lunes, 15 de febrero de 2021

Diario, Ronald Murillo

 Las definiciones como medio de dominación  

Hace días trabajaba operando una atracción mecánica del parque de diversiones en la que encendía unos carritos con la ayuda de las llaves doradas. En ese momento, llego mi jefe inmediato acompañado de un nuevo compañero. Ellos venían a operar la máquina para que el nuevo compañero aprendiera a hacerlo. Mientras tanto yo me dirigí a lavarme las manos y, cuando volví a la atracción, esperé que ellos terminaran su capacitación. Entre tanto, yo estaba anotando cosas en mi agenda. De repente, el jefe se me paro en frente para pedirme que volviera a la atracción. Luego, entré a la atracción y el jefe volvió al rato para decirme que me notaba distraído y como elevado: “¿qué pasa Ronald? Lo noto distraído, más en la juega y yo le dije “¡uy! que pena jefe”. Cuando el jefe se fue, me sentí un poco apenado y miedoso de que esa impresión del jefe tuviera alguna consecuencia en mi contrato o algo así. Sin embargo, también me sentí un poco disgustado porque, en realidad, era mentira que yo estaba distraído, al contrario, estaba muy alerta porque estaba en el lugar que debía estar de la manera que debía estar ya que solo tenía que esperar su llamado. En ese momento pensé, más bien, que el jefe me dijo eso como para que yo sintiera esa especie de culpa que sentí, culpa que me motivaría a entregar más tiempo, fuerza y atención a mis obligaciones laborales: justo lo que un jefe pretende de su grupo de trabajo. 

Lo anterior me recordó a la clientela que reprocha el trabajo de mis compañeras en taquilla diciendo “¡rápido, rápido!” A mi modo de ver, dicho reclamo no se fundamenta en la intención de optimizar el proceso propio de la taquilla porque no sugiere algún cambio en este proceso. Para mí, dicho reclamo querría generar ese sentimiento de culpa en la persona de taquilla para que sienta que no hace bien su trabajo, incluso si cumple de manera eficiente con los procedimientos que correspondan. Ese sentimiento de no hacer bien el trabajo haría que el personal de taquilla confunda las fronteras entre tiempo libre y tiempo de trabajo para que, de ese modo, su tiempo libre lo dedique a cuestiones laborales.  

Las anteriores experiencias podrían ejemplificar el punto de Audre Lorde, citada por Hill Collins: “si nosotras mismas no nos definimos a nosotras mismas, seremos definidas por otros para su uso y en nuestro detrimento (Hill Collins, 2012, p. 123). Así, el punto de Lorde se ejemplifica con mi experiencia porque, en mi caso, las pretensiones del jefe de formar un trabajador completamente predispuesto se pueden realizar si al trabajador se le hace sentir incompetente mediante definiciones del tipo “distraído”, pues de esa manera el trabajador atendería con excesiva dedicación los asuntos laborales. En ese sentido, me resulta completamente cierto que la auto-definición es clave para el empoderamiento individual y grupal y, por ello, ceder ese poder de autodefinición a otros grupos (no importa cuán bien intencionados sean o cuánto apoyo presten a las mujeres negras), en esencia, reproduce las jerarquías de poder existentes” (Hill Collins, 2012, p. 122). De ese modo, ahora me siento más tranquilo. Aunque no puedo decir que soy un trabajador perfecto ni que nunca voy a cometer errores, sé que en ese momento estaba haciendo lo que me correspondía y que un comentario negativo no puede opacar el trabajo juicioso que he realizado en las jornadas anteriores. De esa manera, seguiré trabajando sin presiones y considerando que una persona llega a ser y se conoce a sí misma por sus logros; alcanza esos logros a través de sus esfuerzos por llegar a ser y a conocerse a sí misma (Hill Collins, 2012, p. 123) 

Referencia 

Hill Collins, P. (2012). Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro. En M. Jabardo (ed.). Feminismos negros. Una antología (pp. 99-131). Madrid: Traficantes de sueños 


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