lunes, 19 de octubre de 2020

Diario, Cristian Rojas

 Diario del Seminario de Filosofía Antigua

11 de septiembre del 2020 

Clase de introducción

En los últimos versos de un poema de María Mercedes Carraza, que se ajusta no sólo al seminario de Aristóteles sino también a otros seminarios y materias que estoy viendo en la universidad, encuentro la representación fiel de lo que evidencio en la filosofía. 

Una tarde que ya nunca olvidarás 

llega a tu casa y se sienta a la mesa. 

Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación, 

en las paredes y los muebles estarán sus huellas, 

destenderá tu cama y ahuecará la almohada. 

Los libros de la biblioteca, precioso tejido de años, 

se acomodarán a su gusto y semejanza, 

cambiarán de lugar las fotos 

Otros ojos mirarán tus costumbres, 

tu ir y venir entre paredes y abrazos 

y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores. 

Cualquier tarde que ya nunca olvidarás 

el que desbarató tu casa y habitó tus cosas 

saldrá por la puerta sin decir adiós. 

Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa, 

reacomodar los muebles, limpiar las paredes, 

cambiar las cerraduras, romper los retratos, 

barrerlo todo y seguir viviendo 

Colombia, en este caso, hace referencia a ese amor que narra Mercedes en su poema. Pues bien, este país, teñido de dores y agonías, ha cambiado la casa en la que habito. Sus ojos miraron mis costumbres y mi ir y venir entre paredes. Este país desbarató mi casa.  

La filosofía, que en dicho poema no se encuentra en ninguna parte, será el objeto por el cual olvidaré ese amor. Es decir, la filosofía me ayudará a olvidar todo lo que está pasando en Colombia; del mismo modo, me ayudará a cambiar las cerraduras, romper los retratos, barrerlo todo y seguir viviendo.   

Confieso que en estos momentos no encuentro ninguna relación entre la filosofía y mi propia experiencia emocional. Tampoco deseo encontrar dicha relación, pues cuando registré estos semanarios ese no era mi objetivo. ¿Cómo comparar la metafísica de Aristóteles con la cuarentena o las masacres ocurridas en Colombia? No creo que haya respuesta -y si la hay, no es del todo evidente-. Lo que quería al registrar las materias fue el aprender, el acercarme a Aristóteles y a sus conceptos (que seguramente si termino el seminario lo cumpliré). Aún con todo, deseo cambiar esta postura; es decir, deseo que la filosofía sea un proyecto de vida (para sanar y curar no desde el olvido, sino desde el adentramiento de los problemas más esenciales de nuestras vidas).  

18 y 25 de septiembre del 2020 Sobre el libro de las categorías.  

 

El tema de las categorías en Aristóteles me recordó algunos versos de Fernando Pessoa -o mejor dicho, de Alberto Caeiro-. El árbol, como individuo, se puede predicar de diferentes maneras: que es verde, que da frutos, que es encopetado, que tiene ramas, etc. Sin embargo, si pensamos en nosotros, si pienso en un sujeto como “Cristian David Rojas Capera”, no encuentro cómo predicarme en diferentes categorías. Bien puedo decir que soy un humano, un hombre, con baja estatura, que usa x o y cosa, etc. Sin embargo, considero que todo este ejercicio me condiciona a unas etiquetas. Etiquetas que se encuentran fijas y no determinan lo que realmente soy.  

Es interesante cómo Aristóteles encuentra sus 10 categorías para poder pensarnos el universo y el mundo en el que vivimos. Como diría Caeiro, “Constitución íntima de las cosas… “Sentido íntimo del Universo…” Aún con ello, todo esto me parece problemático. ¿Cómo encapsular los individuos en sólo 10 categorías? ¿Por qué no 100 o ninguna categoría?  

Por otro lado, entiendo que Aristóteles sostiene esa categoría llamada substancia primera. De la substancia primera podemos decir que son tres sus propiedades: son sujetos de primera predicación, son primeras ontológicamente, son substancias individuales y singulares. Con todo lo anterior, me pregunto, ¿Qué pasa cuando un día un sujeto es Fernando Pessoa y al otro Alberto Caeiro? (y hablo de Caeiro por el poema mencionado, pero en realidad son muchos más sus heterónimos). Quizá ya estoy divagando más de lo apropiado, así que hasta acá voy a dejar de escribir.  


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