miércoles, 28 de septiembre de 2016

Meditación cartesiana, Diana Acevedo

Desconfío de mi cuerpo, desconfío de todo, desconfío de mis sentidos y aquello que dicen sobre mi, sobre quién soy y dónde estoy en este momento. Me sumerjo en las profundidades de un pantano sin fondo, no sé qué soy, no sé qué me pertenece, me he despojado de aquello que antes me atribuía desprevenidamente. Si lo que me rodea es falsedad, arenas movedizas, ¿qué hay?, ¿qué existe de manera cierta y evidente? He lanzado la duda como una red sobre el mundo esperando que una certeza muerda el anzuelo. Si esta esperanza es defraudada, todo estará perdido.

Resulta que yo puedo ser autora de mis pensamientos, sensaciones e imágenes, a la manera de ilusiones o ficciones que se representan en el teatro de la vida. Y aún si es ese es el caso, seguiré siendo yo la autora de las ficciones, de lo que se sigue que yo debo ser algo. Una confianza subrepticia se ha mostrado como un polizonte en esta empresa: confío en que de la falsedad de los pensamientos que experimento y produzco no se sigue que yo no exista; más aún, se puede concluir que necesariamente yo, que los pienso, siento e imagino, existo.

¡Qué capacidad soberana posee mi pensamiento para producir por sí solo tales elucubraciones! ¡Qué poder profundo heredé de las diosas para ser yo la autora de todo lo que encuentro en mi pensamiento!

He confiado en las razones que se siguen y se repelen por cuenta de su propia naturaleza, he confiado al decir "se sigue" que yo existo necesariamente ahora. ¿Puedo dudar de que yo existo necesariamente aún si nada de lo que pienso, siento e imagino existe? Solo si hubiera concedido la locura en mi anterior meditación, solo si hubiera concedido ser yo como aquellos que llamé insensatos.

Más me embarga la inquietud de haber llegado a una verdad vacía, pues ¿qué es esto que soy yo, que necesariamente existe cuando lo pienso? Se me escapa la certeza una y otra vez, no puedo confiar en mi memoria. Tengo que volver de nuevo a la sentencia "yo soy, yo existo si estoy pensando ahora", no importa qué estoy pensando, no importa hacia qué puerto oscuro se dirige mi pensamiento.

¿Por qué poder magnífico el pensamiento, como acto realizable por mi en el tiempo, me concede existencia? ¿Le concederá existencia a otras y otros? No podré saberlo. La condición de esta certeza es haber abandonado por el artificio de la meditación y de la duda el mundo que me ofrece mi cuerpo; el mundo que comparto con infinitos seres diversos. Lo he dejado en suspenso por presentarse oscuro y confuso. La búsqueda de claridad y certeza me ha llevado a desprenderme del contenido de todas mi actividad anímica. He desembarcado en la actividad pura, en el puro fluir de la misma. Pero el carácter de dicha actividad, su naturaleza, se me revela como un misterio... La pregunta ¿qué significa pensar? tropieza con un muro. Desprovista de todo contenido la actividad está vacía. Pues, ¿a qué categorías acudiré para explicarla, para responder qué es, si me he deshecho de todo, si no he conservado nada a lo que pueda aferrarme en medio de este pantano? "Nada se presenta, me fatigo en vano repitiendo lo mismo".

Tema: Descartes, Meditaciones metafísicas, meditación segunda, primera parte.

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