Un día cualquiera.
Estimada
Sofía,
El
deseo de conocimiento que caracteriza a los hombres ha causado en mí
un gran asombro hacia el cosmos, que me lleva a hacer todo tipo de
preguntas en busca de su comprensión. Las he abordado desde muchos
puntos de vista, en relación con los saberes de los hombres. He
partido de las sensaciones que me proporcionan los sentidos, en
seguida, por medio de la experiencia, he aprendido a asociar lo que
encuentro semejante, después, gracias a la razón, he respondido los
porqués por medio de la ciencia, conociendo los primeros principios
y causas.
Así
pues, llevo mucho tiempo acercándome a ti, Sofía. En tu búsqueda,
he tenido que pasar por diversos caminos. Desde un principio, tuve
que reconocer mi ignorancia; luego, me encontré con la dificultad de
pasar a través de lo oculto para develarlo y, finalmente, conocer la
verdad para llegar a la sabiduría.
No
obstante, no me arrepiento del tiempo dedicado en tu recorrido, de
hecho, podría seguir dedicándome a comprender lo más difícil del
cosmos, ¿hacia dónde se dirige?, ¿cuáles son las causas que lo
preceden?, ¿qué hace que lo que haya en él sea lo que es? Pues el
deseo de conocimiento que tengo solo se llena buscándote por ti
misma, sin pretender alguna utilidad, ya que eres la ciencia más
cercana a lo divino. Es que solo tú eres digna de ser buscada por
los sabios, pues contigo se puede llegar a comprender la
universalidad de lo que es, riges a todas las ciencias, eres libre y
el saber supremo sobre todas las cosas.
Atentamente,
Un
hombre dedicado a tu búsqueda.
Tema: Aristóteles, Metafísica I, 1-3.
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