sábado, 29 de abril de 2017

Nixon Congutá, Carta a Andrés Atehortúa


En algún lugar, jueves 6 de abril de 2017.

Estimado Compañero Andrés.

Hola, ¿cómo le va?

Lo primero que quiero decir aquí es que me parece bastante raro el encabezado de la carta que recibí. Esta tiene un encabezado como cualquier trabajo escrito para presentar en la academia, tiene un código de estudiante y un lugar que es la Universidad Pedagógica Nacional. ¿Para que querría yo esa información? Esa información, siento, me sitúa en la posición de un evaluador, que debe calificar este ejercicio de correspondencia y poner una nota valorativa de la carta en la casilla donde está el código del estudiante. Desde luego pienso que eso no me concierne y que no es el producto o la intención de esta correspondencia. Quizás estamos muy acostumbrados a escribir para la academia (ensayos, parciales, ponencias propuestas etc.) y lo que hacemos es redactar mecánicamente un encabezado en el que lo que no puede faltar nuestro código y nombre. No creo que aceptemos que nuestro nombre pueda ser resumido a un simple código, pero entendemos que es más práctico.

Estoy de acuerdo en que la tecnología acelera la entrega de una carta, y que lo que usted denomina «añoranza y expectativa» son cualidades propias de la práctica epistolar que se están perdiendo. La aparición del correo electrónico y el chat de las redes sociales son los medios que remplazan la escritura de cartas y afectan la comunicación por medio del uso de los emoticones y las notas de voz. Hoy podemos escribir desde cualquier lugar y a cualquier hora simplemente con tener un aparato electrónico en la mano. A partir del uso de la tecnología la escritura pierde, no en todos los casos, el ritual que es escribir una carta: la atención, el tiempo, la situación, el lugar..., son sustituidos por un click... Hoy lo que nos avisa que tenemos correspondencia son las alarmas del celular: un simple sonido de notificación remplazó la carta debajo de la puerta o dentro del buzón. La comunicación es más simultánea, por ejemplo: hola, ¿cómo estás? ¿qué hiciste hoy? ¿dónde estarás mañana? No desarrollamos por medio de chat una situación muy detallada de lo que nos ocurrió en la mañana o de cómo nos sentimos por nuestra situación actual, sino que el chat enfrenta una escritura menos personal e inmediata: acabé de llegar del trabajo, estoy escuchando música Además, la escritura por correo electrónico o por chat son remplazadas por la llamada telefónica o la video-comunicación: quien tiene prisa por comunicarse a la distancia prefiere escuchar una voz u observar un rostro a través de unos parlantes (o audífonos) y una pantalla. Con todo esto, no sentimos que el chat o el correo electrónico sean la práctica epistolar actual, sino que la escritura de cartas está en el olvido gracias a la inmediatez de la tecnología.

Ahora bien, otro asunto que quiero tratar es que la carta es un intento por remedar las relaciones personales. Nora Esperanza Bouvet lo menciona en su libro La escritura epistolar, para ella la escritura de cartas pertenece al campo de las relaciones escritas y su modo de ser no es otro que el de romper con la distancia de una relación personal. No creo que una carta sea un intento por remedar tal cual una relación personal, pues en esta se hacen más detalladas las descripciones, las confesiones, la sinceridad y otras más, mientras que en una relación cara a cara no se mencionan muchas veces sentimientos por vergüenza o porque no es el momento. La carta rompe con la timidez, y estoy seguro que muchos escriben con ese fin. Pero hasta ahora dejaré ese tema abierto esperando que construyamos una reflexión acerca de este tema.

Hasta luego.

Quedo pendiente a una respuesta,

Nixon

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