miércoles, 19 de abril de 2017

Diana Acevedo, Carta a Yesica Cortés

Bogotá, 22 de marzo de 2017

Querida Yesica:

He decidido escribirte a mano porque quisiera explorar mucho más de mis estados de ánimo y las disposiciones de mi cuerpo en la escritura. Quisiera que esos gestos de los que hablas adquieran una materialidad más contundente, y enriquecer desde ahí la comunicación que aquí estamos construyendo. Yo quisiera usar esa segunda estrategia de escritura de la que hablas: dejarme llevar por la melodía de las palabras y por la corriente que fluye libremente en el papel.

Notarás que mi letra cambia, en general lo hace según mis estados de ánimo, el tiempo del que disponga para escribir, la comodidad y atmósfera del lugar en el que me encuentre. Por ejemplo, hoy estoy en mi casa, es de mañana y el día está bastante lluvioso. Me he levantado muy enferma. El frío de anoche, en la reunión con Adriana, ha hecho lo suyo con mi malestar de garganta. Mientras escribo, además, me duele un poco la cabeza, la garganta y el pecho. Pero estoy animada y tengo muchas ganas de escribirte.

Efectivamente la distancia física es tan solo la primera en el juego de distancias que encontramos en la correspondencia. Tú no estás aquí, de manera física, y mi acto de dirigirte estas palabras te invoca, de algún modo, te trae a la presencia. Estás presente en esta acción de escribirte en la medida en que las cosas que digo, la escogencia del tono, del sentido dependen o están atravesadas por aquello que sé y espero de ti, o de quién eres. Tienes razón en que eso se puede hacer incluso estando presentes físicamente en el mismo recinto; porque la presencia de la que se trata aquí se refiere al espacio que habitan las palabras, al espacio del texto. Este espacio es por supuesto material por cuanto lo componen trazos sobre un medio cualquier que sea mi registro (una hoja de papel, pixeles en una pantalla, un cuerpo en movimiento…) Este espacio es sobre todo un campo de sentido, quizás para algunos un campo simbólico.

Quisiera confesarte que este espacio que estamos compartiendo se me antoja un poco estrecho. Nuestras cartas consistentemente han tenido dos páginas; siento la necesidad de extenderme un poco más. Y en que también a mí me corra una necesidad vital de escribir y de explorar en estas cartas un posible cauce para tal efecto. Encuentro que mi rol de profesora puede ser muchas veces un obstáculo para establecer puentes comunicativos, no sé si decir reales, porque no es un asunto de realidad, pero sí al menos, vitales. A veces cuando te escribo siento que estoy tratando de superar una especie de barrera, y me sorprendo porque probablemente yo la puse ahí. A este respecto aprendí y sigo aprendiendo mucho de los diálogos socráticos y de la presencia de la φιλíα, de la amistad como un requisito para filosofar. Entonces la estreches no solo es un asunto de extensión sino también de los protocolos y las maneras en las que acostumbro a relacionarme con mis estudiantes. Y aquí emerge muy fuerte lo que hablábamos anoche y Adriana nos invitaba a pensar: La carta como el lugar de una responsabilidad máxima y cuidado de quien está ahí y a quién le escribo. En otro momento me gustaría profundizar sobre este punto. Por ahora, esta es una forma de decirte que creo que podríamos profundizar un poco más el diálogo que estamos sosteniendo, quizás llevar un poco más lejos las reflexiones y estar muy pendientes de que la relación profesora-estudiante no sea un estorbo para ello.

Dicho lo anterior quisiera extenderme sobre la discusión que tuvimos en torno a Foucault. Lo primero es que entiendo o creo entender tu aprehensión. Me disculpo, si no he dimensionado apropiadamente el hecho de que en esta conversación mis palabras estén revestidas de un pero o autoridad distinto al de las demás personas en el grupo. Esto es un problema cuando lo que intento es entablar un diálogo entre pares, y claro, hay un sentido en el que no somos pares. Pero estoy buscando de ampliar y profundizar en los sentidos en los que sí somos pares. La discusión sobre Foucault es un caso de esto. Sé que es parte importante de lo que quieres decir en tu tesis. Y por ello me tomo con la máxima seriedad y honestidad la clarificación de qué es lo que quieres decir y hasta qué punto estás dispuesta a comprometerte con el autor. En últimas, si se tratara de libertad, que sabes que me genera sospecha, me interesa que seas libre; en el sentido de que no quedes apresada por lo que dice tu autor, sino que lo uses (…), que sepas tomar lo que te sirve, lo que te interesa y que sepas criticar o incluso desechar o dejar de lado con razones lo que no. Tu tesis es altamente propositiva y creo que es una buena idea; sospecho que iría muy en contravía de tus intenciones las tesis del autor con (…), o de manera plana. El ejercicio no puede avanzar en una sola dirección, no huyas tú a recoger el sentido en las palabras del autor, como si su texto estuviera dispuesto solo para dar, más no también para recibir. Recibir en este contexto significa que tú pongas de ti en lo que recibes de los textos. No en el sentido arbitrario de hacer interpretaciones absurdas o salidas del contexto, sino en el sentido de que eres tú la que lees y eres tú la que escribirá la tesis. Por mucha simpatía y conexión que tengamos con un texto, un filósofo o una filósofa; siempre genera algo de sospecha que no se encuentre algo disonante, un reparo, una crítica, un aporte que implica llevar más lejos el texto. Esa es mi intuición y por ello quería yo contarte cómo leo yo estos textos, mis reparos, sospechas, lo que encuentro (…); en general lo que yo encuentro. Pero no se trata de que tú encuentres lo mismo. Me gustaría sí que comprendieras mi lectura, pero no que con base en esto construyas la tuya. Eso no es fácil y está bien sentir miedo. Cree en tus intuiciones, eso significa ponerte a prueba. Por esa razón extraño en tu carta esas refutaciones y esos reparos que mencionas, pues me gustaría dialogar con ellas. Estoy segura de que incluso me ayudaría a aclarar mi propia lectura, mis propios reparos sobre el texto.

Por temor a que se extienda demasiado esta carta, me abstendré de plantear mi interpretación de la “escritura de sí” y la “ética del cuidado de sí como práctica de libertad”. Te invito a presentar tus objeciones y sobre todo a (…) un par en la interlocución. Al presentarte mi lectura, incluso mis dudas, yo estaba tendiendo una mano, estableciendo un puente o un punto de encuentro; no quisiera que fura recibido como un acto de desbaratar o destruir algo. Aunque entiendo que a veces se requiere desandar para poder andar.

Gracias por tu tiempo y especialmente por estar presente en esta carta y en este proceso.


Me despido con afecto,

Diana


Carta Manuscrita (p. 1)
Carta Manuscrita (p. 2)
Carta Manuscrita (p. 3)
Carta Manuscrita (p. 4)

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