miércoles, 29 de marzo de 2017

Andrés Atehortúa, Carta a Sergio Hernández


La filosofía y su presente (una muy breve consideración)

Hola, en efecto existe una dimensión en la cual ninguna fuerza externa debería intentar entrar impulsada por la pompa de la retórica y la seducción del discurso salvador, y es la dimensión privada. Por desgracia, a diario se hace patente una negación de una esfera privada auténtica: la universidad, el trabajo y los medios con su masificación construyen ideales de cristal. En consecuencia la posibilidad de pensar sin supuestos o imposiciones se convierte en el mayor tesoro de lo que podría considerarse un lugar libre. No obstante, y para contextualizar esa libertad que se cree contemporánea a los albores de la civilización, hay que entender que ella viene anexada a la defensa de la libertad de pensamiento, que es consecuencia del emerger de la noción de vida privada en su sentido más fuerte, y nace como un producto del pensamiento moderno. En esa dirección, Spinoza, como representante de ese pensamiento, se ampara en otros pensadores como Hobbes, Maquiavelo y su maestro Van de Eden, para ubicar el libre pensar como punto neurálgico de su teoría de Estado.

Ahora bien, esto lo menciono en favor de establecer la conexión tan fuerte que todavía tiene la actualidad con la modernidad, porque a pesar de los años la contemporaneidad aún lleva el traje impuesto por los ideales de la modernidad, lo cual en algunos aspectos es perjudicial en otros no. Sin embargo, como defensor del contenido semántico de las palabras, de su tradición y cuna, vale la pena pensar si en Grecia, donde toda esta historia del pensamiento empezó, ¿la libertad de pensamiento tenía cabida?

Esto vale pensarlo sobre todo para fijar los linderos que ha tomado la filosofía desde la antigüedad hasta la modernidad en algunas facetas de lo que era la relación de las personas consigo mismas y su comunidad. En esa medida, lo privado y todo lo que ello implica, como la libertad de pensamiento, no tenía cabida en Grecia. Por el contrario la filosofía en su momento culmen, que fue el periodo clásico, velaba por la formación del carácter para encaminar a unos pocos privilegiados a la vida política bien sea para tener participación en ella como lo veían Platón o Aristóteles o bien sea para actuar lejos de los asuntos administrativos como lo hicieron Heráclito, Epicuro o los Cínicos. En esa medida, la libertad y la política entendidas como la entendieron los modernos y quienes le siguieron dista mucho de las reflexiones filosóficas de los antiguos. Así, un primer ejercicio muy valioso y que efectivamente concierne a la filosofía como búsqueda y actividad en favor del conocimiento debería centrarse en pensar la actualidad semántica incluyendo conceptos como la libertad y la política. Pues así como usted bien lo dice si la filosofía, en su dinámica “pule los conceptos de manera que se pueda discernir conocimiento”, habrá que pensarse esos conceptos y quizá así silenciosamente obre en nosotros la libertad por la que tanta tinta y sangre se ha derramado.

No obstante, si se quiere volver a esa filosofía como actividad, como práctica, habrá que explorar tierras que la actualidad cultural nos ha hecho olvidar. Pues como bien lo menciona Heidegger hay un olvido del ser, siendo este ser producto de esa actividad del pensar. Por lo tanto para despertar de ese aletargamiento en el que se encuentra el pensar, éste, en amalgama con la filosofía, debe enfrentar una serie de fantasmagorías que, a diferencia de otros tiempos, no son monstruosas ni se encuentran ocultas en profundos abismos, no, los demonios que adormecen el pensar son bellos, coloridos, seductores: son slogan, son logotipo y mercadeo. Al igual que una flauta de Orfeo que calmaba las mayores fieras que la mente del mundo clásico pudo engendrar, nuestros tormentos también son musicales, visten a la moda y danzan en la máquina del progreso arrasando con la “obsoleta” nostalgia pasada. Por eso el reto no es para nada sencillo, y en favor de rescatar una libertad, la cual irónicamente no tenemos bien definida, debemos hacer como Ulises con las sirenas: atarnos al mástil de nuestro barco y sellar nuestros oídos con cera para que no entre la seductora propaganda infestada de ideales de ser y no ser. Y en efecto, esa cera y el mástil equivalen a un pensar ágil y activo que se consigue filosofando.

Naturalmente es un trabajo casi heroico lo que se avecina para cada uno de nosotros si en efecto aspiramos a defender la filosofía como recurso de dignificación humana. Pero como bien lo menciona la jerga popular: “hay que darle tiempo al tiempo” y un cambio real, significativo, solo es posible si tiene bases seguras, las cuales solo se consiguen con paciencia y empeño. Del mismo modo esa empresa por rescatar la humanidad que se ha perdido en la corrupción contemporánea, demanda corazones comprometidos, inflamados de amor que genera la fe en un mejor porvenir.

Y así como usted bien lo dice: la filosofía tiene mucho que pensar, inclusive pensarse a sí misma –pues las purgas se hacen de adentro hacia afuera–. Entonces, la filosofía tiene un amplio camino por recorrer, y aunque su accionar siempre parece furtivo, sus ecos se hacen realidades que se traducen en cambios totales. Por eso creo que la invitación para cada uno de nosotros como estudiantes y futuros profesionales en esta disciplina es velar porque esa silenciosa actividad, muchas veces considerada inútil, resuene en la atmósfera del tiempo y como marcha de guerra redoble en los corazones y mentes de cada uno de los miembros de la generación actual y las venideras. Por lo pronto con esto me despido. Gracias.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario