martes, 18 de abril de 2017

Yesica Cortés, Carta a Diana Acevedo

Bogotá, 21 de marzo de 2017


Querida profesora Diana:

Hay temas claros que quiero tratar aquí, pero ¿por dónde comenzar? El martes, en el taller, una estudiante hizo una reflexión interesante sobre la estructura de la correspondencia. ¿Hay una estructura definida? Al parecer no. El orden de los temas lo propone el primero que escribe, el que responde va contestando según este orden de ideas. Este puede ser un modo, otro puede ser que el que escribe se deje llevar por esa corriente de palabras que sobrevienen al movimiento de los dedos, al sonido del teclado, a la melodía de la canción que este sonando mientras se escribe.

Profesora, pensando en esa dialéctica cercanía-distancia recuerdo a Bouvet. Ella mencionaba que, cito, “lo epistolar es por naturaleza doble”. Escribir en este género es entrar en un juego de opuestos que se atraen y de barreras que se borran. La distancia no es simplemente física, es intelectual y espiritual también. Por ejemplo, en los talleres, los y las estudiantes están en un mismo espacio escribiéndose y esto no impide que pueda haber un ejercicio de correspondencias. O cuando me escribo con Felipe, podría hacerlo por chat, pero hay una necesidad de escribirle en una carta. No es la misma necesidad que tenían en otras épocas. Nosotros podemos acceder a la inmediatez de la red social. Anteriormente, la necesidad era comunicativa, era la única forma de acercarse al otro que estaba en la distancia. Esta posibilidad de escribirnos cartas va más allá de las necesidades comunicativas, podría decir que, en mi caso al menos, la necesidad es vital.

Estoy de acuerdo contigo con respecto a las disposiciones corporales y los hábitos mentales. El acto de escribir cuenta con sus propios gestos; el lugar que escojo para escribir, si me siento de determinada manera, si estoy en la biblioteca o en casa, si escribo en el computador o a mano, si tuve un día tranquilo o difícil. En fin, todo está involucrado en esta actividad, todo, el espacio, las emociones, la hora, etc. Por ejemplo, en la noche mi cuerpo se pone en modo escribir, en el día, pocas veces me siento inspirada y en disposición de hacerlo.

Con respecto al termino “apropiarse” me refiero al segundo caso. Hay un enfoque de la pedagogía que se llama Educación Popular. Esa noción la aprendí en unos procesos organizativos y pedagógicos, en los cuales participé, que tuvieron como eje este enfoque. "Apropiarse" se utilizaba para pensar cómo la comunidad de una determinada región o barrio se hacía partícipe o se involucraba de los problemas, situaciones, festividades, procesos o iniciativas del territorio en el que se habita. Me gusta mucho este término, con este sentido, porque significa que eso que está pasando en mi contexto no me es ajeno, sino que me afecta y aporta desde mi saber a eso que pasa.

Para terminar, quisiera confesar que me siento algo asustada. Foucault era una parte de la base de mi proyecto. Ahora tengo que replantear esa parte. Me siento asustada, pero a la vez tengo una intuición, espero sea buena. Pienso que esto abre la posibilidad a otros caminos desde los cuales partir. No abandono del todo a este autor, siento que lo voy a necesitar en mi trabajo, pero siento que no tendrá la misma fuerza que le iba a otorgar en mi monografía. El martes, luego de que llegue a casa, pensé en muchos modos en los que pude haber respondido a las refutaciones, pero creo que si no surgieron en el momento fue porque tampoco estaba muy segura de entender las implicaciones que había en comprometerse con un autor. Tengo que pensar con calma, por ahora me concentraré en el primer capítulo, eso me dará un poco de tiempo para decidir el camino que tomaré.

Aprovecho este espacio para agradecerte por brindarme tu apoyo y los espacios necesarios para trabajar en estas ideas. Te considero una gran maestra que ha aportado de una manera incalculable a mi formación.


Yesica Cortés

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