viernes, 21 de abril de 2017

Yesica Cortés, Carta a Diana Acevedo

Bogotá, 16 de abril de 2017

Querida profesora:

Acepto tu invitación de dibujar las letras, las palabras y los pensamientos sin mediaciones tecnológicas, solo tu carta, el papel, mi mano y un esfero. Leer tu carta fue todo un reto, la tuve que leer varias veces y con cada lectura encontraba algo nuevo, algo que no había visto en una lectura anterior. Recordé que, cuando recorro el centro y sus calles, siempre me encuentro con algo que no había visto antes y me sorprendo. Esa sensación de sorpresa me la encontré leyendo tu carta.

No sabes cuánto me alegra que desees profundizar más en nuestros diálogos escritos, que sea este ejercicio más espontáneo hace que sea menos estrecho el espacio de escribir. Romper las barreras que nosotras mismas establecemos permite que tengamos un poco más de libertad, que nos arriesguemos a dejarnos ver, a dejarnos descifrar. Así como me dejas ver un poco más de ti con esa carta. Creo que no nos debemos dejar determinar por los roles que jugamos en la sociedad, porque nos perdemos mucho de la otra, nos perdemos de la riqueza y complejidad que nos compone. Casi que puedo imaginarte en medio de tu gripa escribiéndome. También me ha pasado que llego al parecer indispuesta y aún así con muchas ganas de escribir.

Ahora, por ejemplo, me siento algo nostálgica. Cuando comencé a escribir esta carta escuchaba a Cesaria Évora, ahora escucho a Chavela Vargas. Estas mujeres me hacen sentir hasta la médula. Casi que comparten conmigo la nostálgia. Suena en este momento Luz Casal. Pienso en cómo le podemos compartir en la escritura, a la otra un sentimiento, un momento particular. Para culminar el círculo de mujeres que me acompañan en este instante, no podía faltar Concha Buika. Que la escritura tenga vida propia, que hable por sí misma como en la música. (Hago muchas pautas para escribir, por eso sonaron tantas canciones en este párrafo)

Quería contarte algo interesante que me pasó este fin de semana y que fue inspirado en ti. Cuando leí tu carta en manuscrito, recordé que en los talleres de escritura, cuando escribía así, a mano, me fluían las palabras. El sábado, cuando intenté comenzar a escribir la primera parte del primer capítulo de la tesis, me senté frente al PC y quedé bloqueada y muda, a pesar de que tenía mucho por decir. Así que luego de horas, me vino a la cabeza la idea de empezar a redactar en el cuaderno el avance del primer capítulo. Lo hice y fue una experiencia totalmente diferente. Puede escribir sin trabas, organizar lo que estaba escribiendo e irme corrigiendo en el acto.

Con respecto a Foucault y al avance que presenté, te cuento que me sentí menos presente o más ausente en relación con el primer avance. Por eso en el comienzo de la sesión dije que casi no aparecía yo, no mi propuesta, en pocas palabras estaba resumiendo al autor. Así que tu sospecha era cierta. Recuerdo que en los primeros semestres con mis compañeras, hablábamos de "casarse con un autor". Pensábamos ingenuamente que escoger un autor, o tener afecto en particular por uno, era necesario para establecer por cuál camino íbamos a enfocarnos. Creo que algo de eso aún quedó en mi. Claro, no estoy diciendo que lo haya escogido por capricho, pues como te dije veo muchas cosas en su obra que le pueden aportar a mi trabajo, pero quiero entenderlas bien. Cuando leo su trabajo sobre los antiguos como un trabajo arqueológico y genealógico aveces pierdo de vista cuál es su postura concreta y eso es lo que me confunde un poco.  Me gusta la idea de practicar la libertad como él lo plantea porque eso pude significar que asumimos nuestra posible libertad en prácticas concretas y continuas. Pero estoy de acuerdo contigo en que podremos profundizar o hablar sobre esto en otros espacios.

Te agradezco por arriesgarte conmigo en los caminos inhóspitos y desconocidos a los que nos puede llevar el ejercicio epistolar.



Yesica Cortés




Carta manuscrita (p. 1)
Carta manuscrita (p. 2)

Carta manuscrita (p. 3)

  

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