lunes, 3 de abril de 2017

Nixon Conguta, Carta a Crhistian Palomino


Para empezar, aclaro que no tengo ni idea de cómo empezar a escribir esta carta: observo la hoja en blanco del cuaderno y la tinta de este lapicero para ver si logro concentrarme y escribir siquiera una oración que guíe el inicio de esta conversación, pero ha sido muy complicado. Por lo menos tengo idea de lo que voy a escribir aquí —eso parece bueno—, así no iré de acá para allá como aquel sube-baja en el que los niños acaban de jugar.

¿Sobre qué voy a escribir…? ya lo recordé: se trata de cómo inicié en este asunto “loco” de la filosofía. ¿Qué puedo decir…? fue hace relativamente poco tiempo, aproximadamente un poco más de cuatro años, quizás miento. No recuerdo el momento exacto —¿Quién podría?— en el que resulte atraído por este mundo interrogador e insaciable de la filosofía.

Recuerdo algo… se trata de una búsqueda, pero una búsqueda asociada a distintas perspectivas. Por ese entonces tuve acceso a libretas o cartillas de filosofía que leía por petición de mi vieja con el fin de explicar, en lo posible, qué mierdas querían decir los tipos de los retratos de barba y nombres raros. Estas cartillas tenían lo relacionado con temas de la enseñanza de la filosofía que se usan generalmente para grados decimos y undécimos. Esos que tienen el retrato de Platón y Aristóteles, un par de lecturas cortas y un modelo de evaluación al final de cada módulo.

En ese entonces no hacia otra cosa que recitar en mis palabras lo que leía en esas cuartillas, cosa que hasta hoy no parece ser muy diferente. ¿Qué me atraía entonces del asunto filosófico? Definitivamente me atraía la capacidad interrogadora que no se pasa nada entero, esa que permanece al más drástico cambio… Por ese entonces me parecía raro que todos estos cuadernitos apuntaban hacia una construcción determinada: se trataba de usar la filosofía como una herramienta para construir un modo de vida crítico, autónomo y con miras a una vida social. Además, me parecía que la filosofía se interrogaba por asuntos que para mi edad eran poco discutidos: hubiera sido muy extraño encontrarme a alguien de la misma edad que hablara acerca de Platón, o Aristóteles, o qué se yo.

Pero, aunque esos temas me parecían relevantes, no seguí por ese rumbo: creo que muy en el fondo sabía que se trataba de un camino por el que volvería a andar. Me gustaría contar aquí cómo retome ese camino y por qué resulto anecdótico encontrarme con esos temas en el colegio, pero eso será en otra ocasión. Por ahora este fue un relato muy reducido y al que se me escaparon varios detalles de lo que podría denominar “la primera experiencia filosófica”.

Estaré esperando una respuesta

En algún lugar, febrero de 2017

Nixon



Carta manuscrita

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