viernes, 12 de febrero de 2021

Sistematización de diarios, Alejandra Hernández

Universidad Pedagógica Nacional
Licenciatura en filosofía
Seminario de prácticas anti-patriarcales y anti-racistas de la filosofía
Alejandra Hernández Novoa, cód. 2017132020

Sistematización de los diarios filosóficos
 

Mi diario feminista, antirracista y decolonial tuvo cuatro categorías trasversales y una pregunta: interseccionalidad, mestizaje, persona de color, raza y ¿quién soy yo?, siendo esta pregunta la unión de las cuatro categorías anteriores.


Interseccionalidad:

La interseccionalidad aboga por eliminar los sesgos de raza, clase y género dentro del feminismo. Así, esta visión ayuda a romper con el modelo hegemónico de qué es ser mujer (de forma universal) para poder entender y rescatar las experiencias de quienes nos salimos de los cánones predominantes. Mara Viveros explica de forma clara lo que es la interseccionalidad, al decir que esta es una perspectiva teórica que busca dar a conocer los cruces de las relaciones de poder. Es decir, hay una gran diversidad de trayectorias y entre cruces de las diferentes modalidades de dominación, siendo que los parámetros feministas universales no sirven para describir todas las formas en las que las mujeres experimentamos la opresión. El término lo usó por primera vez la abogada afro-estadounidense Kimberlé Crenshaw cuando quiso dar cuenta de la invisibilidad jurídica de las múltiples dimensiones de opresión que las mujeres negras trabajadoras estaban viviendo.

Este tema emerge varias veces en mi diario porque poco antes de ver el seminario ya estaba planteándome la idea de que cada mujer tiene vivencias, retos y necesidades diferentes en razón de su lugar de enunciación. Es decir, las experiencias de una compañera negra jamás serán iguales a las mías, una mujer café. Y también es distinto si ella pertenece a la clase trabajadora o no, a que si yo soy estrato tres o dos, o si ella está escolarizada o no.

Mestizaje:


Varias veces hablé del mestizaje como un problema para mí. En principio, porque mi primer acercamiento al término (también antes del seminario) fue una especie de revelación, ya que nunca antes me había sentido cómoda reconociéndome como mestiza. Curiel lo pone en términos de homogenización. Es una ideología de dominación que encubre el prejuicio del color y, por ende, niega la existencia del racismo. Es interesante cómo esta autora compara las dos formas de entender el mestizaje: en nuestro contexto latinoamericano es muy distinto al contexto norteamericano, siendo que en el primero el mestizaje es entendido como un mecanismo ideológico para homogenizar una nación eliminando lo negro y lo indígena y recibiendo la herencia europea, mientras que en Estados Unidos el mestizaje es subalterno y un acto de resistencia el reconocerse así (y “latina”). En otro momento, Segato habla de dos ideas de mestizaje, la primera versa sobre la misma balanza que la de Curiel, mientras que la segunda abre una nueva posibilidad de re-pensarnos: mestiza es la que tiene una nueva sangre que se alimenta de varias estirpes y camina en nuevos contextos sin jamás olvidar la diferencia y la memoria del pasado. Santiesteban le apuesta también a esta idea (aunque no use estrictamente la palabra ‘mestizaje’), diciéndonos que se trata de una re-significación de la vivencia personal, como si fuese una “construcción entre todas las voces que nos rodean simultáneamente”. Un ir de lugar a lugar recogiendo lo que nos identifica.

En mi diario varias veces hice mención a mis papás, una mujer muy blanca y un hombre muy café. De las tres hijas que tuvieron, soy la única café (mi tono de piel es más claro que el de mi papá). En teoría, y viendo mi entramado familiar materno y paterno donde la mayoría de personas son blancas, reconocerme como mestiza sería lo esperado. Sin embargo, y siendo justamente el ser de las pocas mujeres cafés de mis dos familias la razón principal, siento que no debo meterme dentro del mismo saco que tíos, tías, primos y primas “mestizas”, porque a ellos y a ellas jamás les han dicho que “son blanquitos pero bonitos”, ni que deberían conseguirse parejas de color para “mejorar la raza” o que son “recogidos”. A mí y a mi papá sí nos han dicho esas cosas, siempre enfatizando en la diferencia de nuestras pieles. Aunque aún estoy en esa búsqueda identitaria, por el momento he decidido no reconocerme como mestiza ni nada que se le parezca.

