miércoles, 14 de septiembre de 2016

Carta, Diana Carolina C. Botero


Bogotá, 25 de agosto de 2016

Estimada Lucía:

Últimamente me he estado preguntado cómo es que se genera el conocimiento. Si hago un recuento de cómo he aprendido lo que sé (o creo saber), me encuentro con que ha sido a través de mis canales sensitivos. Por ejemplo, ¿cómo aprendí a hablar? No lo recuerdo, pero lo sé porque lo he visto en otros seres. En la experiencia, cada ser humano escucha hablar un idioma y ese es el que aprende como lengua materna. Entonces, me parece Lucía que las sensaciones van ligadas a la experiencia.

En nuestras anteriores misivas sobre el tema te pregunté ¿cuál era, de los sentidos, el que más apreciabas? Para ti la vista es el sentido más importante y llegamos a la conclusión de que es común escuchar decir a la gente que ¡ama sus ojos! Pues estos hacen que conozcan más y, además, les muestran muchas cosas y diferencias. Yo me uniría a ese grupo de personas.

Volviendo al tema del conocimiento por medio de la experiencia, he pensado que existen grados de conocimiento. Pues, como ya te he escrito, creo que aprendí primero por medio de mis sentidos. No recuerdo cómo fue que aprendí a hablar, sólo que sé que mi idioma materno es el español y que esto se debe a que, desde pequeña, me familiaricé con él.

El conocimiento debe ser universal, pero también debe tener en cuenta la experiencia o contenido singular para no errar, por ejemplo, en la curación. ¿Recuerdas esa noche que tuve un fuerte dolor en el abdomen y me diste una tableta de hioscina con la cual me sentí peor, pero que tú decías que a ti te había servido muchísimo para el mismo dolor? Pues, a eso es a lo que me refiero cuando digo que el conocimiento debe ser universal, pero a la vez particular, pues la misma tableta que a ti te alivió a mí no me hizo el mismo efecto. Entonces sí habrían grados de conocimiento: uno, la sensación; dos, la experiencia; tres, el arte (techné) y; cuarto la ciencia (episteme). Estos niveles del saber irían de menor a mayor, pues los que poseen experiencia son más sabios que los que poseen sensación; a su vez son más sabios quienes poseen la técnica que quienes solo poseen experiencia y, por último, quienes acceden al conocimiento de la ciencia, más sabios y autónomos que los demás. Estos grados también van desde lo más cotidiano, es decir, desde la experiencia inmediata a la esfera de los conceptos o del conocimiento teórico. Entonces, el sabio más sabio es quien alcanza las cosas más difíciles de conocer y es más exacto respecto de las causas; además, se escoge a sí mismo y no en función de alguna utilidad y le están subordinados los demás saberes.

Lucía, para ti tus ojos son muy apreciados, tal vez es que comprendes viendo o eres muy curiosa y deseas llenar un vacío de ver solo por ver. El ver nos proporciona un comprender, por eso dice también la gente “hasta no ver no creer”. Cuando comprendemos es cuando podemos orientarnos en el mundo, como cuando aprendemos a hablar y luego aprendemos las reglas gramaticales del español para poder escribir una carta y ser entendidos. Es por lo anterior que puede decirse que el comprender es algo anterior a lo teórico. Y, al develar lo oculto en el mundo, nos descubrirnos a nosotros mismos.

Los grados del conocimiento, que te mencioné antes, corresponden a una tendencia hacia un fin que podría llamarse perfección. El más sabio de todos, el que se encuentra con la sabiduría, posee un conocimiento más apropiado y más verdadero, pero esto solo se logra a través del esfuerzo y el trabajo, como sucede en diferentes disciplinas. Este tipo de sabio produce un saber reflexivo que ya no tiene que ver con la necesidad, pues su reflexión es libre y se desprende del diálogo y el ocio. Este último se acerca a la idea de una disponibilidad que tiene el ser humano para el pensarse, para la reflexión. Lo asumo yo como el estar inmóvil corporalmente, pero en acción en tanto que está en actividad máxima la razón.

Espero que puedas seguir ayudándome en este tema y puedas darme más luces.

Hasta pronto,

Carolina
Tema: Aritóteles, Metafísica I, 1-2.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario