la vida se ha ensañado contigo, el desamor se abraza a tu corazón como una bestia sedienta que ha encontrado fuente, te quitan el fruto de tu esfuerzo diario, con un teatro de lo más ruin, dos personajes y tú en medio y no has podido distinguir la realidad de la ficción teatral, de nuevo te sientes estúpida, víctima de tu ambición. De manera diversa puedo pensar que eres víctima de tu propia acción y que como dicen algunos místicos el cosmos organizado cumple su ley. Recuerdas cuando ganaste en esa pirámide y que sabías perfectamente que cuando alguien gana en ese juego de la ambición, alguien pierde también.

Si ves la manera diversa de pensar, la vida se ensaña contigo, la vida te enseña algo o como lo dijo mamá envestida de otra intensidad y que ha sumado a todo esto, el fallo de su demanda a favor de su explotador, verdugo que ha vivido por años de su fuerza de trabajo y al cual le debe todas las enfermedades laborales que le atormentan hoy. ¿Por qué nos ha salido todo tan mal? Agrega ella. ¿Acaso no me has oído, Dios? ¿Por qué me tratas como a cualquier ser que no se preocupa por ti?, no es obra de ningún Dios madre, le he contestado. He mostrado con algunos ejemplos mi imposibilidad de pensar en un solo tono, en un solo color, a solo un nivel de temperatura, no tengo la regla, la ética, la tradicional filosofía que me ordena y me sujeta a una manera única de decir y ser verdad.

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