jueves, 20 de noviembre de 2014

Meditación, Juan Sebastián Navarro

Las ideas no provienen de la nada

Pienso, pienso que no tengo cuerpo alguno, mis manos, oídos, ojos, dientes, cada hilo de mi cabello, no existe, no está, se esfumo. Niego, niego todo aquello que descansa fuera de mi pensamiento, al negarlo ¿qué queda? No queda nada, podría decir el ingenuo, todo lo sensible se ha desvanecido en el olvido que provocamos en nuestro pensar.

Sin embargo, sigo pensando, algo atrevido y forzoso al reconocer que negué todo por medio del pensamiento pero no lo pude negar a él. Queda el pensamiento, mi propio pensamiento, soy un algo que piensa y ese algo lo reconozco como propio, yo soy un algo que piensa.

Al pensar reconozco que tengo ideas y estas ideas no pueden venir de la nada, pues nada viene de la nada, al reconocer está afirmación noto que poseo ideas de las cosas y si estas no vienen de la nada deben venir de alguna parte, mi imaginación, tal vez. No obstante, mi imaginación puede representar ideas siempre y cuando las imágenes o precisiones que de ellas tenga las haya visto antes. Por ejemplo, para imaginar un castillo de oro no es necesario que exista, tampoco he visto alguna vez alguno, sin embargo, tengo la idea de castillo y de oro y en mi imaginación, y puedo representar la idea de un castillo de oro.

Conjuntamente, las ideas no pueden surgir porque sí. De hecho, la sensación de calor no llega porque sí, llega porque estoy al lado de la pantalla, que emana calor y me veo obligado a creer en esta sensación puesto que existen cosas fuera de mí que me envían sus representaciones, por medio de los órganos de los sentidos. Si las ideas no llegan solas, no provienen de mi imaginación sino de una representación que alguna vez capté.

En estos momentos surge en mí la idea de una substancia finita cuya esencia alguna vez se verá en el abismo de la nada, pues dejará de ser. Pero qué sucede con la idea que tengo de una sustancia infinita, porque yo como sustancia finita la comprendo en la medida que yo soy finito, pero la idea de sustancia infinita no puede provenir ni de mi imaginación, ni de la nada, esta idea debe provenir de una substancia infinita y que siempre se le ha entendido así, Dios.

Para que una substancia sea infinita no tiene principio ni fin, no puede depender de nada puesto que si depende de algo sería finita, una substancia con estas cualidades siempre se ha entendido como Dios. Una idea que no proviene de la nada y mucho menos de la imaginación. Es en sí misma la idea de perfección, de infinitud y como las ideas no provienen ni de la nada, ni de la imaginación, en este caso la idea de Dios debe provenir de una substancia que en verdad sea infinita y qué mejor idea de infinitud que la que se despliega con la idea de Dios, cuyas cualidades son en sí mismas las enumeradas anteriormente.

Si Dios no existiese verdaderamente no tendríamos la idea de él, en tanto infinitud pues como se ha dicho mi imaginación es tan limitada que no ha tenido la vivencia de la idea de infinitud, pues no se logra representar la infinitud en sí misma. Por ello es indispensable una idea que logre abarcar lo infinito y esa representación es Dios.

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