martes, 25 de abril de 2017

Diana Acevedo, Carta a Yesica Cortés

La soledad, Bogotá, 18 de abril de 2017

Querida Yesica:

Ha pasado tiempo desde nuestra última carta. El azar del correo refundió lo que tu escribiste y yo me quedé esperando recibirla en casa. Lamento que no haya funcionado porque resultaba bello pensar en la carta que viaja por el espacio, que pasa por manos extrañas y atraviesa la ciudad hasta llegar a su destino.

Me ha sorprendido gratamente encontrar que la correspondencia incorpora a la vida, como un hábito. Ya extrañaba sentarme a leer tus cartas, rumiarlas y arriesgar respuestas, reflexionar qué compartir en este espacio, cómo hacerlo más poderoso filosófica y vitalmente.

Recibo por primera vez una carta manuscrita. Es muy expresiva y comparto contigo esa sensación de sorpresa, ante los trazos, los ritmos. La sospecha del tiempo y el trabajo corporal invertido o que tomó escribirla (…). Como recibí dos cartas, no puedo sino leer una a través de la otra. Dado que me gustó tu primera carta, me sorprendió encontrar que a ti no te gustó. Algo similar me sucedió con la primera carta a mano que escribí. Tomé la decisión de no hacer un borrador. Tampoco tenía un esquema sobre lo que te iba a decir, quise hacer un ejercicio espontáneo de escritura. Creo que aunque uno podría planear una respuesta, las cartas tienen o es deseable que tengan algo de espontáneas. Te cuento que llevo un tiempo escribiendo a mano y he descubierto que es cuestión de costumbre. Con el computador nos acostumbramos a escribir y borrar muy fácil, y al principio el cambio de dinámica cuesta.

Me alegra mucho la historia que me cuentas sobre escribir a mano el capítulo de tu tesis. Como te contaba, yo misma lo he estado haciendo. Hay una suerte de desface entre la velocidad del pensamiento y la velocidad de la mano. Tengo la impresión de que esto nos obliga a pensar más lento; lo cual es notable en un mundo que va tan vertiginosamente rápido.

¡Qué buena selección musical te acompañaba el otro día! Efectivamente muy nostálgica. Es bello dejar impreso algo del momento en que se escribe en la carta. Me gusta la manera en que lo dices: hacer “menos estrecho el espacio de escribir”. A mí me gusta mucho pensar la escritura como un espacio: como los espacios, o mejor los lugares, que habitamos cotidianamente están llenos de vida, de multiplicidad, de variación, así mismo puede estar la escritura como un lugar para habitar. Nuestro objetivo es que el pensamiento filosófico habite allí desde la propia vida, desde la vida de cada una.

Ayer me sucedió que estaba muy triste. Como una forma de resistencia a la inercia de la tristeza me senté a leer tu carta. Me animó hartísimo. De algún modo me conectó con la sensación de que vale la pena aportar a la filosofía y jugar un poco con ella. Retomé la escritura a mano, que llevaba suspendida un tiempo y fue muy refrescante. Esta mañana me levanté temprano a responderte con ganas de darte las gracias por esto.

Hablemos de qué es una práctica de libertad. Sobre todo ahora que regresas del Meta. Hablemos de a quién le habla ese discurso de la libertad. Me interesa mucho oír tu experiencia. Yo me he aproximado a esa “otra cara de la guerra” por un par de proyectos; el cambio en la mirada para mí ha sido radical. Tiene que ver con cómo entendemos nuestra historia, desde dónde la leemos y cómo ello nos permite interpretar nuestro presente; tiene que ver muy especialmente con qué (…) esa historia y cómo nos inventamos nosotras mismas en ella. La historia nos la han contado los vencedores, aquellos en el poder. Es nuestra tarea no quedarnos con esa noción de lo que somos o lo que hemos sido. Mi sospecha es que el discurso de la libertad del que estábamos discutiendo pertenece a los vencedores, a los colonizadores… habría que conversarlo. Te lo digo porque he encontrado que muchas veces, del otro lado, el registro del discurso es distinto. Por ejemplo, el énfasis no está en la libertad de un individuo que en general se presenta como neutro, aunque sospecho que es masculino y blanco, sino quizás en lo que se comparte, lo que se teje juntos: no nos preocupa tanto ser libres, sino poder construir mundos posibles desde lo colectivo. Como verás mi preocupación es que el afán de la libertad es sobre todo individual, y ello implica la mayoría de las veces comprometerse con una metafísica de individuos. Tengo la sospecha de que hablar de individuos situados, con historia, género, clase… etc. está destinado al fracaso o al (…) porque la noción misma de lo individual viene cargada. Soy muy escéptica sobre la posibilidad de mantener ese concepto sin compromisos indeseables.

Habría mucho que decir. Por ahora, creo que esa experiencia que tuviste te ayudará mucho a la hora de buscar formas de hacer filosofía desde aquí donde vivimos, desde quiénes somos y la historia que cargamos. Esto quizás sea una manera de inventarnos nuevos presentes y de ampliar los horizontes de una práctica filosófica anquilosada, ajena y colonial. Son muchas las preguntas porque se trata de cuestionar las formas tradicionales de hacer filosofía vinculadas a formas tradicionales de escritura filosófica. Al mismo tiempo sentar las bases para proponer nuevas versiones de nuestras prácticas, y nuestras maneras de entender la enseñanza de la filosofía (…). Si a todo lo demás le agregas que se trata de una búsqueda personal y vital de sentido te das cuenta de pronto que tenemos muchas cosas importantes en juego. Sea esta una razón para seguir.

Hay mucho que pensar, además, porque nada surge en el vacío (…). La implementación de los acuerdos vendrá con muy fuertes oleadas de violencia. Porque los espacios de poder siguen en pugna. Esta misma semana un grupo de la Universidad Nacional no pudo viajar a San José del Guaviare por esas razones. Tenemos que estar preparadas, en la medida en que esto es posible, para no perder la esperanza y seguir apostándole a que hay más versiones de nuestra historia que deben ser escuchadas: a las que debemos atender. Finalmente, en los países del sur, como el nuestro, está todo por hacer, somos tierras que miran hacia el futuro, en contraste con aquellas tierras viejas y anquilosadas.

Espero tengas una bella semana.

Me despido afectuosamente,


Diana
Carta Manuscrita (p. 1)

Carta manuscrita (p. 2)

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