viernes, 21 de abril de 2017

Laura Salcedo, Carta a Lizeth Palacios


Bogotá D.C, 4 de abril de 2017

Compañera:

Debo decir que no conocía la historia del caballero de la armadura oxidada, la leí y como dice Robert Fisher, llegué a la conclusión de que a todos alguna armadura nos tiene atados, pero me pregunto si, para las mujeres, esa armadura no es más complejo destruirla y librarnos de ella. Y si la respuesta es afirmativa, cómo sé que lo es, cómo será esa armadura para otras sexualidades, para esas aun divergentes y rebeldes que se resisten a lo masculino y a lo femenino (y no, no había usado la “receta” del caballero querida Lizeth).

¿Qué es querer? No lo sé, creo que por ser mujer el mundo, la sociedad, mi familia me influenciaron a sentir y entregarme a mis emociones, pese a que soy aparentemente muy serena y tranquila me reconozco en mi turbulencia, pero hay otras mujeres que no son así, son como usted, no tan emotivas y abiertas o por lo menos como dice en su última carta. Entonces no hay una verdad absoluta sobre cómo debemos ser o cómo debemos sentir de acuerdo a nuestros aparatos reproductivos, nuestros órganos, no sé cómo no sonar soez.

Creo que he llegado a contradecirme, pues en otras cartas decía que hay una imposición sobre el ser, sobre la forma correcta y establecida como verdadera y única, pero la verdad es que ser mujer o como lo veo está atravesado por nuestro lugar de enunciación, si somos blancas, negras, mestizas, lesbianas, transgéneros, intersexuales, heteros, pobres, ricas, indias, árabes, latinas, etcétera. Esto me lleva a decir que debemos ser como “queremos” ser. En fin no sé si hay algo de productivo en este ejercicio de escribir y desvariar.

Quiero compartir algo que me entristeció, estaba en un seminario discutiendo sobre las nuevas pedagogías y la cuestión del género, y mis compañeros y compañeras llegaron a la terrible conclusión de que se había hablado demasiado sobre el tema, que era necesario dejarlo a un lado, afirmando que por ejemplo con el lenguaje no era correcto hacer un uso que promueva su feminización, es decir, decir nosotras en vez de nosotros, los y las, maestro y maestra, todo esto hace que se confunda a nuestros interlocutores y que algo como economizar el lenguaje es lo que debe primar aquí. En esta línea otro ejemplo era que decir cuerpos y cuerpas para hablar de los cuerpos que no se identifican como masculinos o femeninos es algo desacertado; algo que creo que es desconocer la lucha de las identidades sexuales. Finalmente estoy segura de que como mujer y educadora en formación no permitiré que se diga que es un absurdo admitir que nuevas voces circulen en los imaginarios que se construyen en el aula sobre las identidades de género.

Lizeth espero no haber desaprovechado estas líneas para aclarar que entiendo cómo se siente y espero compartir esos quereres y sentires de nuevo.

“Si se llega a un punto determinado, ya no hay regreso posible. Hay que alcanzar ese punto".

Frank Kafka

Laura S.

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