Persona de color:
Esta categoría va muy de la mano con la anterior. Aunque no hayamos leído mucho sobre la categorización de “persona de color”, en mi diario muchas veces hice mención a mi color de piel, pues ha marcado varias cosas a lo largo de mi vida. Lugones dice que hablar de las mujeres de color no es una propuesta con ideas separatistas, sino más bien es una apuesta por la interseccionalidad. Es decir, es la unión de las mujeres cafés, negras, indígenas, chicanas, mulatas siendo las protagonistas del feminismo decolonial. Supongo que la razón por la que en varios de los textos no se trató esta categoría es que cuando se habla de persona de color intuitivamente se piensa en una persona negra. He visto cómo las personas dividen todo el blanco y negro: si eres lo uno, eres lo otro. Pero por supuesto esta dicotomía nos deja por fuera a muchas personas, que no somos ni blancas ni negras. En el seminario, por ejemplo, muy pocas veces se tocó esta categoría, y la primera vez que se hizo muchas teníamos concepciones diferentes. De ahí la importancia de la aclaración de Lugones: hay muchas mujeres (y personas) de color que no se enmarcan únicamente en la piel negra.

Raza:

Este concepto tuvo una evolución en mi diario. Inicialmente, con las lecturas de Davis por ejemplo, la raza se reducía a las personas negras y blancas (cosa muy intuitiva, también). Antes de ver este seminario pensaba que la raza, siendo que no es una característica biológica, no podía reducirse a dos polos. Veía cómo las personas mexicanas cafés denunciaban el racismo de los estadounidenses, y me preguntaba ¿racismo contra personas de color pero que no pertenecen a la raza negra? Entendía este problema como un problema de entendimiento sobre el color de la piel y distintos rasgos físicos más, pero como no tenía ninguna teoría que me respaldase, prefería no decir nada. Hasta que leí a Segato. Ella lo coloca en términos de la marca de una historia de dominación colonial que se aleja del mecanismo clasificatorio norteamericano. La raza entonces es el trazo de la historia en nuestros cuerpos, el poder vernos y decir “estuve aquí” en determinada posición en la historia, de que pertenecimos a este paisaje alguna vez. La autora habla del signo racial, que en el cuerpo mestizo (siguiendo la segunda idea del mestizaje que mencionamos ya) es un indicio, un resto, un trazo, una huella de un arraigo particular al paisaje y su historia.

Entendí que la raza es un constructo social (y mental) que se fija a un contexto determinado –la raza, por ejemplo, se entiende de forma distinta en Brasil y en EE. UU– y para nuestro caso latinoamericano, significa que podemos leer nuestros cuerpos, nuestras pieles, nuestros cabellos, nuestros signos raciales como unas marcas de origen que nos hablan sobre quiénes fuimos y quiénes somos hoy. La inmensa variabilidad y variedad de estos signos y de sus lecturas que nos menciona Segato es un punto increíble para una Abya Yala que tiene una sintomatología generalizada frente a la búsqueda de su diversa identidad.

¿Quién soy yo?

Soy una reunión de todo lo anterior. Soy Alejandra, soy estudiante de filosofía, soy una mujer letrada y escolarizada, soy café, crespa y chiquita, soy hija de dos personas fenotípicamente distintas –Javier y Liliana– y no me reconozco mestiza, soy quien apenas empieza a identificar sus signos raciales, soy quien quiere desblanquear su vida y su pensamiento, soy quien puede, debe y merece existir y resistir por fuera del arquetipo blanco, masculino y heteropatriarcal, porque yo tengo una y mil formas de ser y de amar.


LINK DE MI PRESENTACIÓN:


Atrás mío hay un letrero que parece que dice “colonize your mind” pero en realidad dice “decolonize your mind”. Fue una muy mala jugada del ángulo que no vi.

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