jueves, 27 de abril de 2017

Steveen Durán, Carta a Angela Bohórquez

Bogotá, 15 de marzo de 2017.


Hola querida compañera.

Recibe de parte mía un cordial saludo. Espero que te encuentres bien.

En primera instancia, quiero agradecerte por haber compartido conmigo tu experiencia de vida, en particular, lo que te movió y te llevó hasta la filosofía.

Déjame decirte que al leer tu conmovedora historia se despertaron en mí los sentimientos de tristeza y esperanza. Por lo ocurrido, solo déjame decirte que la tragedia esta latente en nuestra vida y es una condición de la vida misma. Es ella quien mueve al hombre en la vida pues, la da cuando nace y la quita cuando muere; no es gratuito cuando Nietzsche en uno de sus tantos aforismos dice: “lo que no te mata, te hace mas fuerte”.

Admiro de buena manera el valor y la fortaleza con la que afrontaste y superaste la enfermedad y que, producto de esta circunstancia, surgiera en ti un el gusto por la filosofía.

Tal vez como herramienta o modo de vida, la filosofía despertó en ti tal interés que sirvió como medicina en el estado tan grave que te encontrabas.

Nietzsche habla de la filosofía como terapia y propone una transformación del filósofo (al que ejerce la terapia) a médico. La imagen del filósofo como médico lleva a que la labor del filósofo sea encontrar y diagnosticar la enfermedades y problemas de la cultura.

Creo que el modo como afrontaste la situación del problema con tu enfermedad fue muy nietzscheana. Aunque tú no lo supieras. En el sentido de servirse de la filosofía como una forma terapia que, por medio de la lectura de libros, y las ideas que surgían, como producto de estas lecturas, provocaron en ti, fuerzas reactivas que influyeron en tu voluntad y carácter para afrontar la enfermedad y que posteriormente se manifestaron en una fuerza activa con el alivio de la curación.

Ahora bien apartándome un poco de este tema quiero contarte mi experiencia personal, respecto al modo en que me acerqué y conocí la filosofía.

En el año 2011 me encontraba estudiando diseño tecnológico en la Universidad Pedagógica Nacional, cursaba IV semestre. En aquella época conocí a un profesor filósofo, antropólogo, arqueólogo, licenciado en ciencias sociales, a decir verdad, una persona bastante preparada. Su nombre es Carlos Augusto Rodríguez. El profesor Carlos estaba encargado del seminario de pedagogía y conocimiento. Traigo a colación a este personaje porque él cambio mi vida en ese momento aunque él no lo sepa. Sus clases eran fantásticas, muy entretenidas, bastante interesantes, y muchas veces demasiado sarcásticas. Generaban en mi un descontento y una intranquilidad que se traducía en un sentimiento de angustia frente al mundo. Por primera vez, me sentía preocupado y comprometido con la vida y con el mundo, generó en mí la curiosidad que, hasta entonces, se ocultaba bajo el manto de las verdades y creencias, que había construido en la escuela. También despertaba una intriga insaciable, me perturbaba hasta el punto que me daba insatisfacción consigo mismo por lo poco que sabia del mundo y de la vida que me dejaba perturbado por varios días hasta el punto de solo leer para su clase.

A medida que avanzaba el curso ya pasaban las semanas, sentía que estaba en crisis. Además, porque para ese entonces tenía un problema personal que me causó mucho daño y cambió mi vida por completo. Estaba ante mi primera decepción amorosa, ya que había terminado con la mujer de la que me enamoré por primera vez. Ella estaba distante, lejos de mí, se había ido para otro país y me causaba un dolor tan inmenso que yo estaba destrozado, confundido y en crisis. Sin embargo, las clases del profesor Carlos me motivaron de tal manera que se encendió en mí algo que estaba dormido: la curiosidad y el deseo por el conocimiento. Las ansias de saber estaban reviviendo en mí y me sentía temeroso de ello.

Aparte de lo que sentía y reproducían las clases de este maravilloso profesor, se me hace necesario contarte y hablar de los libros que leíamos, recuerdo varios: Educación para la emancipación de Theodore Adorno, los ensayos del maestro Rafael Gutiérrez Girardot sobre la crisis universitaria y las Meditaciones Metafísicas de Descartes. Todos estos textos me inquietaron tanto que comencé asistir junto con un compañero a otros seminarios dictados por el mismo profesor. La asistencia a estos seminarios me dejaba cada vez más sorprendido, pues tocábamos temas tan interesantes que jamás se me había ocurrido pensar. Aquí conocí a Hegel y la Fenomenología del espíritu, a Descartes en su faceta científica con el Discurso del método, a Sigmund Freud y el Malestar de la cultura, y por ultimo un libro bellísimo titulado Sexualidad, Matrimonio y Familia en Bogotá, por la editorial siglo XIX, de cuyo autor no recuerdo el nombre.

Este amplio contenido bibliográfico inspiró y animó en mí una pasión por la lectura y los temas filosóficos. El profesor en sus clases siempre nos repetía que debíamos estudiar lo que nos apasionaba, no lo que nos tocaba o en su defecto a lo que mandaran nuestros padres. Esta frase tan cierta, me llevó a decidir cambiar de camino y tomar un nuevo rumbo, me cambié de carrera al siguiente año. Porque no me sentía a gusto con lo que estaba estudiando, ya que sentía un desencanto por las materias de mi carrera y una atracción por la filosofía.

Finalmente, hablé con mi madre, le conté lo que sentía, le hice saber de la decisión que había tomado. En principio se decepcionó pero al final accedió y estuvo de acuerdo, me brindó su apoyo, que es tan incondicional para mí. Sin ella no hubiera podido lograrlo.

Y en fin, querida compañera, esta fue mi experiencia personal traté de contártela lo más resumida posible, aunque he omitido muchas cosas que influenciaron en mí, hacia la pasión que siento por la filosofía, traté de contarte lo más importante y lo que movió dentro de mi algo que me llevó a actuar. Espero que no haya sido tediosa y aburrida, de igual modo, que hubiera resuelto la respuesta a tu pregunta.

Un abrazo y muchas gracias por compartir tus experiencias y parte de tu tiempo conmigo.


Adiós y muchos éxitos.

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