viernes, 29 de enero de 2021

Diario, Carlos Galindo

Bogotá, 5 de diciembre de 2020 

 

Filósofa tracia sin nombre 

Poco o, quizás nada, se habla de la ingeniosa y simpática “sirvienta” tracia que fue esclavizada por el "gran filósofo" Tales de Mileto. Por el contrario, en la academia, se habla, con gran vigor, del geómetra y filósofo, del estadista y el sabio; con lo cual, aquella mujer tracia ha sido pasto del olvido... Respecto a ella, tenemos, únicamente, un brevísimo fragmento de Platón. Éste, nos cuenta que mientras Tales: 

«estudiaba los astros, se cayó en un pozo al mirar hacia arriba (...) se dice que una sirvienta tracia, ingeniosa y simpática, se burlaba de él, porque quería saber las cosas del cielo, pero se olvidaba de las que tenía delante de sus pies» (Platón, Teeteto, 174a). 

¿Acaso tal pensamiento, tan terreno y profundo, no le merecía la eliminación de la categoría "criada"? De ninguna manera, porque ─sujeto a análisis─ aquel apotegma, proferido por una mujer no-griega y sin privilegios, podría encerrar, para Platón, el peligro de echar por tierra la tradición filosófica del mundo de las ideas ─cimiento insoslayable del pensamiento platónico─. De manera que, este aserto, es denominado como burla ─en un sentido peyorativo─, y su análisis posterior es débil y eurocentrado: cuestiona el desconocimiento de las injurias y las injusticias, pero dentro de estas dos categorías no se cuestiona ni la esclavitud, ni el machismo con el que se minusvalora el pensamiento de esta mujer. Entonces, quizás sea válido afirmar que tanto Sócrates como Tales de Mileto proyectaban su visión en un ángulo de 90 grados: uno miraba a las estrellas, otro miraba a las ideas. Por supuesto, ir por la vida mirando hacia lo etéreo no es posible, si no hay un sustrato material que atienda las necesidades básicas: en el caso de Sócrates: Ξανθίππη; en el caso de Tales: la esclava tracia.  

El pozo 

Ya no me era posible dudar del destino 

que me había preparado el ingenio de los 

monjes para la tortura. Los agentes de la  

Inquisición habían advertido mi descubrimiento del pozo. 

E.A. Poe. El pozo y el péndulo 

 

La geometría del pozo en el que estoy puede tomar varias formas, ora podría ser fenomenología, ora podría ser filosofía de la técnica. Además, no estoy tan seguro que sea una geometría euclidiana ─en el sentido más clásico─, pues la vaguedad y el hastío ante su incomprensión, bien podrían ser definidos en sentido topológico. De cualquier manera, sea lo que fuere, el pozo expide un vaho ─producto de la licuefacción de tantas teorías─ que impide ver sus límites o pensarlos con claridad. Es menester, en este punto, que precise por qué estoy aquí: caí siguiendo el imperativo de Hegel «¡buscad los tesoros del cielo!». Pienso ahora, y como es debido pensarlo ─es decir, desde el hambre y desde la desesperación─ en la consigna marxista: «¡Buscad primero el pan y luego el reino de los cielos!». 

Heme aquí entonces, entre tanta rata miserable. Ayer pasó una por mis pies, grande y rolliza. Lo que capturó mi atención, sobremanera, fue la obstinación de ésta por aferrar, entre sus dientes, un cartón mohoso y roído. Al acercarme para tratar de ver dicho cartón, recibí senda mordida. Sin embargo, constreñido por el dolor, pude ver lo que ponía el cartón: "doctor en filosofía". Me sorprende la fiereza de estos roedores, puesto que, pienso que al estar en el mismo pozo ─lugar de enunciación─ no deberían ser tan ruines como los verdugos; que día a día van transformando este pozo: haciéndolo más chico, más extraño, más inestable. 

El péndulo del idealismo trascendental está basculando sobre mi corazón: va y viene; cada vez más cerca de horadarlo. Intento tomar unos pequeños textos y frotarlos contra mis ataduras, para que las ratas se las coman. De esta manera, podría desatarme, poco a poco, aunque sus dientes hagan mella en mí. La empresa es tortuosa: ha tomado cuatro años ya. En ese transcurso de tiempo, he logrado liberar algunas de mis posturas: la emoción, la ironía, y la mirada: principalmente la mirada. Esta mirada que, originalmente se posicionaba en lo etéreo, ha logrado bajar en grados: quizás hasta los 45°. Lo suficiente para darme cuenta que, durante estos cuatro años, un péndulo se ha cernido sobre mi corazón, intentando atravesarlo... 

*** 

 

Hoy he despertado con una extraña luz, solar, la interrumpe una mano negra que se extiende hacía mí. Siguiendo la mano me encuentro a una mujer, una heroína, que me dice: No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar. He tomado su mano y me he encontrado, de pleno, con el horizonte que no había visto. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario